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La clase obrera en el poder

El 7 de noviembre de 1917 fue el día en que triunfó la Revolución Rusa, la que dio origen al primer Estado obrero en el mundo, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Un hecho histórico para la humanidad, que nos demuestra, que a pesar de lo que nos digan los de arriba, un gobierno de los trabajadores y el pueblo es posible.

 

Los inicios

En los años anteriores a la Revolución, en Rusia existía un régimen zarista, autoritario, que diezmaba de hambre a los trabajadores y campesinos, debido a la constante suba de precios de los alimentos.
En 1917 se encontraba en curso la Primera Guerra Mundial, una guerra en la que las potencias imperialistas, Alemania, Inglaterra, Francia, luchaban por acaparar mercados y acrecentar sus ganancias. El Zar mandaba a los soldados rusos a esa guerra, donde morían por la falta de equipamiento y de comida.
Es en este contexto, que en febrero de 1917 se inicia una revolución que acaba con el régimen zarista. Una revolución desatada por una huelga de mujeres trabajadoras textiles que salieron a las calles el 8 de marzo, el día internacional de la mujer trabajadora; y esa revolución tenía como principales consignas: paz, pan y tierra.
En la lucha contra el Zar resurgieron los soviets, que habían nacido en Rusia en un proceso revolucionario en 1905, organizaciones de obreros y campesinos, votados como delegados de sus fábricas y sus aldeas. En ellos estaban representados todos los partidos políticos que participaban entre los trabajadores: los social-revolucionarios, los mencheviques, los bolcheviques, los anarquistas e incluso partidos burgueses, siempre y cuando tuvieran sectores obreros que los apoyaran.
Luego de acabar con el régimen del Zar, se formó en Rusia un gobierno provisional, dirigido por la burguesía y apoyado por el imperialismo, y en el cual la masa de trabajadores y campesinos confiaba para que resuelva las necesidades más inmediatas: el fin de la guerra y el abastecimiento de alimentos.

 

El triunfo de la Revolución

Pero el gobierno provisional no cumplió con sus promesas, y el poder de los soviets comenzó a acrecentarse. León Trotsky, dirigente del Partido Bolchevique y de la Revolución junto a Lenin, lo describía así: “De órganos de vigilancia y fiscalización, los soviets convertíanse en órganos de gobierno, no se avenían a teoría alguna de división de poderes y se inmiscuían en la dirección del ejército, en los conflictos económicos, en los conflictos de subsistencia, en las cuestiones de transporte y hasta en los asuntos judiciales. Presionados por los obreros, los soviets decretaban la jornada de 8 horas, destituían a los funcionarios que se distinguían por su reaccionarismo, hacían dimitir a los comisarios menos gratos del gobierno provisional, llevaban a cabo detenciones y registros, suspendían publicaciones enemigas. Obligados por las dificultades, cada día más agudas de abastecimiento y por la gran penuria de mercancías, los soviets principales decretaban la prohibición de exportar, ordenaban la requisa de todos los víveres almacenados. Pero al frente de los organismos soviéticos se hallaban, casi en todas partes, elementos socialrevolucionarios y mencheviques que rechazaban indignados la consigna de los bolcheviques: ¡Todo el poder a los soviets!”.1
La última frase de la cita de Trotsky es fundamental para entender el triunfo de la revolución socialista, los militantes socialrevolucionarios y mencheviques dirigían los soviets en aquel momento y afirmaban que los trabajadores debían confiar en el gobierno provisional, mientras que el partido bolchevique mantenía que no se podía tener ninguna confianza en él y que todo el poder debía centrarse en los soviets, los órganos de representación de los trabajadores y campesinos.
Esta tarea paciente de los bolcheviques de explicar esto a las masas, de participar, organizar y dirigir las huelgas de los trabajadores, y la situación económica y social que se agravaba en Rusia, culminó en la insurrección del 7 de noviembre que, dirigida y organizada por el partido bolchevique y el congreso de los soviets, derrocó al gobierno provisional e instauró por primera vez en la historia un gobierno de los trabajadores y el pueblo.
Así lo describía un llamamiento realizado por un dirigente bolchevique a los obreros, soldados y campesinos en aquella fecha: “El gobierno provisional ha sido depuesto. El Congreso [de los soviets] toma el poder en sus manos. El gobierno soviético propondrá una paz inmediata, entregara la tierra a los campesinos, dará al ejercito un estatuto democrático, establecerá el control sobre la producción, convocará en tiempo oportuno a la Asamblea Constituyente, garantizará el derecho de las naciones que componen el Estado ruso a disponer sobre sí misma. El Congreso decide que todo el poder, en todas las localidades, pasa a manos de los soviets. Soldados, manteneos en vuestros puestos de guardia! Ferroviarios detened los convoyes dirigidos por Kerensky [dirigente del gobierno provisional] sobre Petrogrado!… En vuestras manos están la suerte de la revolución y la suerte de la paz democrática!”.2
Y todas las medidas enunciadas, una por una, fueron cumplidas. Seis meses más tarde fue firmada la paz y los soldados regresaron a sus hogares. Se expropió los bienes de los terratenientes, de los monasterios, iglesias, que pasaron a manos de los soviets campesinos. Impuso el control obrero en las fábricas y al año las expropió. Se promulgó la igualdad y soberanía de los pueblos, el derecho a disponer de su destino, incluyendo la separación para formar estados independientes y la abolición de todos los privilegios nacionales y religiosos.
Se sancionó por ley la igualdad política, sindical y laboral entre hombres y mujeres, el matrimonio civil, el divorcio y el derecho al aborto y se empezaron a construir guarderías públicas, comedores y lavanderías comunitarias, como primer paso para liberar a las mujeres de la esclavitud de las tareas domésticas.

 

La revolución debe ser internacional

Tanto Lenin como Trotsky sostenían que para el triunfo de la Revolución Rusa, para que se desarrolle y se mantenga en el tiempo, era imprescindible que la revolución socialista se extienda a nivel mundial porque el sistema capitalista no dejaría que exista un Estado obrero que pudiera expandir la revolución. Y así fue que Rusia debió detener la invasión de 14 países imperialistas. Pero la revolución en Alemania y en Hungría fue derrotada y Rusia quedó sola en la lucha contra el imperialismo.
La muerte de millones de trabajadores, soldados y campesinos que habían participado en la Revolución y que murieron en el combate, le dio espacio a todo un sector de la administración estatal que comenzó a enriquecerse, a vivir de privilegios y a limitar y terminar con la democracia obrera que caracterizaba al régimen soviético. Se conformó así una burocracia estatal, liderada por Stalin, que, a partir de 1924, lentamente, a base de perseguir y asesinar a todos sus opositores, terminó con las conquistas de la revolución y terminó en los años 80, restaurando en Rusia el sistema capitalista.
La Revolución Rusa nos dejó una serie de enseñanzas, mostró la necesidad de construir un partido que luche por la toma del poder, de extender la revolución a nivel mundial para que triunfe finalmente el socialismo pero fundamentalmente mostró que fue posible un gobierno de los trabajadores y el pueblo y que la emancipación de los trabajadores depende y es posible únicamente por nuestra propia fuerza y organización y que mientras haya un sistema capitalista que explota y mata, habrá trabajadores luchando por un mundo socialista.

 

Notas:
1 León Trotsky, La Historia de la Revolución Rusa.
2 Ídem.

 

6 de noviembre de 2014