Joaquín Acosta tiene 34 años, hace 4 que vive en Zapala y es trans. Tiene obra social, pero cada vez que debía hacerse un papanicolaou le daban vueltas, a pesar de que, según estipula la ley 26.743 de Identidad de Género (que en junio pasado cumplió siete años) las obras sociales deben garantizar la cobertura de los tratamientos al 100 por ciento.
Aconsejado por otras personas trans, llegó a la salita de salud del alto zapalino, donde comenzaron a atenderlo y luego lo derivaron al hospital. Allí el personal médico realizó en el mes de septiembre de este año, por primera vez en la provincia, una operación en la que le sacaron el útero y los ovarios a un varón trans, abriendo las puertas para que otras personas que requieran una anexohisterectomía, sepan que existe la posibilidad de realizarlo en el sistema público.
Recientemente, el gobernador de Neuquén Omar Gutiérrez anunció la creación del programa del ISSN (Instituto de Seguridad Social del Neuquén, obra social de la provincia) para la cobertura de atención de salud para personas trans, el cual garantizará la atención integral y el acceso a la salud con cobertura al 100% de los tratamientos de las personas trans afiliadas a la obra social estatal. Estarían incluidos los tratamientos de hormonización y cirugías corporales.
Ahora bien, sin dejar de celebrar estas conquistas, debemos señalar algunas cuestiones. Por un lado, el debate que se abre en la sociedad sobre si, en el contexto de crisis actual, es prioridad este tipo de prestaciones en un sistema de salud que no logra cubrir los requerimientos básicos de la población, sea por falta de presupuesto para insumos, profesionales, equipamiento, etc., como por falta de políticas específicas en el área de salud.
Por otro lado, existe una realidad innegable: ningún avance va a ser sostenible en el tiempo si no hay un plan integral respecto a las identidades trans, que incluya además del acceso a la salud, otras necesidades básicas como el trabajo genuino (no solo un cupo limitado), vivienda, educación inclusiva, jubilación digna, etc. Y para que esto se lleve adelante, se requiere de mucho más que de un paquete de leyes que los expresen desde la mera formalidad, porque su éxito implica, además, el presupuesto necesario para su aplicación, e involucra a todas las áreas del gobierno (ministerio de salud, trabajo, vivienda).
Concretamente, ese plan integral ideal seguirá siendo acotado en tiempos y formas, mientras sigamos pagando la deuda externa, en lugar de destinar ese dinero para garantizar los derechos y necesidades del pueblo pobre y trabajador, mientras sigamos teniendo gobiernos al servicio de las empresas y los bancos, atados a los designios de la iglesia católica y de las distintas iglesias, esas que tanto se han empeñado en impedir que se legalice el aborto para todas las personas gestantes, así como que se aplique y se amplíe la educación sexual integral en las escuelas.
No olvidemos que quienes más sufren estas falencias son las personas trans pobres, siendo doblemente oprimidas, y es por eso que no hay que retroceder un solo paso en relación a ninguno de los derechos que se arrancaron en décadas de lucha. Pero resulta urgente que las centrales obreras y sindicatos generen los espacios para discutir estos temas en esos ámbitos y que los incluyan en los pliegos de reclamo.
Es necesario comprender que las banderas de las personas trans son parte de las banderas de la clase, y que la lucha por sus derechos democráticos fortalece la lucha de los trabajadores como un todo, pero que sólo un mundo socialista será capaz de liberar de la opresión y de la explotación cruel del capitalismo, al pueblo pobre entero.