Continuamos con un segundo artículo de la serie comenzada en el número anterior. En este caso analizaremos los acontecimientos desde el comienzo hasta la finalización de la guerra con la derrota argentina.
Como habíamos mencionado en el artículo anterior de esta serie (1), el 30 de marzo de 1982 la CGT Brasil que encabezaba Saúl Ubaldini decretó un paro y movilización con concentración en Plaza de Mayo bajo la consigna “Paz, Pan y Trabajo”. Producto de la crisis económica y social a la que nos arrastraba la Dictadura se habían producido importantes despidos en automotrices, junto al estallido de la tablita cambiaria, una devaluación muy importante y el Proceso Militar había comenzado a perder parte de la apoyatura que había tenido en la clase media, que había disfrutado de la “plata dulce” y de los viajes al exterior. La movilización no pudo entrar a Plaza de Mayo producto de la brutal represión con carros hidrantes, los tenebrosos Ford Falcon verdes de la policía, camiones celulares, golpizas y balas. No obstante la concentración obrera fue muy importante, siendo un gran desafío a la Dictadura y se cantó él “se va a acabar, se va a acabar la dictadura militar”, que sería un grito de lucha hasta el final de la misma. Hubo cerca de 2000 detenidas y detenidos entre ellos toda la cúpula de la CGT Brasil. Fue una gran concentración centralmente en CABA, pero también en otras ciudades como Mendoza donde fue asesinado un trabajador. Se estaba produciendo un quiebre muy importante en el control del régimen militar y una ruptura por abajo que se manifestaba en la masividad de la huelga llevada adelante por la CGT y la concentración.
En ese contexto es que el 2 de abril el pueblo despierta con una noticia increíble. Habían sido ocupadas y recuperadas las Islas Malvinas por parte del Estado Argentino. En un primer momento hubo una gran confusión en parte del activismo y en parte de las luchadoras y los luchadores que habían estado el 30 de marzo, muchos de los cuales estaban aún encarcelados. Por esas ironías de la historia, posiblemente el gobierno más pro imperialista que tuvo la Argentina estaba llevando adelante una medida antiimperialista soberana y muy sentida para la totalidad del pueblo argentino.
Esta contradicción sólo se puede entender como el intento de Galtieri y la Junta Militar de sostenerse en el poder durante algunos años más apelando a una medida aventurera que les permitiera recuperar popularidad. Reflejaban a un sector de la burguesía vinculado a la “timba financiera” y al saqueo del Estado desde la “patria contratista”, que veían amenazados sus negocios ante la crisis y el ascenso que acorralaban a la Dictadura. Los militares calcularon torpemente que el imperialismo yanqui les iba a perdonar la ocupación de las islas en reconocimiento de sus servicios contrarrevolucionarios, tanto en nuestro país como en Latinoamérica, y que todo acabaría en una negociación amable con su mediación. Por eso, como ellos mismos declararon después, nunca pensaron en iniciar ninguna guerra.
Por otra parte para el gobierno imperialista de la conservadora Margaret Thatcher, que era odiada por el proletariado inglés como ya lo estaba mostrando un ascenso de luchas importantes de la clase obrera, Malvinas se presentaba como un hecho político de magnitudes para fortalecer su gobierno. Y por eso la respuesta británica no se demoró. Declaró la guerra a la Argentina y envió al sur la flota más importante desde la Segunda Guerra Mundial. También impulsó rápidamente sanciones económicas y la ruptura de relaciones con Argentina. A propuesta de Gran Bretaña el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 502 que condenó la ocupación Argentina y exigía el retiro de sus tropas de las islas. Todo el imperialismo europeo y norteamericano rápidamente se alineó con Gran Bretaña aplicando sanciones de todo tipo contra la Argentina como la prohibición de importaciones y venta de armas entre otras cosas.
Argentina en guerra con el imperialismo
El día 5 de abril parte la flota británica e impone una zona de exclusión alrededor de las islas. El imperialismo yanqui opera fuertemente y envía a su Secretario de Estado, Alexander Haig, para que en nombre de una supuesta negociación establezca los términos de rendición y el retiro de las tropas argentinas de las Islas Malvinas. Galtieri admitió luego que no podía aceptar las propuestas del «mediador» Secretario de Estado «en ese momento, con toda la gente en la calle«, «todas las encuestas que recibíamos nos indicaban el estado de euforia que se vivía en la población«.(2)
El día 10 de Abril, Galtieri convoca a una movilización en Plaza de Mayo y hay 150.000 personas en la concentración. Nuestro PST se hace presente con un volante que plantea entre otras consignas “Luchemos Unidos contra el imperialismo sin dar ninguna confianza ni apoyo al actual gobierno militar”. Hay un repudio generalizado a la intervención de Haig y una gran rechifla al intento de Galtieri de reivindicar su gestión.
Por otro lado el apoyo norteamericano a Gran Bretaña económica y militarmente es descarado. Rápidamente los pactos coloniales que nos atan al imperialismo como el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca) entran en crisis. Con excepción de EEUU, los países latinoamericanos que conforman el mismo apoyan a la Argentina. Inmediatamente después de esto el imperialismo norteamericano anuncia públicamente su apoyo incondicional a Gran Bretaña.
