Este año el macrismo avanzó aún más con las leyes represivas (una verdadera “pesada herencia” K), persiguiendo a los trabajadores que luchan, metiendo nuevamente a la policía en las escuelas, desempolvando la teoría de los dos demonios, devolviéndole a las FFAA el manejo de los ascensos y volviendo a sacar carapintadas a la calle (ver página 14) . El colmo de la impunidad sin embargo fue el beneficio de prisión domiciliaria que la justicia le dió a Miguel Etchecolatz hace un par de semanas. A diez años de la desaparición de Julio Lopez y a cuarenta de la Noche de los Lápices, de la cual es el genocida responsable.
Aun así, la represión y la impunidad no son una novedad, sino un común denominador. La Obediencia Debida, el Punto Final, los indultos, los muertos por represión como en el 2001, los más de 4600 asesinados a manos de la policía, las leyes represivas de todos estos años, los Milani y demás se suman a todo lo señalado antes y nos dejan en claro que la justicia y todos los que gobernaron estos últimos años tuvieron un acuerdo de fondo. El kirchnerismo bajo algún que otro cuadro pero nunca quisieron tocar la pared.
Una lucha de fondo
En 1983 los trabajadores y el pueblo nos sacamos de encima a la dictadura, pero si bien la Argentina democrática a los jóvenes nos garantizó el que no nos maten por luchar (y hasta ahí nomás), lejos estuvo de solucionar el problema de fondo.
En las últimas décadas lo único que avanzó para nosotros fue la precarización. Uno a uno los gobiernos fueron aportando lo suyo y hoy el mas de 45% de precarización laboral que nos dejó Cristina se convirtió en 57% gracias al PRO. El trabajo en negro, los horarios rotativos, la falta de días de estudio, los salarios de miseria, todo suma para hacer aún más urgente la necesidad por el boleto educativo gratuito por el que peleaban en La Plata hace 40 años. Fueron los mismos gobiernos los que no solo precarizaron nuestro trabajo, sino también nuestra educación. De acuerdo a los dictámenes internacionales nos ajustaron los planes de estudio en escuelas y facultades, y nos ataron año a año a las necesidades del mercado, condenándonos (aún más) a peores condiciones.
La marcha educativa, de más de 50 mil personas que tuvimos en mayo, demostró que la lucha por el boleto educativo sigue viva. Conforme avanza el ajuste, los que cada día se van quedando afuera de la educación son los trabajadores y sus hijos a causa del tarifazo en transporte, los aumentos en las fotocopias y materiales de estudio, la falta de guarderías para los hijos, los precios de la comida y demás, por eso esta lucha solo se puede dar de forma consecuente en unidad con los trabajadores.
Para que los lápices sigan escribiendo necesitamos hacer converger los 12 de Mayo con los 29 de Abril y los 2 de Septiembre, en dirección a un Paro Nacional. Solo eso puede abrirnos la puerta hacia alguna salida, porque la lucha por el boleto educativo no debe ser una aislada. Es imposible pensar que los jóvenes desaparecidos en la Noche de los Lápices no iban contra la mismísima dictadura. Del mismo modo, es un sinsentido pensar en conseguir el boleto educativo hoy sin luchar contra la precarización y la represión creciente, es decir, sin luchar contra el ajuste macrista y sus cómplices de todos los colores.