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¿Salvar el clima sin acabar con el capitalismo?

La preocupación sobre el medio ambiente es ya algo generalizado. Eso ha hecho que las instituciones tengan que posicionarse sobre este tema. Desde ellas, nos lanzan mensajes sobre qué podemos hacer ante esta situación de emergencia.

Por Juan P.

Suelen poner el foco en la necesidad de que cada persona cambie sus acciones individuales para fomentar el ahorro o el reciclaje. Es importante que todos y todas aportemos nuestro granito de arena; pero eso está lejos de ser la solución. El consumo doméstico representa sólo un 8% de las emisiones totales, según datos del Ministerio para la Transición Ecológica del Estado Español.

El “meollo” de la cuestión se concentra en la producción. Mientras las grandes empresas sigan funcionando en base a los combustibles fósiles, la situación seguirá empeorando. Celebramos que aumente la conciencia y que vayan cambiando las actitudes de la población, pero sobre todo, es necesario exigir de los gobiernos que cambien las políticas. Que se obligue a reducir las emisiones a la industria, la producción energética, el transporte y la agricultura y ganadería industriales.

¿Empresas verdes?

Estos sectores jamás reducirán sus emisiones en un volumen suficiente por voluntad propia. Eso implica hacer una fuerte inversión en adaptar los procesos productivos a la sostenibilidad ambiental. Pero, ¿cuándo los accionistas de una gran compañía sacrificaron sus suculentos beneficios por el “bien común”? Incluso si alguna empresa en particular decidiera hacerlo, rápidamente sus cuentas mercantiles entrarían en bancarrota, salvo que aumentara drásticamente los precios de su producto… algo que la llevaría a la bancarrota igualmente.

Además, reducir el uso de materiales y energía choca con la dinámica del capital. Las empresas capitalistas buscan maximizar sus beneficios. Necesitan vender mucho, y cada vez más rápido. Mientras más recursos naturales extraigan y más desechos viertan, mejor. Todos hemos experimentado la obsolescencia programada, y somos bombardeados por publicidad intentando exacerbar el consumismo. Que cada cual en su casa intente consumir de manera crítica, mientras las grandes palancas de la economía siguen en manos de los capitalistas, es como tratar un cáncer con una aspirina.

 

¿Es el consumo responsable una solución?

Muchas veces el consumo “ecológico” no está al alcance de todos, en un contexto de empobrecimiento de la clase trabajadora. Incluso cuando los precios fueran equiparables, la producción ecológica seguiría siendo minoritaria. Tomemos el ejemplo de la agricultura ecológica: mientras la propiedad de la tierra está fundamentalmente concentrada en grandes latifundios de agricultura industrial, la agricultura ecológica apenas se puede desarrollar en los márgenes del sistema, sólo para unos pocos. No alcanza con intentar buscar algún hortelano ecológico en tu ciudad, ¡hace falta expropiar los latifundios!

Cuando una empresa de corte capitalista muestra un perfil verde, en el mejor de los casos, sólo suele implicar algunas medidas menores, a cambio de “marketing social”. La nueva teoría del “green new deal” viene a decir que gracias al apoyo a las “empresas verdes”, éstas podrán sustituir a las tradicionales, consiguiendo con ello una economía sostenible. Pero como decíamos, no se trata de tal o cual empresa, sino de todo un entramado sistémico construido alrededor de los combustibles fósiles. Como dice el refranero popular, “no es posible hacer una tortilla sin romper los huevos”, y no es posible lograr la sostenibilidad sin cambiar el sistema globalmente. Se necesita cambiar la forma de producir y distribuir la energía, reorganizar la industria, el transporte, la ordenación urbana, el sistema agro-ganadero. Ninguna empresa capitalista puede realizar esa gigantesca inversión y seguir siendo rentable.

Una alternativa: socialismo

Bajo las reglas del capitalismo, la sostenibilidad ambiental es una quimera. Acabar con esta economía basada en los combustibles fósiles implica planificar cuánto y cómo se produce para las necesidades sociales, y no para el beneficio de las grandes compañías, nacionalizando los sectores estratégicos de la economía (y teniendo en cuenta los límites físicos del planeta).

 

No puede haber medidas racionales, de fondo, para combatir el cambio climático sobre la base de respetar el desastre de la producción capitalista, la producción para la ganancia, la apropiación privada de la producción social. El combate al cambio climático exige la planificación socialista de la economía, es decir, planificar la economía en forma racional, democrática y al servicio de la sociedad. Esto tiene para nosotros y nosotras un nombre: socialismo.
No es posible alcanzar ese objetivo de un solo golpe pero si se puede y se debe definir una estrategia y un programa de medidas transicionales que apunte hacia él porque es el único y verdadero cambio, para los seres humanos y para la naturaleza misma.

La clase trabajadora es quien tiene en sus manos la producción. Es ella quien tiene la posibilidad de tomar el control y encabezar la verdadera rebelión social que es necesaria. La revolución – que siempre fue una cuestión de justicia social- es hoy también una cuestión urgente de supervivencia.