Hoy la situación de pandemia y crisis económica ha dejado en evidencia la cruda realidad en que viven las mujeres lesbianas, bisexuales, travestis y trans en nuestro país y en el mundo. Y como, a pesar de los discursos “progresivos” del Gobierno y la implementación de algunas medidas más que insuficientes, la violencia recrudece día a día. Pero lamentablemente no es una novedad para nosotres la violación a los derechos humanos, las carencias y la falta de políticas públicas en el sector.
Lo que la pandemia les dejó
Las mujeres lesbianas o bisexuales sufren una violencia específica dentro de la sociedad, una combinación de machismo y homofobia que se expresa de diversas formas, desde la dificultad de conseguir un empleo o el rechazo en el ambiente familiar, hasta sus formas más crueles, en los índices de asesinatos motivados por el odio.
La violencia institucional contra este colectivo sigue siendo moneda corriente. Recordemos que en el año 2017 una joven lesbiana fue detenida por la Policía de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por dar un beso a su pareja en la calle. La justicia machista y burguesa la sentenció en 2019 a un año de prisión en suspenso.
A pesar de esto podríamos decir que el sector más afectado y vulnerable ante la pandemia son las mujeres trans, porque lamentablemente más de un 60% aún debe ejercer la prostitución como forma de trabajo. Una razón importante es que la mitad no logra terminar la escuela, en gran parte por la discriminación a la que son sometides. Esto demuestra la importancia de que se aplique y amplíe la Ley de Educación Sexual Integral (ESI), no sólo porque la educación sexual es parte de la educación de calidad que es derecho de todes, sino porque para las mujeres trans, travas, lesbianas o bisexuales es vital para no transcurrir su infancia y adolescencia excluidas.
Además según un informe realizado en 2014, sólo el 18% ha tenido acceso a un trabajo formal y menos del 10% tiene obra social. Situación que se ha agravado en 2020. Las compañeras que reciben ingresos por trabajo diario ya no lo conservan, y no tienen para comer. Miles se encuentran en una emergencia habitacional: según la Encuesta Nacional de Alquileres del mes de mayo, el 85% no pudo pagar el alquiler y el 57% se quedó sin ingresos económicos. Es por eso que muchas debieron retornar a las calles o empujadas a ocupar tierras, sufriendo represión gubernamental y todo tipo de violencia.
Según el INDEC el 83% de las personas trans han sido víctimas de actos de violencia graves y discriminación policial. La presidenta de la Asociación Travestis Transexuales Transgéneros Argentina (ATTTA) dijo “Hay lugares en que la pandemia lo que hizo también es recrudecer la violencia. La policía salió a cazarnos. Cada vez que ven una mujer trans, le piden documento, las violentan, las insultan. Siempre hay mucha amenaza de que te van a hacer un acta”.
De acuerdo a los datos difundidos por el Observatorio “Mujeres, Disidencias, Derechos” (MuMaLa), en lo que va del 2020 se registraron en el país al menos cien hechos de violencia hacia la diversidad sexual, de los cuales cuatro terminaron con la vida de las personas agredidas. Entre estos actos de violencia, contabilizaron que cincuenta y seis fueron ataques de odio, hubo cuatro crímenes de odio (homicidios) y cuarenta califican como travesticidios sociales, es decir, muertes prematuras y evitables como consecuencia de una cadena de exclusiones sistemáticas (expulsión de sus hogares, la dificultad para acceder al sistema salud, educación, trabajo, entre otros) que dan como resultado una expectativa de vida de sólo 35 años para las personas trans en Argentina.
Respecto de las víctimas de los ataques, estas fueron mayoritariamente travestis y mujeres trans (48%), seguidas por gays (31%), lesbianas (12%), varones trans (5%) y no binaries (2%). La mayoría de las muertes de las personas trans, no sólo los travesticidios o transfemicidios, son crímenes de odio porque son el resultado de un abandono estructural del Estado. No es actual ni coyuntural, sino que tiene que ver con décadas de explotación, exclusión, marginación, violencia y discriminación.
En cuanto a la salud las mujeres trans están más expuestas a los contagios, muchas incluso tienen HIV, por lo que son grupo de riesgo y la mayoría no cuenta con una vivienda ni salario ni mucho menos obra social para mantenerse aisladas, sin nombrar otras enfermedades que tienen por su condición de vulnerabilidad.
