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66 AÑOS DE LA «LIBERTADORA»: UN GOLPE PARA SOMETER A UN PAÍS

Un 16 de septiembre de 1955, se iniciaba el golpe que la Iglesia, los dueños del país y los milicos venían preparando contra Juan Domingo Perón, a pedido de los yanquis. Su triunfo, facilitado por la negativa de Perón a permitir que el pueblo trabajador respondiera al ataque gorila, terminó de someter al país al dominio de los EE.UU., sometimiento que seguimos sufriendo hasta la fecha.

 

El peronismo había surgido como la expresión política de los sectores de poder que pretendían mantener sus privilegios -conseguidos gracias al “trato privilegiado” que les había dado Gran Bretaña cuando era la potencia dominante-, frente al dominio de EE.UU., que no tenía pensado dar ese trato a la clase patronal argentina. Por lo que, guiados por Perón, esos sectores de poder pactaron con la parte más importante del movimiento obrero, reconociendo derechos a cambio de apoyo político incondicional, que les permitió acaparar el poder político y usarlo para negociar con el imperialismo norteamericano.

Pero para la década del ‘50, los yanquis habían terminado de imponer su dominio, centralizando el mercado mundial sin dar espacio al desarrollo de experiencias nacionales de capitalismo independiente. Y aunque Perón envió señales de conciliación al orden imperialista y las patronales locales que lo representaban, la Casa Blanca no estaba dispuesta a negociar: el problema para el imperialismo era que el peronismo seguía permitiendo la existencia de un fuertísimo y muy bien organizado movimiento obrero, que era un obstáculo para la explotación y el saqueo del país. 

Perón se rindió sin pelear

Con el peronismo retrocediendo y el imperialismo yanqui avanzando, los golpistas pasaron a la ofensiva con la Iglesia Católica al frente. El 16 de junio habían tenido su ensayo, masacrando centenares de civiles desarmados mediante bombardeos y ametrallamientos en plena Plaza de Mayo. Fue la acción espontánea de la clase obrera la que frenó la intentona, permitiendo que los focos golpistas fueran sofocados. Nuestra corriente política, en aquel momento bajo el nombre de Federación Bonaerense del Partido Socialista de la Revolución Nacional (PSRN), señaló a los obreros que el golpe que se venía buscaba imponer una explotación brutal, y que había que armarse para impedirlo. Buena parte de los obreros peronistas también lo vieron así, y esperaron que el Gobierno proveyera el armamento.

Pero de ninguna manera Perón daría armas a los obreros: sabía que de hacerlo, nada impediría que, una vez derrotado el golpe, la clase obrera quisiera ajustar cuentas con los dueños de las fábricas y las tierras, derrumbando el orden capitalista. Así que no hizo nada para frenar el golpe: según él se trataba de impedir un derramamiento de sangre, pero sin embargo la sangre la pusieron los de siempre, o sea los laburantes del gran Buenos Aires, del conurbano rosarino, de Mar del Plata, etc. 

La heroica Resistencia a los “gorilas”

Sin armas, sin organización, y con sus dirigentes garantizando la derrota, la clase obrera y el pueblo enfrentaron el golpe como pudieron, aun sabiendo de la saña revanchista que desplegarían las clases acomodadas y los yanquis, una vez en el poder. Y así fue: los golpistas arrasaron con la CGT, destruyeron la Fundación Evita, persiguieron a cada Comisión Interna y Cuerpo de Delegados. El discurso democrático y conciliador de los golpistas se desmentía en la proscripción del partido mayoritario, en los allanamientos, torturas y fusilamientos.

Pero la clase obrera no se rindió. Usando todos los métodos a su alcance, los trabajadores le hicieron cada día la vida imposible a la Dictadura Militar: pintadas, bombas, paros ilegales organizados clandestinamente, demostraban la fuerza del movimiento obrero, fuerza que no iba a ser vencida ni con todas las picanas y los fusiles Mauser de los milicos. Esa etapa, conocida como «la Resistencia», fue una de las páginas más heroicas de la historia de nuestra clase, y la corriente política a la cual pertenece el PSTU estuvo ahí, en primera línea, organizando la lucha obrera junto a los millones de trabajadores y trabajadoras peronistas.

66 años de entrega y de luchas

Sin embargo, esas luchas fueron sacrificadas a través de pactos turbios, o por la vía muerta de las elecciones. Y esto sucedió por la misma razón que triunfó el Golpe del ’55: la dirigencia peronista del movimiento obrero, incluso la nueva dirigencia surgida al calor de las luchas, basó su política en defender que se podía alcanzar un capitalismo respetuoso con la clase obrera. Algo imposible: el capitalismo solo se sostiene explotando cada vez más duro a los trabajadores, y la patronal argentina solo se sostiene haciendo que cada día estemos un poco más colonizados: basta leer o escuchar los discursos de hoy de los candidatos patronales para ver las mismas ideas que trajeron los golpistas del ’55.

Nuestra corriente, liderada por Nahuel Moreno, siempre combatió ese dominio patronal e imperialista, y acompañó a la clase obrera antes, durante y después del Golpe de 1955, y en cada lucha hasta la fecha. Enfrentó a los “gorilas” junto a los trabajadores, tratando de demostrarles que no se puede confiar en ningún sector patronal, y que solo se podía derrotar a los explotadores tomando las armas e imponiendo el poder obrero en todo el país. 

66 años de peleas heroicas y traiciones vergonzosas, 66 años de patronales cada día más gorilas y explotadoras, nos han dado la razón. Como en aquellos años, estamos en cada lucha poniendo nuestra militancia al servicio de sus triunfos, y combatiendo la creencia de que aún podemos esperar algo bueno del capitalismo. Quienes quieran enfrentar a la patronal hasta el final, tienen un lugar junto al PSTU.