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EL FANTASMA DEL ARGENTINAZO SIGUE PRESENTE

El 2001 fue un hecho favorable a los trabajadores y el pueblo argentino, que pudo serlo mucho más, y dividió en dos nuestra historia reciente. El Argentinazo fue una enorme rebelión –de hecho, una revolución- que tiró abajo 5 presidentes y logró algunas conquistas, pero sobre todo dejó enseñanzas muy importantes.

Todos los políticos dicen: “cuidado, no queremos llegar al 2001”.  Pero la gran mayoría del pueblo también le tiene mucho temor “al 2001”. ¿A qué nos referimos cuando hablamos del 2001?

¿Qué pasaba en el país?

Carlos Menem (apoyado por casi todo el peronismo, incluyendo a Néstor y Cristina) había entregado el país al FMI y los capitales extranjeros. Vendió todas las empresas de energía, comunicaciones, transporte a precio vil, provocó una recesión enorme, cierre de fábricas y pérdida de puestos de trabajo. Eso llevó a una desocupación y subocupación del 50% y niveles de miseria desconocidos en Argentina.

Lo sucedió De La Rúa, quien empeoró todo. Intentó resolver la crisis de la Deuda a través de un acuerdo con el FMI (“blindaje”) que  impuso condiciones tremendas. Rebajó salarios de los estatales un 13%, las provincias se desfinanciaron (debiendo imprimir los famosos “patacones” y otras monedas provinciales), atacó a los jubilados bajando los haberes también un 13%, desfinanció la salud y la educación, y se apoderó de los ahorros bancarios de todo el pueblo (el famoso “corralito”). La situación se hizo insoportable.

El pueblo odiaba a De la Rúa, pero también a Menem, Duhalde y todos los políticos. No tenía esperanza en nadie, lo que provocó una crisis política que se agregó a la económica. En las elecciones de octubre del 2000, el voto en blanco fue masivo, y hubo una fuerte votación para la izquierda. Los dirigentes sindicales eran odiados: habían permitido las privatizaciones y el ajuste.

Los desocupados del  interior primero, y de todo el país luego, se organizaron en movimientos para pedir trabajo y para enfrentar el hambre. En todas las ciudades surgieron asambleas populares, que unificaban a la población para apoyar las luchas, reclamar a los bancos, defender la salud y la educación y pelear por todas las necesidades. No se limitaban a reclamar, sino que tomaban las cosas en sus manos: impedían cortes de luz, lograban entrega de comida en supermercados, en algunos casos obligaron a grandes empresas a tomar gente, o pusieron a producir empresas que los patrones abandonaban.

…Y el pueblo salió a las calles para “que se vayan todos”…

Esta situación explotó el 19 de diciembre, con movilizaciones masivas en todo el país exigiendo la renuncia del ministro de Economía Domingo Cavallo. De La Rúa respondió decretando el Estado de Sitio, y al otro día salieron millones a la calle, enfrentaron a la policía (que se tuvo que retirar). “Chupete” De la Rúa se fugó en helicóptero.

El grito “Que se vayan todos” resonó por meses. Diputados  y senadores no podían salir a la calle, porque la gente los agredía. La combinación de crisis económica y política provocó que, por primera vez en la historia, el pueblo volteara un gobierno elegido en las urnas. El proceso asambleario se amplió y generalizó. Los desocupados y direcciones sindicales independientes de la burocracia de la CGT, pusieron en pie una organización (La ANT, Asamblea Nacional de Trabajadores Ocupados y Desocupados), que hizo varios encuentros nacionales y llevó adelante planes de lucha muy fuertes.

Para desmontar ese proceso y recuperar la gobernabilidad, los capitalistas y sus políticos tuvieron que dar algunas concesiones importantes. Se declaró el “default” de la Deuda Externa, lo que permitió la recuperación relativa de la economía (junto con otra medida desfavorable a la clase trabajadora, que fue la devaluación). Millones de personas comenzaron a recibir diferentes subsidios, que permitieron que una porción de la población no muriera de hambre. Se recuperaron cientos de fábricas como cooperativas. El miedo al estallido social obligó al gobierno de Néstor Kirchner a tomar algunas medidas, aunque muy limitadas, favorables a los trabajadores (vuelta de las paritarias, jubilación universal, etc.)

Y lo más importante, quedó en el pueblo una lección y una convicción: cuando un gobierno, aunque salido de las urnas, nos hambrea, tenemos toda la fuerza y el derecho de derrocarlo a través de la lucha y  la movilización.

¿Por qué no se avanzó más?

Si no se avanzó mucho más, fue por varias razones. Por responsabilidad de los dirigentes sindicales, que hicieron lo imposible para impedir que la clase obrera se metiera con sus reivindicaciones. Porque esos organismos (ANT y Asambleas Populares) no lograron confluir en un gran movimiento unificado de lucha que se ubicara como una alternativa de poder frente al odiado régimen político. Y porque cuando Duhalde dio la salida electoral, la inmensa mayoría de las organizaciones de izquierda se sumó alegremente a la trampa de la democracia burguesa, abandonando el camino de la confrontación directa. El PO, que predominaba entre los desocupados, el MST (que agrupaba al actual MST e IS) que tenía fuerza en las Asambleas Populares y el PTS –fuerte en las fábricas recuperadas-, aceptaron las mieles del régimen de la democracia podrida, y fueron partícipes de su recuperación.

En síntesis, la revolución careció de una dirección revolucionaria que aprovechara la crisis para avanzar en la lucha por un gobierno de la clase obrera y el pueblo.

Todos esos hechos quedaron grabados como la evidencia de que tenemos la fuerza de cambiar la historia.

Entonces, ¿qué representa el 2001?

Cuando el pueblo trabajador recuerda el 2001, y  “no quiere volver”, piensa en las condiciones de miseria y desempleo que llevaron al estallido. Por supuesto que nadie quiere eso. Pero eso no depende de nosotros, sino del capitalismo argentino dependiente del imperialismo y de los diferentes gobiernos burgueses que defienden a los patrones y la dependencia al FMI.

El gobierno de Macri nos golpeó duramente. Y entre la pandemia y el gobierno actual, las cosas empeoran. El acuerdo con el FMI y el “Pacto Social” ya está actuando. Los precios por las nubes, los salarios deprimidos, 45% de pobreza, desocupación creciente.

Ojalá no fuera así, pero es la amarga realidad. Cuando antes se vea, mejor.

Cuando los políticos (Macri ayer, Alberto y  Cristina hoy) y todos los medios de difusión, oficialistas y opositores, nos dicen que lo peor sería un nuevo 2001, se refieren a otra cosa.

No quieren que el pueblo se ponga en movimiento de manera independiente,  pase por encima de sus dirigentes, derrote al ajuste y tire abajo al gobierno que lo aplica. Quieren que, si estamos mal, esperemos las próximas elecciones, para volver a votar algún “menos malo”.

Quieren hacernos olvidar lo que aprendimos: que tenemos el derecho de cambiar la historia. Y evitar la posibilidad de que, a diferencia del 2001, el cambio sea total, y la clase trabajadora logre una nueva dirección que luche hasta el final, para que gobernemos los que producimos todo, y no tenemos nada.