El rol que están cumpliendo las direcciones
Lamentablemente muchas de las direcciones de las organizaciones del colectivo priorizan hoy su apoyo al Gobierno. Además han ingresado en secretarías al interior del Gobierno en algunas partes del país, y proponen dar debates y hacer exigencias desde adentro, dejando las calles vacías, llamando a confiar en que la solución va a venir desde lo democrático, desde las instituciones. Incluso la Marcha del Orgullo se realizó en forma virtual con más 10 mil personas.
Nosotres decimos que cada derecho que se consiguió en el sector fue gracias a la lucha en las calles y estamos convencides de que el lugar que tenemos que ocupar es ese, sobre todo hoy que las mujeres estamos viviendo una situación tan crítica.
Las medidas del Gobierno son insuficientes
Una medida del Gobierno en pandemia fue un programa que brindaba a travestis y trans una suma de $8.500 (50% del salario vital y móvil), un monto menor al IFE, muy por debajo de la línea de la pobreza y que además dejó a muches afuera, en numerosos casos sin ninguna entrada económica.
Con respecto a la crisis habitacional, como dijimos anteriormente hubo muchos desalojos en época de pandemia. El decreto nacional de suspender los desalojos de inquilines por falta de pago, incluye a hoteles y pensiones. La mayoría de las travestis y trans que habitan en esos sitios, pagan diariamente y sin contrato, lo que las deja expuestas a extorsiones y amenazas por parte de les propietaries que incumplen el decreto. Según el informe, se reportaron cientos de casos donde estos les arrojaron a las calles por no poder continuar abonando. Uno de los casos más difundidos fue en el barrio porteño de Balvanera: el dueño del Hotel Saavedra amenazó con desalojar a ocho travestis que vivían allí. Pero no conocemos ni una sola multa o sanción a los dueños de hoteles y viviendas por no respetar el decreto que contempla el no pago de los alquileres por la crisis, y hasta en muchos casos aumentando los mismos.
Si hablamos del Cupo Laboral Trans, el Decreto establece que “los cargos de personal [del sector público] deberán ser ocupados en una proporción no inferior al 1% por personas travestis, transexuales y transgénero que reúnan las condiciones de idoneidad para el cargo.” Además, agrega que si las personas aspirantes a estos puestos de trabajo no han terminado la escuela, se les permitirá cursar para terminar.
Sin embargo, no dice nada sobre cómo se garantiza que permanezcan en el trabajo, ni de qué modo asegurar la continuidad educativa, o cómo van a acceder a la salud o la vivienda. Tampoco contempla la posibilidad de becas, capacitaciones, ni realiza exigencias al sector privado, como sí lo hacen algunos proyectos que están actualmente durmiendo en el Congreso.
Igual que en el caso de los decretos antidespidos, el problema principal es cómo hacer que esto se aplique. ¿Con qué mecanismos el Gobierno lo controla? Ninguno. Esto significa que, aunque existen avances en las leyes, las personas trans siguen siendo víctimas de la discriminación y de todas las violencias que ya se mencionaron.
Es por esto, que no alcanza con una ley y mucho menos una que sólo regule un aspecto de la vida. El problema es mucho más profundo.
Necesitamos soluciones de fondo
Nosotres decimos que las medidas son insuficientes porque son medidas momentáneas y no de fondo, no hay manera de solucionar el problema de la desigualdad, exclusión, marginalidad, discriminación y violencia para el colectivo LGBT si no se elabora y pone en marcha un plan de acción integral, además de que se apliquen leyes que ya existen.
Sabemos que esto no sólo se construye con buenas ideas, es necesario tener presupuesto. Para eso, el Gobierno debería dejar de pagar la deuda externa, implementar de una vez el impuesto a las grandes fortunas y megaempresas, y destinar esa plata para lo que necesitamos les trabajadores y el pueblo.
Esta pelea la tenemos que tomar entre todes, especialmente las centrales obreras, los sindicatos y los centros de estudiantes. Debemos unir las luchas de las mujeres lesbianas, bisexuales, travestis, trans y todes les oprimides por sus derechos con las restantes reivindicaciones de la clase trabajadora, para pelear juntes por un mundo diferente, sin explotación ni opresiones.