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106 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN DE FEBRERO ¿QUIÉN ORGANIZÓ LA CAÍDA DEL ZARISMO?

La última semana de febrero de 1917, fue la última semana de un régimen que había gobernado el Imperio Ruso con mano de hierro durante tres siglos: el zarismo. Su caída, inesperada para casi todo el mundo político, es hasta el día de hoy un hecho misterioso para los historiadores y la prensa al servicio del capital, que no logran entender los hechos y los ningunean tachándolos de motines de mujeres o de soldados, o exageran el carácter “espontáneo” del proceso. Pero las cosas fueron diferentes.

 

Hacia comienzos de 1917, la Primera Guerra Mundial ya era un desastre sin remedio para el Imperio Ruso. A un país en decadencia la guerra le sumaba las peores penurias: una economía arrasada, muertos y heridos por millones, y una tiranía nefasta como el zarismo, que impedía casi cualquier tipo de demostración de descontento reprimiendo, torturando, encarcelando y asesinando luchadores.

Las mujeres al frente

Pero el 23 de febrero la cosa iba a cambiar. Ese día se había convocado en Petrogrado (capital del Imperio Ruso) un acto por los derechos de las mujeres trabajadoras, parte de una actividad internacional que se realizaba desde 1910. Sin embargo, las obreras tenían planes que iban más allá de una simple manifestación. Es que ellas estaban cubriendo los puestos de trabajo de los hombres que habían sido arrastrados al frente, aguantando jornadas de hasta 16 horas por salarios que no alcanzaban, para comprar productos básicos que escaseaban: a veces tenían que hacer largas colas bajo nevadas intensas para conseguir un poco de comida, sus maridos e hijos morían en los campos de batalla, y todavía tenían que aguantar el machismo omnipresente en una sociedad oscurantista.

Y ese día dijeron basta. Grupos de mujeres empezaron a recorrer las fábricas sacando a la calle a todos los trabajadores para lanzar una huelga general. Confrontaban a los soldados y policías invitándolos a unirse a su lucha, y atacando a los que todavía tenían ganas de reprimir. Poco a poco, fueron tomando el control de los suburbios; y con el correr de los días tomaron el control de toda la capital, disolviendo en los hechos las fuerzas militares y policiales del zar, que veía como el imperio que había derrotado a los hunos y doblegado a Napoleón, perecía por la acción de las mujeres trabajadoras.

Quienes fueron al frente

Ciertamente, esos obreros y soldados campesinos que derrocaron al zarismo no tenían un plan para hacerse con el gobierno y construir una nueva sociedad, expresado en un programa político revolucionario: eso sólo se puede lograr cuando los mejores luchadores y luchadoras están organizados en un partido revolucionario; y han logrado el apoyo del grueso de la clase obrera y el pueblo a ese programa, desenmascarando las mentiras de los políticos oportunistas ligados al capital que siempre se hacen los amigos de los trabajadores para después traicionarlos.

Y fueron precisamente estos oportunistas, tras salir de sus escondites, quienes se robaron el triunfo obrero y popular para que en Rusia todo siguiera igual. Para justificar esta estafa, empezaron a ningunear el valor de las jornadas de febrero al tildarlas de “espontáneas”.

Pero si bien es cierto que la masa de obreros y soldados que salió a la calle no tenía aún un proyecto de nueva sociedad, la realidad es que las obreras y los obreros de Petrogrado tenían consigo una experiencia de años de luchas duras, y de incluso una revolución derrotada en 1905. Una experiencia que había forjado a luchadores inclaudicables y decididos; que sabían organizarse sin necesidad de ministerios ni leyes, y burlar la represión estatal y patronal trabajando clandestinamente, forjando sus propias organizaciones de lucha basadas en asambleas. 

Los mejores de estos luchadores y luchadoras tenían una ventaja más: eran los cimientos del partido bolchevique, habían sido educados por Lenin y su prensa; y a pesar de que el resto de la clase obrera seguía confiando en los políticos vendidos, siempre les abrían paso a esos luchadores por reconocerles su combatividad invencible.

Forjados en la lucha

Como se dijo, esos luchadores y luchadoras fueron la base sobre la que Lenin construyó el partido que organizaría la revolución que llevaría al poder, por primera vez en la historia, a los trabajadores y el pueblo. Y este sector de revolucionarios no era otra cosa que los mejores alumnos de las duras batallas que la clase obrera rusa había librado durante décadas.

No eran ninguna excepcionalidad histórica: en cada país, en cada momento de la historia, se van forjando luchadores y luchadoras en las peleas cotidianas por la dignidad; esperando, sin saberlo, a que les llegue su hora. Quienes queremos construir un partido revolucionario como el partido bolchevique, acudimos a ellos para mostrarles el camino para librarse de una vez y para siempre de la explotación y la miseria que sufren. Y una vez más, los invitamos a tomar el camino de la revolución socialista.