Al contrario de lo que se ha dicho durante generaciones, las potencias europeas no vinieron a traer el progreso a este continente, sino a llevarse sus riquezas. Por lo que los adelantos tecnológicos, científicos y de calidad de vida traídos por los europeos no solo no tenían otra razón que multiplicar las riquezas de los poderosos del otro lado del mar, sino que además los pagaron con su sacrificio los pueblos explotados
De ese modo, nació un orden mundial en el que los países de América quedaban sometidos a la codicia de los capitales europeos -los que posteriormente serían alcanzados y sobrepasados por el capital yanqui- lo que hizo nacer en los países saqueados y sometidos una clase dirigente que vive de las migas del vaciamiento de sus países. Esta clase es la burguesía, la gran patronal nacional.
De regreso a ser colonia
Si bien hubo sectores como Bolívar, San Martín, Moreno, Castelli, Monteagudo, que lucharon por un sueño libertario y una Latinoamérica unida frente a los poderosos del mundo, pronto se impusieron los que en defensa de sus negocios entregaron las conquistas de la independencia a nuevos amos. Potencias que pasaron de aprovecharse de nuestras naciones mediante el comercio, a exprimirlas mediante préstamos impagables e “inversiones” usureras que fueron acabando con nuestra soberanía hasta llevarnos al punto en el que nos encontramos hoy: a las puertas de una verdadera “recolonización”.
Prueba de eso son desde los acuerdos como el Tratado del Traspacífico (TPP), el de Chevron por Vaca Muerta o el canal transoceánico que se pretende construir en Nicaragua; hasta el saqueo educativo y cultural de planes como el Aprender 2016, pasando por los acuerdos militares e invasiones como la que sufre Haití. Y como en la primera colonización, este saqueo se ensaña contra la mujer pobre y trabajadora, lo que se expresa en una enorme red de trata y otras violencias crecientes y cotidianas.
Y es que la crisis del capitalismo lo lleva a actuar en su decadencia como lo hiciera en sus orígenes, exprimiendo continentes enteros en su búsqueda brutal de ganancias. Sólo que esta vez no nos lleva a un incremento en la calidad de vida, sino una profundización de la barbarie.
Las razones de una derrota
Uno de los mitos respecto de la “conquista”, es que la superioridad de las armas europeas barrió toda resistencia nativa. Eso es falso, no sólo porque hasta la independencia existían grandes áreas bajo control aborigen, sino porque además los pueblos originarios siguieron resistiendo hasta bien entrado el siglo XX adoptando técnicas de sus enemigos.
En realidad, las dos grandes razones que permitieron la caída de la América originaria fueron “internas”: la cooptación por parte de los conquistadores de los líderes de esos pueblos; y el aislamiento y la desorganización de esos pueblos ante un enemigo que tenía el mundo entero a su disposición. Hasta el día de hoy estas razones sobreviven, tanto en las ideologías del aislamiento o separatismos originarios que van a contramano de la evolución histórica; como en las organizaciones de los pueblos originarios que buscan en todo momento acuerdos con el poder político y econó- mico, llegando a gobernar para los ricos y el imperialismo como en el caso de Evo Morales.
Revolución o colonia
De este modo, ninguno de los actuales sectores dirigentes nos puede liberar del imperialismo, por pertenecer a una clase social cuya razón de ser es la entrega de nuestros países. Sólo los trabajadores y el pueblo pobre podemos lograr tal liberación, para lo cual tenemos que arrebatar el poder a los lacayos del capital extranjero. Y a diferencia de la heroica resistencia aborigen, en lugar de hacerlo país por país, debemos luchar unidos, no sólo los obreros de toda nuestra región sino los de todo el mundo. Sólo así podemos evitar el desastre al que nos lleva el capitalismo.
Pero la salida no es volver atrás la historia, a los imperios inca o azteca; o a las tribus aisladas y oprimidas. Desde la conquista de América hasta hoy el desarrollo de la burguesía y su fase imperialista nos encuentra con una economía y división del trabajo mundial, con trabajadores por un lado y el imperialismo y sus lacayos como dirigentes y propietarios de la economía por otro. Entonces se trata de “dar vuelta la tortilla” como dice la canción… Esa economía mundial debe ser de y conducida por los trabajadores. Sólo así cada comunidad, cada ser humano, podrá vivir como realmente quiere. Resulta imprescindible construir un mundo nuevo, libre de las injusticias y atrocidades del capitalismo, imponiendo una sociedad en la que la economía esté puesta al servicio de las necesidades de toda la humanidad y no sólo de la codicia de un puñado de poderosos. Esa es la única manera de reparar el daño causado en estos cinco siglos.