El 25 de abril se produce el desembarco británico en las Georgias del Sur. Al otro día la CGT convoca a una concentración en Plaza de Mayo donde concurren 10.000 personas y se exige la incautación de las propiedades inglesas y el No Pago de la Deuda Externa. «Levadura, levadura, apoyamos las Malvinas pero no a la dictadura» fue la consigna más coreada. El PST participa con una bandera que dice “Nacionalicemos YA el banco de Londres”.
Días después se produce la rendición Argentina sin combate en la Georgias del Sur y se ve por fotografías que quien la encabeza es el luego siniestramente célebre capitán Alfredo Astiz.
Una movilización antiimperialista continental
La guerra desata una oleada de solidaridad antiimperialista en América Latina. Los portuarios peruanos, venezolanos y colombianos se niegan a cargar los barcos ingleses. Muchos peruanos y 25.000 bolivianos residentes en Argentina se anotan como voluntarios para combatir junto al pueblo argentino. El 12 de mayo hay una movilización de 150.000 personas en apoyo a la Argentina que recorre 40 cuadras en Lima, convocada por el “Comité peruano – argentino de solidaridad con el pueblo argentino”. En el comité participan compañeros de la recién fundada LIT (CI), del PST de Perú y Eduardo Espósito, dirigente del PST argentino allí exiliado. Varios gobiernos como el del Perú, Cuba y Nicaragua ofrecen armamentos, aviones y barcos para dar batalla.
En la Argentina mientras tanto el espíritu combativo de la población estaba alto. Miles donaban alimentos, frazadas, medicinas y joyas al fondo solidario y sangre para los combatientes argentinos. Y en las escuelas se escribían cartas de aliento para los jóvenes soldados.
La burguesía a la cabeza del bando derrotista
Pero mientras en los sectores obreros y populares crecía la movilización antiimperialista, la burguesía argentina, socia menor del imperialismo, rechazaba horrorizada la guerra y comenzó a trabajar para la derrota. Incluso en connivencia con la embajada yanqui donde se negociaba un posible gobierno civil que acuerde rápidamente la retirada de las tropas argentinas de las Islas Malvinas.
Carlos Contin, dirigente de la UCR y principal dirigente de la Multipartidaria dijo: “es la hora de los grandes silencios“, y es prácticamente lo que hicieron todos los dirigentes de estos partidos burgueses. No tuvieron nada que decir, hacer y ni proponer para el triunfo contra el imperialismo. Entre los fieles exponentes de esta postura derrotista estuvo también el que sería presidente en 1983, Raúl Alfonsín, de la UCR.
Pero el caso más llamativo fue el del peronismo. Para un partido que se define como un “movimiento nacional” que levanta como banderas la soberanía económica y política, esta tendría que haber sido su hora. Pero salvo muy contadas excepciones nada hizo para impulsar la movilización ni medidas antiimperialistas para el triunfo argentino. Otro tanto ocurrió con las dos centrales sindicales que respondían al peronismo. Ni la CGT Azopardo (colaboracionista con la Dictadura) ni la opositora CGT Brasil. Esta última luego de la primera movilización donde planteó algunas medidas correctas, se llamó a silencio para reaparecer finalmente como impulsora del acto derrotista del Papa. De conjunto tanto el justicialismo, el radicalismo, como los demás partidos que formaron la Multipartidaria no hicieron más que reflejar la impotencia y la cobardía de una clase que es incapaz de enfrentar a fondo al imperialismo.
El Papa sella la rendición
Pero le hubiera sido imposible a la burguesía imponer a las masas movilizadas la rendición sin el apoyo de la más antigua institución contrarrevolucionaria: la Iglesia Católica. El viaje del Papa Juan Pablo II a nuestro país fue la gran operación contrarrevolucionaria que permitió días después la capitulación de los militares. Previamente había realizado un viaje a Gran Bretaña donde se reunió con la jefa de los piratas, Margaret Thatcher, y bendijo al príncipe Andrés. Luego vino a la Argentina a predicar hipócritamente la paz mientras no decía ni una palabra de condena al ataque británico o al hundimiento el 2 de mayo del crucero Gral. Belgrano, fuera de la zona de exclusión fijada por la Thatcher. El Papa no era neutral: la paz que predicaba era la de la rendición argentina. Y esa política fue apoyada por el conjunto de la burguesía, sus partidos, la propia Dictadura y las CGTs que llamaron a concurrir a su multitudinaria misa el 11 de junio. Tres días después el Gral. Menéndez firmaba la capitulación argentina en Puerto Argentino y finalizaba la guerra. El 15 de junio la Dictadura convoca a la Plaza de Mayo donde iba a hablar Galtieri. La indignación crece y una multitud al grito de «los pibes murieron, los jefes los vendieron» y «Se va a acabar, se va a acabar…» se enfrentó a las fuerzas policiales, que se dividen ante la manifestación. Cae Galtieri, se disuelve la Junta de Comandantes y se inicia otro capítulo de nuestra historia. El “Proceso de Reorganización Nacional” había sido barrido por la movilización revolucionaria antiimperialista que contradictoriamente había desatado. La movilización del 15 de junio de 1982 fue el empujón final. El Gral. Reynaldo Bignone asumirá varios días después con el apoyo de la Multipartidaria para administrar la derrota del régimen y encauzar el proceso hacia las elecciones.
NOTAS
(1) Del triunfo del golpe a la agonía de la dictadura genocida. Avanzada Socialista, Nueva Época N°1
(2) Reportaje a Galtieri en diario Clarín. Citado en Malvinas prueba de fuego, marzo de 1987.