Un 3 de agosto de 1946, una caravana de kollas autodenominada «Malón de la paz» llegaba a la Casa Rosada, tras marchar 2.000 kilómetros para reclamarle al gobierno de Perón la devolución de sus tierras; usurpadas por estancieros, hacendados y terratenientes desde hacía siglos, siempre con el respaldo del poder político de turno.
La pelea de los pueblos originarios por recuperar sus territorios lleva siglos, con luchas enormes como la de los nativos de la Puna en la década de 1870. Y aunque generalmente esas luchas fueron sangrientamente reprimidas; nuevas generaciones de originarios retomaban las luchas.
Hacia la década de 1940, esas luchas volvían a tomar impulso; aprovechando las disputas entre los diferentes sectores de poder. Fue así como, tras el triunfo electoral de Perón, un grupo de kollas de diferentes regiones de Jujuy y Salta resolvió marchar casi 2.000 kilómetros hasta Buenos Aires; para llevar el reclamo al nuevo gobierno.
En el camino, fueron recogiendo la simpatía obrera y popular. Y en Buenos Aires, tuvieron una recepción impresionante: entrando a la ciudad por el oeste, los barrios obreros se lanzaron a la calle a recibir como héroes a los nativos del noroeste; aplaudiéndolos a lo largo de todo el camino. Y Perón no perdió la oportunidad de recibirlos en la Rosada e incluso invitarlos a saludar desde el balcón; antes de (irónicamente) alojarlos en el Hotel de Inmigrantes.
El peronismo entre la espada y la pared
Pero con ese recibimiento Perón se metió en un problema. Porque si daba lugar al reclamo de los kollas, sabía que en todo el país miles de trabajadores rurales y campesinos sin tierra se alzarían contra la injusticia sobre la que se basa la Argentina: el hecho de que extensiones inmensas de territorio hayan sido apropiados por un puñado de multimillonarios; que convirtieron sus fortunas en poder político y construyeron este país a su medida, condenándonos al atraso y a la dependencia, a la decadencia crónica que al día de hoy seguimos sufriendo.
Perón sabía de esta realidad, y de hecho la había denunciado en su campaña electoral. Pero antes que nada, Perón era un líder surgido del ejército que mantenía ese orden injusto manejado por esos ultrarricos. Una cosa era ceder unos cuantos (y valiosos) derechos a los trabajadores, y otra era cambiar el país de base; aboliendo ese monopolio sobre la naturaleza que una ínfima parte de la población pretende tener. No podía permitirse ceder a un reclamo que ya estaba provocando mucha agitación entre los más explotados de los explotados.
Así que Perón simplemente tuvo a los originarios dando vueltas por la ciudad, mientras los medios hacían el doble laburo de desvirtuar su reclamo y orquestar una campaña racista en su contra. A fines de agosto, la policía federal y el ejército reprimieron brutalmente a los kollas, desalojándolos del Hotel de Inmigrantes, y enviándolos en un tren fuertemente custodiado de regreso al norte; donde fueron entregados a los matones de los estancieros para ser torturados.
El peronismo mostraba así sus primeras debilidades, pero no serían las últimas: a pesar de que los dueños del país le agradecerían a Perón la defensa de sus privilegios, bombardeando la casa rosada y sus alrededores en 1955; el general y su movimiento se fueron volviendo cada vez más serviles al capital que en su momento decía combatir…
Una herida abierta
75 años después, las comunidades originarias siguen sufriendo la represión y el acoso tanto de los dueños de la tierra, como de los gobiernos de turno; sufriendo la peor de las miserias. Los grandes propietarios, devenidos en socios menores de los grandes conglomerados de agronegocios que destrozan el medio ambiente para, siguen acumulando riquezas malhabidas; y demostrando regularmente que están por encima de la ley. Para derrumbar de una vez ese absurdo de que la tierra, a la que todos pertenecemos, sea propiedad de un puñado de familias extramadamente ricas; hay que unir las luchas de los nativos, las luchas contra la depredación, las luchas contra el agronegocio; en una sola gran lucha obrera y popular por derrumbar el poder político de los ricos y poderosos, y construir una república de los trabajadores y el pueblo, cortando para siempre con este ciclo de injusticias.