3J: ¡NI UNA MENOS POR VIOLENCIA MACHISTA, NI UNA POBRE MAS!

El próximo 3J nos encuentra con un diagnóstico muy parecido a otros años. Pandemia por medio, las condiciones de vida del pueblo trabajador empeoraron, y con ellas, las mujeres quedamos desempleadas o con salarios de miseria, muy inferiores a los de los trabajadores varones. La independencia económica para las mujeres trabajadoras se ve cada vez más lejos en el horizonte

 

Violencia son los golpes, violencia es la dependencia económica

A poco de un nuevo 3J, todas las cifras relacionadas a la violencia machista contra las mujeres han empeorado: solo en el primer trimestre del año contamos 84 femicidios y 3 trans/travesticidios, 86 hijes quedaron sin madres. El lugar más inseguro continúa siendo el hogar de la víctima, y eso ya no es una novedad. Mientras tanto, cada día en Argentina se denuncian 79 ataques sexuales (incontables casos quedan sin registro). Los femicidios y las agresiones sexuales son el pico máximo de una ola de violencia machista que no para de crecer, pero que tiene múltiples manifestaciones en la cotidianeidad de las mujeres.

La más importante de ellas es la dependencia económica, que se da aunque las mujeres trabajemos y cobremos un salario. Ya sea por el control sobre los ingresos del hogar que ostentan los varones, o ya sea por los bajos salarios que cobramos las mujeres aun trabajando fuera de nuestro hogar. En cualquier circunstancia estamos en inferioridad de condiciones económicas respecto a los trabajadores varones ya que “las mujeres tienen menor acceso al mercado de trabajo, y cuando acceden generalmente lo hacen a trabajos de mayor informalidad y peor remunerados”.

La violencia económica muchas veces se percibe como parte de la normalidad, pues existe una asignación social de roles en la pareja que se reproduce día a día, que ubica al hombre como el proveedor de los recursos en una familia, y a la mujer como dependiente, aunque sea ella quien genere esos recursos. Incluso ante situaciones de violencia física, la mayoría de las mujeres se ve imposibilitada de separarse ya que no cuenta con ingresos o no los controla. Y aunque haga lindos discursos y algunas leyes, el Gobierno de Fernández no ha modificado esa realidad, por ejemplo siguen sin haber refugios para mujeres y sus hijes acordes a la cantidad de casos que los necesitarían.

Aún luego de una separación, la negativa de muchos varones en cumplir la cuota alimentaria de sus hijes (que la mayoría de las veces no alcanza para mantenerles en serio) y los largos procesos judiciales que esta situación conlleva, son parte del mecanismo de sometimiento de las mujeres. Ambos ante el control económico de los hombres, que cuenta con la mirada cómplice de la justicia machista (ver nota Justicia y cuotas alimentarias)

Violencia es el ajuste del Gobierno y pagar la Deuda Externa

Actualmente el salario mínimo de les trabajadores en Argentina es de apenas $33.000.-, mientras que el salario promedio es de $55.823.- Pero fueron los varones quienes “tuvieron un ingreso promedio de $60.132.-, mientras que el de las mujeres fue de $45.154.-, siendo que la canasta básica es de más de $90.000.- Los hogares monoparentales son la mayoría dirigidos por jefas de hogar y allí la pobreza es mayor que si lo dirigiera un hombre.

Por eso, la principal pelea que hoy debemos encarar de conjunto es la de tener salarios que alcancen para dejar de ser pobres. 

Las paritarias conseguidas por las dirigencias traidoras de los sindicatos siguen yendo al ritmo de lo que el Gobierno necesita, que es aplicar mas ajustes para seguir pagando la usuraria Deuda Externa. Mientras tanto, las direcciones del movimiento de mujeres que son parte del gobierno actual, acompañan con silencio y complicidad. 

Nos organizamos por abajo para seguir luchando

No podemos seguir tolerando que las mujeres cobremos menos que los varones por el mismo trabajo. Necesitamos conquistar en cada fabrica que las mujeres tengamos las mismas categorías que los trabajadores varones para emparejar el salario. Al mismo tiempo, dentro de cada sindicato no contamos con un espacio real donde discutir y organizarnos por nuestras necesidades y desde ahí impulsarlas junto a nuestros compañeros de trabajo.  

La necesidad de guarderías, jardines de primera infancia y lugares de cuidados estatales y gratuitos de calidad es urgente: no podemos continuar obligadas a elegir entre salir a trabajar fuera del hogar o cuidar a hijes, ancianos/as. No alcanza con reglamentar tal o cual artículo de la Ley de Contrato de Trabajo, que exige guarderías en las empresas hace tantos años, pero que deja afuera a un universo gigante de padres y madres cuyos hijes son mayores de 3 años, que no trabajan en el sector privado o con trabajos precarios. Y tampoco alcanza el papel: tal como con el aborto legal, el cupo laboral travesti trans y tantas otras conquistas, tenemos que seguir luchando por su aplicación y al mismo tiempo dar otras peleas igual de urgentes. 

Está claro que, si no nos organizamos por abajo para dar estas peleas, y con nuestros compañeros, en vez de avanzar, retrocederemos.

En este 3J deben incluirse estos reclamos en cada pliego de reivindicaciones comunes de cada fábrica, lugar de trabajo o estudio. Ya que todo esto afecta la posibilidad de que las mujeres ocupemos el lugar que nos corresponde al lado de los trabajadores varones en la lucha por seguir conquistando lo necesario para una vida digna. Es imprescindible organizarse en cada lugar por estas cuestiones y salir a pelearlas hasta imponerlas: ¡Ni una menos por violencia machista, ni una pobre más!