El periodista Horacio Verbitsky admitió haberse aplicado la vacuna por medio del ministerio de salud, sin pertenecer a los grupos prioritarios. Este sincericidio abrió una crisis en el Gobierno, que tuvo como resultado la renuncia del ministro Gines González García.
Pero eso solamente fue el principio. Se destapó una olla a presión. Se hizo pública una lista de funcionarios y amigos del Gobierno que recibieron la vacuna en las mismas circunstancias. Eduardo Duhalde, Daniel Scioli, Carlos Zanini, son algunos de los nombres presentes.
Frente a las críticas y las denuncias por el llamado “vacunatorio VIP”, el oficialismo respondió condenando los “privilegios”, pero por el otro lado auto justificándose en todo caso en donde sea posible. Este escándalo salpicó también al macrismo, con Horacio Rodríguez y Fernán Quiroz, ministro de salud de la Ciudad de Buenos Aires, denunciados por hacer negocios con las prepagas para distribuir vacunas.
Gines ¿Héroe o enemigo?
Pese a la crisis, desde el Gobierno no escatimaron en halagos al ministro saliente, llegando a nombrarlo como el mejor Ministro de Salud desde la vuelta de la democracia. El propio Alberto Fernández lo reivindicó. Este asunto de las vacunas solamente fue un error, uno que no se podía dejar de lado. Toca preguntarnos si fue tan intachable la gestión del ministro.
Y para responder esa pregunta toca retroceder hasta hace un año, cuando comenzó la cuarentena. La misma tenía como objetivo preparar al sistema de salud para evitar un colapso, y bajar la velocidad de contagios reduciendo la circulación. Pero esto no fue lo que sucedió. Poco a poco fueron siendo más las actividades denominadas como esenciales. En los momentos donde mayores se hacían los picos de casos, más actividades se autorizaban.
El Gobierno, con Gines y Alberto a la cabeza, se la dio de abanderado de la salud, priorizándola sobre la economía, en el debate que se daba entre mandatarios del mundo. Pero en los hechos se demostró que no solamente la salud salió perdiendo, sino que la única economía que se cuidó fue la de los más ricos, que siguieron en sus casas mientras en sus empresas los trabajadores se exponían para generarles más fortunas. Reivindicar la gestión de Gines es reivindicar esto mismo.
Por un verdadero plan de vacunación
Los trabajadores de la salud, desde el día uno, han estado en la línea de fuego. Los números de contagios y de muertes dentro de quizá el sector más esencial durante la pandemia en nuestro país se encuentran entre los más altos del mundo[1]. La vacunación del personal de salud apenas ha comenzado por la falta de vacunas y el Gobierno se dio el lujo de vacunar a decenas de sus amigos y funcionarios que no están ni la mitad de expuestos (ni exponen la vida de la gente con la que trabajan o a la que atienden.
Ni hablar de los trabajadores que convivimos con personas de riesgo y nos vemos obligados a exponerlos todos los días cuando salimos a trabajar. Ahora se suman las escuelas.
La falta de vacunas no puede ser una excusa, mucho menos cuando las que tenemos a disposición las reparten entre ellos. Nuestro país dispone de los medios para producir las vacunas que necesitamos. El problema es que las patentes de éstas están en manos de la industria farmaceútica.
Ya India y Sudáfrica han presentado un pedido para eliminar las patentes de las vacunas contra el Covid-19. Nuestro país ha suscripto a este pedido, pero nada se avanzado. Como si pudiera esperar que grandes multinacionales como Pfizer fueran a renunciar de buena gana a sus ganancias.
Toda otra alternativa ha fracasado, la campaña de la OMS para distribuir las vacunas entre los países de pocos recursos no está dando resultados significativos. De las 200 millones de dosis producidas y distribuidas, la mitad se otorgaron a los siete países más ricos, que concentran solamente el 10% de la población mundial.
Eliminar las patentes y poner a producir en masa las vacunas es la única salida. Y si los gobiernos se muestran reluctantes a hacerlo, los trabajadores tenemos que tomar la posta.
Organicemos la movilización desde cada hospital, escuela, fábrica, barrio, para exigir un plan de vacunación a la altura de las circunstancias. Expropiando los laboratorios, clínicas privadas y poniendo en pie un sistema de salud único y estatal bajo control de los trabajadores. Ya mismo debemos exigir a las conducciones sindicales que se pongan al frente de esta tarea
[1] A diciembre se contabilizaba un total de 60.145 contagiados y 362 muertes según el Ministerio de Salud.