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POR QUÉ EL PUEBLO TRABAJADOR DEBE LUCHAR POR MALVINAS

Hace 39 años, la Argentina recuperaba brevemente las Malvinas, las Georgias y las Sandwich, usurpadas por el imperio británico; desencadenando tanto una respuesta imperialista furiosa, como una movilización obrera y popular inmensa en apoyo a la Argentina, en el país y en todo el continente: ambas reacciones causadas por el golpe al orden mundial de saqueo a los países periféricos que significaba la recuperación de las islas. Pero la dictadura y los sectores de poder argentinos no estaban a la altura del desafío; por lo que se dedicaron a organizar la derrota, y desde 1983, a imponer la idea de que la guerra fue solo una aventura de la milicada decadente para desarmar toda lucha contra el saqueo imperialista a nuestro país.  Sin embargo, el pueblo trabajador nunca abandonó la reivindicación de la soberanía sobre las islas; base de toda lucha contra el imperialismo en nuestro país.

Ciertamente, Galtieri y la junta militar trataron de zafar de la bronca popular marchando sobre Malvinas, pero se metieron en una guerra que no podían ganar, sino ni siquiera pelear. Y no porque los ingleses fueran invencibles, si no porque para hacerlo tenían que romper totalmente con sus amos yanquis, y aliarse y darle poder a quienes eran hasta ese momento los enemigos de la dictadura: los trabajadores y el pueblo a quienes habían masacrado por años, y el activismo mundial. Así, solo se limitaron a esperar la derrota: una derrota que terminó de colmar la paciencia del pueblo, que esa misma noche en que se conoció la rendición, copó Plaza de Mayo exigiendo el fin de la dictadura; poniendo fin al ciclo de gobiernos militares que había arrancado desde 1930

La “desmalvinización”: una idea al servicio de la colonización

Esa derrota, aunque aceleró el fin del golpismo militar en Argentina; fortaleció a la ajustadora Thatcher, al imperialista Reagan, y volvió más alcahuetes del imperialismo a la clase dominante y sus agentes políticos (la UCR y el PJ, la iglesia católica, las dirigencias sindicales, los medios y sus intelectuales); que inventaron una serie de conceptos e ideas que mezclaron el justo repudio a la dictadura genocida y su cobardía en combate; con la infame renuncia de hecho a la lucha por la soberanía sobre las islas usurpadas: la llamada desmalvinización.

La desmalvinización fue parte integral del discurso oficial de los sectores de poder, lamentablemente reproducido por sectores que se dicen “progresistas” o incluso “de izquierda. Pero el pueblo trabajador jamás abandonó la causa de Malvinas, y la tuvo presente siempre en sus luchas. Y no podía ser de otra manera, ya que el día a día de los trabajadores y el pueblo es una reproducción de la guerra de Malvinas: enfrentar el saqueo de las multinacionales y sus socios, aguantar en medio del abandono como los colimbas, hacer proezas de heroísmo como hicieron los pilotos, ser traicionados y entregados por los Galtieris de turno al frente de las organizaciones sindicales y sociales, y soportar el discurso “desmalvinizador” que se repite en cada dirigente y cada delegado, que dice que “no se puede hacer nada más que negociar” para no llamar a la lucha.

Por eso, cuando la lucha del pueblo trabajador derrotó al neoliberalismo entreguista de Menem y De la Rúa, los gobiernos que siguieron debieron bajarle el tono a ese discurso, e incluso morigerarlo con cierta “remalvinización”; para ganarse las simpatías del pueblo en la calle.

Sin embargo, los poderosos de este país son incapaces de romper con el orden imperialista. Prueba de esto, es que pese a todos sus discursos el kirchnerismo no rompió los acuerdos firmados por Menem (ver recuadro): el “inalienable” reclamo por la soberanía se reduce a mendigar diplomáticamente en una institución en la que el Reino Unido tiene poder de veto como es la ONU, y un par de cosas más. Una vez más, quedó claro que la clase dominante argentina no puede siquiera simular una resistencia a los poderes mundiales

Malvinas y el país que necesitamos

Lo que pasó con Malvinas antes y después de la guerra demuestra el sometimiento patronal al dominio de las potencias de turno: los ricos y poderosos ni siquiera supieron sostener lo conseguido con la revolución de 1810; y no solo toleran que un pedazo del país siga siendo completamente colonial, sino que se dedican a restaurar el dominio colonial en la parte que aún sigue siendo formalmente soberana. De ese modo, la clase obrera y el pueblo trabajador, que soportan la doble cadena de la explotación patronal y el saqueo imperialista; deben retomar la tarea que quedó a medio hacer en 1810 y unirla a sus propias luchas: la revolución socialista contra el orden patronal, logrará la segunda y definitiva independencia de nuestro país.

Por eso es falso sostener que impulsar la lucha por la recuperación de las Malvinas es ceder al patriotismo más miliquero. Este intento de camuflar el discurso desmalvinizador con algunas frases izquierdistas, no solo es abandona la lucha por erradicar la dominación colonial de su mayor enclave en la Argentina, sino que además es cerrar los ojos ante el hecho de que la ocupación de Malvinas le sirve de base al saqueo y agresión permanente del imperialismo anglosajón y a la OTAN contra nuestros pueblos: un papel idéntico al de Israel en Medio Oriente. Y aún peor, es cerrar los ojos ante la indispensable lucha contra las pequeñas “Malvinas” que día a día crecen en tamaño y número en territorio continental: desde la megaminería en Chubut hasta los chiqueros chinos en el Chaco, pasando por los puertos extranjeros en el Paraná y los chantajes de las multinacionales farmacéuticas con las vacunas del COVID.

Por el contrario, la pelea por recuperar las Malvinas no solo es parte de la lucha contra estos nuevos y viejos saqueos imperialistas, sino que es parte de la lucha por echar a los ricos y poderosos del poder; pilar de la lucha para la reconstrucción obrera y socialista de la Argentina. Y para que esa lucha triunfen, hay que barrer a todos los Galtieris de nuestros gremios y organizaciones; poniendo en su lugar a nuevos dirigentes, a nuevas alternativas políticas que no tengan miedo de enfrentar a la patronal y el imperialismo. El PSTU se pone al servicio de la construcción de esa alternativa de dirigencia, para darle a la lucha obrera y popular una conducción revolucionaria; e invita a todos los luchadores y luchadoras a formar parte de esta tarea.

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