“Con sangre escribimos para Palestina”. La frase del revolucionario marxista Ghasan Kanafani (1936-1972) revela la fuerza de la resistencia heroica e histórica de su pueblo, que no se dobla ante la brutalidad de la colonización israelí. Son 74 años de continua Nakba (catástrofe cuya piedra angular es la formación en 78% de las tierras palestinas del Estado racista de Israel el 15 de mayo de 1948, mediante limpieza étnica planificada). Los palestinos existen porque resisten, desde el nacimiento hasta la muerte.
Por: Soraya Misleh
Este año, el Día de la Nakba ocurre bajo el signo de la ejecución de la corresponsal de Al Jazeera, la periodista palestina Shireen Abu Akleh, que llevó un tiro en la cabeza mientras cubría la brutalidad de la ocupación israelí en la aldea palestina de Jenin. Hasta su funeral fue atacado, incluso los que sostenían su cajón fueron agredidos. Los palestinos, en resistencia, llenaron Jerusalén y toda el área alrededor de la Iglesia. La multitud, que homenajeaba a su mártir y se negaba a curvarse a los designios del colonizador, se extendió por 75 kilómetros.
Ver artículo en: https://litci.org/es/el-ejercito-israeli-ejecuta-a-reportera-palestina-de-un-tiro-en-la-cabeza/
Los intentos de silenciar las voces palestinas son parte de la continua Nakba. Shireen no es la única. Solamente este año fueron cerca de 60 palestinos asesinados, incluidos niños. Según el Sindicato de Periodistas Palestinos, fueron 86 los periodistas asesinados por Israel desde 1967 (cuando el Estado sionista ocupó militarmente el 22% restante de Palestina (Gaza, Cisjordania y la Ciudad Vieja de Jerusalén). Kanafani; el dibujante Naji Al Ali; el fotógrafo de Gaza, Yasser Murtaja (durante la Gran Marcha del Retorno, en 2018) están entre ellos, anualmente, en promedio son 500 a 700 periodistas atacados brutalmente.
Pero la sangre derramada sigue fermentando la resistencia –y ampliando el desgaste internacional del proyecto colonial sionista, en franco declive hace años–. La impunidad y el aval al Estado racista de Israel, sumado a su génesis criminal, lo dejó confortable para no maquillar más su horrenda cara para el mundo. La ejecución de Shireen, bombardeos masivos a Gaza, profanación y violencia de la Mezquita de Al Aqsa, como se vio una vez más este año durante el período sagrado del Ramadán– con centenas de palestinos heridos– son actos que los medios de comunicación en manos de los grandes capitalistas, al servicio del imperialismo estadounidense, no han conseguido omitir. Entonces, buscan la artimaña de las distorsiones y mentiras para encubrir la limpieza étnica, el apartheid, y así mantienen a los palestinos y a Palestina como ilustres desconocidos. El hecho es que Israel es sinónimo de crimen contra la humanidad. Esas ofensivas contra los palestinos y los asesinatos no son puntuales o aislados. Son parte de la barbarie cotidiana del sionismo.
Es la continua Nakba, que comenzó a ser delineada mucho antes de 1948, a partir del surgimiento del sionismo político moderno a finales del siglo XIX. La alianza con el imperialismo para la colonización es parte intrínseca, así como la limpieza étnica; siempre estuvieron en el horizonte y son parte de la planificación. Imperialismo/sionismo son enemigos poderosos de la causa palestina, identificados por Kanafani en su obra A revolta de 1936-1939 em Palestina (Editora Sundermann), además de otros dos cuyo papel nefasto a lo largo de la historia han impedido la liberación: los regímenes árabes y la burguesía árabe-palestina. Lamentablemente, estos enemigos continúan actuales. La normalización de dictaduras árabes con el Estado de Israel en los últimos años es apenas la punta del iceberg.
La catástrofe del pueblo palestino
El destino de Palestina era sellado en la promesa al imperialismo de lo que el sionismo llamaba puesto avanzado de civilización contra la barbarie. O sea, su enclave militar en la región de Medio Oriente y el Norte de África, para seguir usurpando sus riquezas en una región rica en petróleo y agua subterránea.
La historia de la colonización de Palestina está repleta de estos negociados, al margen de una vida palestina que seguía y se daba sobre todo en las áreas rurales, donde habitaba la mayoría de su población. Y es sobre esta realidad que se impone el tercer crimen determinante: la recomendación de la división de Palestina en un Estado judío y uno árabe, prácticamente mitad y mitad, con Jerusalén bajo administración internacional, por la Asamblea General de la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 29 de noviembre de 1947, presidida por el diplomático brasileño Osvaldo Aranha. La señal verde para la limpieza étnica planificada, que se iniciaría 12 días después y culminaría en la piedra angular de la Nakba continua.
