“Tomaba asistencia en una clase del turno vespertino. Nombré a Vani y se hizo silencio. Vani trabajaba ‘en negro’ en un taller de costura. Hacía mucho esfuerzo para terminar la secundaria, igual que Mari, su mejor amiga, empleada doméstica o Juan que, después de clase, atendía el horno de una panadería. Mari se puso de pie y dijo con tristeza: ‘-Murió, profe’. Me desplomé sobre la silla: ‘-¿Qué pasó?’. ‘-La operaron y se fue en una hemorragia.’”
La historia recoge el testimonio de una docente sobre un aborto clandestino con final trágico. Es tan cruda como las estadísticas (1), que estiman cerca de 500.000 abortos por año, que unas 80.000 mujeres son hospitalizadas a causa de complicaciones pos aborto y que 100, o más, mueren por prácticas inseguras.
Hace décadas que los abortos mal realizados son la primera causa de muerte materna en nuestro país y en toda América Latina. Sin contar otras muertes maternas asociadas a la pobreza, por desnutrición, infecciones pulmonares o diarreicas, VIH/SIDA, y que podrían evitarse con alimentación, acceso a agua potable y atención médica.
Dudas y certezas
La discusión sobre el aborto ha ganado las calles argentinas, las pantallas, las redes, los diarios y el Congreso.
¿Legalización o despenalización? ¿Debería ser legal, solo en caso de embarazos producto de violaciones o si hay riesgo de salud para la madre? ¿Es inaceptable desde lo humano y/o por convicciones religiosas?
Es importante señalar que no es un problema moderno. El aborto viene desde la época de las cavernas. Ocurre actualmente en todos los países y ninguna prohibición ha logrado evitarlo.
¿Por qué? Para cualquier mujer pobre de la ciudad o del campo, los embarazos repetidos disminuyen su fuerza física, su salud, el tiempo que puede dedicar a la fábrica, la cosecha o atendiendo la casa e implican gastos para la economía familiar.
Además, el Estado está ausente para la madre trabajadora: guarderías y jardines maternales son “lujos” que pocas pueden costear, las licencias pagas por embarazo y maternidad son cortas y no alcanzan al gran porcentaje de trabajadoras informales, la Asignación Universal por Hijo y otros subsidios son totalmente insuficientes para atender las necesidades básicas de un recién nacido.
Todo esto se ha agravado con Macri, sus recortes a los servicios y presupuestos estatales y las promesas de reducir todavía más esos “gastos”, para cumplir las exigencias del FMI y del G20.
En esas condiciones, no es extraño que un embarazo pueda recibirse como una carga. Y que muchas mujeres trabajadoras (a pesar de los dictados del Estado y de la Iglesia y aunque no lo admitan por temor al “que dirán” o al culto que profesen), con tal de proteger a sus familias, se expongan a un aborto realizado por una clínica trucha, una partera no profesional o provocado por ellas mismas con pastillas o instrumentos caseros.
¡Legalización para que haya menos muertes y menos abortos!
Cecilia Ousset, una ginecóloga mendocina, explicó por las redes las razones por las cuales defiende el aborto legal, seguro y gratuito, a pesar de su fe católica, y por qué es un tema de salud pública, donde no tiene que ver la Iglesia ni convicciones personales : “(…) Me repugna un país donde después de un aborto, las ricas se confiesan y las pobres se mueren, (…) [o] quedan expuestas en un prontuario policial (…) La discusión no es sobre aborto sí o aborto no (…) [es] Para que las pobres no sean mujeres de segunda o tercera categoría. Para que las pobres también sigan vivas (…) Para que la sociedad sea menos hipócrita (…)”
Por otra parte, en los países donde el aborto es legal se registra una cantidad casi nula de muertes maternas y ¡hay menos abortos!, ya que los gobiernos se han visto obligados a implementar mejores políticas de educación sexual y prevención de los embarazos.
Desde el PSTU luchamos y te convocamos a luchar por la legalización. Las mujeres trabajadoras tenemos derecho a no ser forzadas a la maternidad. Pero también queremos ser madres en condiciones dignas, si lo deseamos. Reivindicamos la Revolución Rusa, que convirtió a la ex URSS, en el primer país que tuvo aborto legal, en 1920. Pero esto se consideró un avance inconcluso si no se concretaban medidas protectoras de la maternidad y de la infancia, que redujeran en el futuro las causas y las tasas de los abortos.
En ese sentido, en Argentina queda por delante una enorme tarea que no hará el gobierno de Macri, ni ningún gobierno patronal, atados a la voracidad imperialista. No lo harán este Congreso ni esta Justicia para pocos. No lo haremos las mujeres solas. Lo hará la pelea de la clase obrera con las mujeres trabajadoras a la cabeza, igual que en la Revolución Rusa. Por eso debemos seguir organizándonos y en las calles.
- Según estudio encargado por el Ministerio nacional de Salud en 2005. Chequeado.com, 20/02/2018