Un 17 de octubre de 1945, centenares de miles de obreros coparon la plaza de mayo para exigir la liberación de quien consideraban su interlocutor en el último gobierno de los sectores ligados al dominio inglés: Juan Domingo Perón, un hábil coronel que desde la Secretaría de Trabajo había visto en el movimiento obrero la fuerza que podía compensar la debilidad cada vez más grande de los sectores a los que respondía el gobierno militar del que participaba, frente al inmenso y creciente poderío norteamericano en Sudamérica; y que por presión de la patronal alineada con los intereses yanquis había perdido sus cargos en el gobierno y su libertad.
Las columnas obreras llegaron de todas las zonas industriales de capital y el conurbano, llegando a cruzar a nado el Riachuelo, para converger en lo que fue una de las manifestaciones más importantes de la historia argentina. Una movilización que desarticuló al ejército -con sectores que se negaban a reprimir- y paralizó al gobierno y a los sectores contrarios a Perón; demostrando que el movimiento obrero era la fuerza más poderosa del país, a tal punto que a partir de ese momento no se pudo gobernar sin el aval (o al menos la pasividad) de los sindicatos: por primera vez en la historia argentina, la lucha de las masas lograba patear el tablero político.
El peronismo se volvió “gorila”
Pero con el transcurso de la jornada sucedió algo notorio: la instituciones que apoyaban a Perón lograron canalizar la bronca obrera para evitar que el desborde terminara arrasando con todo dominio patronal; y una vez logrado el triunfo, el liberado Perón mandó a los obreros a sus casas, disipando los temores de ricos y poderosos.
Esa actitud se transformaría en la constante de la historia del peronismo: al tiempo que se obtenían derechos nunca igualados en la historia nacional, el primer gobierno de Perón destruyó toda organización obrera independiente, empezando por el Partido Laborista, e incluso ordenó represiones brutales a luchas que escapaban de su control. Y en el período entre su derrocamiento y el regreso al gobierno (1955-1973) el y sus ayudantes sabotearon y condujeron a la derrota a una de las luchas más heroicas que llevó adelante el movimiento obrero argentino: la Resistencia. Y cuando volvió al gobierno, ya adaptado al dominio yanqui y reconciliado con el resto de las patronales; lo hizo ya no para sabotear las luchas sino para enfrentarlas, apoyándose en los dirigentes de la CGT para cumplir con los deseos de los nuevos amos yanquis: había llegado la hora de la “paz social”
Garantía de hambre, saqueo y explotación
Con la posibilidad de que surgiera una alternativa revolucionaria a su dominio político y sindical truncada por el genocidio del Proceso; desde los ‘80 el peronismo abandonó las “tres banderas” proclamadas en los años ’40 (justicia social, independencia económica y soberanía política), y usó su control sobre las organizaciones obreras y populares para dejar pasar todas las políticas de hambre que pudiera, y para tratar de impedir estallidos que se llevaran puestos a los gobiernos ajustadores. Así desvió las grandes luchas de 1982, 1989 y 2001, facilitó el vaciamiento menemista y los pagos de deuda externa del kirchnerismo, impidió la caída de Macri, y ahora unifica todos los sectores que se fueron dividiendo por el costo político de cada entrega, detrás de un candidato que promete continuar el ajuste, y que ante las políticas de hambre del macrismo, pide que “evitemos salir a la calle”…
Nosotros creemos que la salida pasa por lo contrario: por recuperar las lecciones de la Historia y volver a aplicarlas. No necesitamos “evitar la calle”, sino hacer nuestro propio “17 de octubre”; tomando las calles para echar a Macri y a todos los políticos patronales que nos traen miseria y represión. Un “17 de octubre”, no para hacerle prestigio a un dirigente capitalista “nacional y popular” que después nos termine vendiendo; sino para imponer un gobierno de los trabajadores y el pueblo, un gobierno que cumpla con las tres banderas de justicia social, independencia económica y soberanía política de la única manera posible: cortando el saqueo imperialista mediante el no pago de la deuda externa y las nacionalizaciones, expropiando las principales empresas, y organizando un plan económico obrero y popular. Para que todo esto sea posible, es necesario terminar de barrer a lo que queda del peronismo atornillado a las direcciones de las organizaciones obreras y populares; y darle el pueblo trabajador una nueva dirección política y sindical basada en los mejores luchadores: obrera, socialista y revolucionaria. Desde el PSTU invitamos a todos los luchadores y luchadoras a sumarse a esta tarea.