Para la formación del Estado racista de Israel en 1948 fueron expulsados violentamente por las bandas sionistas –fuertemente armadas por Stalin–, en apenas seis meses, 800.000 palestinos de sus tierras, y destruidas cerca de 500 aldeas. Ochenta por ciento de los que vivían en aquellas tierras entonces ocupadas se volvieron refugiados. Incluso se cometieron genocidios en decenas de aldeas en ese proceso que fue la piedra basal del proyecto colonial sionista. Trece mil palestinos fueron asesinados. Nueve mil fueron arrojados en campos de prisioneros y torturados. Los datos son demostrados por el historiador palestino Walid Khalidi.
Los palestinos intentaron resistir como pudieron, pero se encontraban absolutamente vulnerables. En la derrota de la poderosa revolución que protagonizaron de 1936 a 1939 contra la colonización sionista y Gran Bretaña, esta última –que quedó con el mandato sobre Palestina como espolio luego de la Primera Guerra Mundial (1914-1918)– aniquiló a los líderes y trató de desarmar a los palestinos. “No se podía portar siquiera un cuchillo de cocina”, cuentan los refugiados. Ese pueblo fue abandonado a la propia suerte por los regímenes árabes. “Nos vendieron como si vendiesen un animal”, afirman los sobrevivientes de la Nakba.
En 1967, Israel ocupó militarmente el resto de Palestina. Más de 350.000 refugiados se sumaron al enorme contingente que hoy totaliza cinco millones en campos en los países árabes y millares en la diáspora.
Hoy hay 13 millones de palestinos en el mundo, la mitad fuera de sus tierras, impedido del legítimo derecho de retorno, y la mitad bajo brutal expansión colonial y limpieza étnica. Todos enfrentan apartheid, desde la frontera. (ver: https://www.http://nuevo.pstu.com.ar/wp-content/uploads/2014/09/trotskyarchivo.jpg.org.br/no-declinio-do-sionismo-denuncias-do-apartheid-se-ampliam/)
Internamente, son dos millones en Gaza bajo cerco deshumano desde hace 14 años y bombardeos masivos o a “cuentagotas”, lejos de los ojos del mundo, viviendo una crisis humanitaria dramática; más de tres millones en Cisjordania/Jerusalén, sometidos a la limpieza étnica en la agresiva expansión colonial, ejecuciones, prisiones políticas, demolición de casas y todo el aparato para la segregación (checkpoints, muro de apartheid, diferenciación de documentos, matrículas de autos, rutas exclusivas para colonos sionistas, etc.); y 1,9 millones en las áreas ocupadas en 1948, sujetos a cerca de 60 leyes racistas, destrucción de aldeas beduinas, represión. La sociedad fragmentada no puede encontrarse en su propia tierra. Pero se unifica en la resistencia, donde quiera que esté.
Una solución justa debe contemplar la totalidad del pueblo palestino. Eso no vendrá con la tal “solución” de los dos Estados, ya muerta, sino sí de que suelten la manija del cajón, del gerente de la ocupación –la Autoridad Palestina– a las Naciones Unidas.
Como si no bastase con ser injusta desde siempre, está inviabilizada por la expansión colonial. Por esa razón, se ha ampliado entre los palestinos, incluso aquellos que hasta entonces no veían otra salida que aceptar el mínimo, la defensa de que se retome lo que estaba previsto en la carta inaugural de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), fundada en 1964, que declaraba: “Palestina, con sus fronteras existentes en el tiempo del mandato británico, es una unidad regional integral”.
A pesar de la trágica situación impuesta por la colonización y el racismo, los palestinos se niegan a desaparecer del mapa, hace 74 años. En las memorias de la Nakba, que mantienen viva; en su poesía y su literatura; en las piedras contra los tanques y en los llamados a campañas de solidaridad internacional –como el BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones, ver: https://bdsmovement.net/pt) a Israel–, la resistencia es permanente. Continúa inspirando a los oprimidos y explotados en todo el mundo.
Que este 15 de mayo se eleve la solidaridad internacional rumbo a una Palestina libre, del río al mar. Flameen en todo el mundo banderas palestinas, símbolos de las luchas justas en todo el mundo. Justicia para Shireen Abu Akleh y todos los mártires.
Fuente: Monitor o Oriente Médio
Traducción: Natalia Estrada.