17 DE OCTUBRE: DE LAS GESTAS OBRERAS AL AJUSTE Y REFORMA LABORAL

Un 17 de octubre de 1945, cientos de miles de obreros llenaron la plaza de mayo para exigir la liberación de Juan Domingo Perón, un hábil coronel que desde la Secretaría de Trabajo había visto en el movimiento obrero la fuerza que podía compensar la debilidad cada vez más grande de los sectores a los que respondía el gobierno militar del que participaba, frente al inmenso y creciente poderío norteamericano en Sudamérica; y que por presión de la patronal alineada con los intereses yanquis había perdido sus cargos en el gobierno y su libertad.
Las columnas obreras llegaron de todas las zonas industriales de capital y el conurbano, llegando a cruzar nadando el Riachuelo, para converger en lo que fue una de las manifestaciones más importantes de la historia argentina. No era la primera vez que la clase obrera mostraba su fuerza: desde finales del siglo XIX, diferentes procesos de lucha habían puesto en entredicho el dominio de la patronal sobre el país; pero esta vez, el movimiento obrero iba un paso más allá.
La movilización desarticuló al ejército y a la policía -con sectores que incluso se negaban a reprimir- y paralizó al gobierno y a los sectores antiperonistas, que no atinaron a dar otra respuesta que ceder a la presión de los trabajadores y liberar a Perón; dejando definitivamente en claro que el movimiento obrero era la fuerza social más poderosa del país. Por primera vez en la historia argentina, la lucha de las masas lograba patear el tablero político; Y a partir de ese momento no se pudo gobernar sin el aval (o al menos la pasividad) de los sindicatos.
Y así, ese mismo 17 de octubre el peronismo empezó a mostrar la hilacha: las instituciones y organizaciones que le estaban dando forma a ese recién nacido movimiento, evitaron que la clase obrera (dueña indiscutida de la situación en ese momento) terminara de ajustar cuentas con el dominio de los explotadores. Y una vez liberado, Perón terminó de disipar el pánico de ricos y poderosos, al usar su prestigio para mandar a los obreros a sus casas.
Por qué el peronismo se volvió “gorila”
Estos hechos se pueden entender a la luz de una realidad: Perón era un dirigente de un sector patronal, y su único propósito era lograr asegurar el dominio político de ese sector; el más ligado a los capitales ingleses y europeos. Es decir, ni siquiera perseguía un proyecto de ruptura con las potencias imperialistas dueñas del mundo, sino simplemente negociar en mejores condiciones para que los dueños del país obtuvieran un trato privilegiado como el que Inglaterra le había dado a la oligarquía terrateniente años antes; lo que también explica el hecho de que el peronismo pasara de ser la última expresión de resistencia patronal al imperialismo yanqui bajo Perón, a el principal aliado del imperialismo yanqui en el país bajo Menem.
De ese modo, en 1945 (con la patronal dividida, y con la presión del imperialismo yanqui que pretendía someter a la Argentina sin negociar nada); a Perón no le quedó otra que apoyarse en el movimiento obrero para suplir sus debilidades. Un apoyo que pudo concretar porque ya para ese entonces, las direcciones mayoritarias del movimiento obrero sostenían la creencia de que se puede negociar constructivamente con la patronal, llegar a acuerdos a largo plazo con los explotadores, y dirimir las diferencias no con la lucha sino con negociaciones monitoreadas por alguna institución estatal. Pero el peronismo llevaría esta política aún más lejos: si hasta ese momento, los sindicatos y los partidos políticos de trabajadores estaban dirigidos por traidores, pero se mantenían organizativamente independientes; bajo el peronismo perderían incluso esto último, ya que Perón hizo todo lo posible para evitar que la clase obrera actuara y se organizara por su cuenta, para evitar que tuviera iniciativas por fuera del control patronal. Así, el peronismo combinó la formidable organización del movimiento obrero, con la represión a toda forma de organización obrera independiente de los empresarios y el estado, y todo eso al servicio de política patronal de turno.
Esto dio un salto cuando el peronismo volvió al gobierno en 1973, ya adaptado al dominio yanqui y reconciliado con el resto de las patronales: ahí pasó de sabotear las luchas a enfrentar una movilización cada vez más grande; cumpliendo a tiros los deseos de los nuevos amos yanquis de disciplinar a tiros al movimiento obreros, iniciando con la Triple A el exterminio masivo de luchadores y luchadoras que luego ampliaron los militares tras el golpe del ’76.
Garantía de hambre, saqueo y explotación
Luego, con la posibilidad de que surgiera una alternativa revolucionaria a su dominio político y sindical truncada por el genocidio del Proceso; el peronismo ya ni se tomó la molestia de ocultar su giro a la derecha: desde los ‘80 abandonó las “tres banderas” proclamadas en los años ’40 (justicia social, independencia económica y soberanía política), y usó su control sobre las organizaciones obreras y populares para dejar pasar las terribles políticas de hambre diseñadas en Washington; y los dirigentes sindicales pasaron de posar de combativos para desviar las luchas, a transformarse en carneros declarados, más patronales que la propia patronal, y a sufrir un repudio creciente de parte de nuevas generaciones de laburantes.
Sin embargo, el control dictatorial que todavía tienen sobre las grandes organizaciones obreras y populares; le permite a lo que queda del peronismo impedir que la clase obrera se ponga al frente de las luchas y convierta a los estallidos en revoluciones sociales absolutas. Eso fue lo que permitió que las grandes luchas de 1982, 1989 y 2001, terminasen abortadas, lo que facilitó el vaciamiento menemista y los pagos de deuda externa del kirchnerismo, lo que impidió la caída de Macri, y lo que ahora intenta terminar con los derechos que el peronismo alguna vez reconoció; al tirar abajo los convenios que nos costó décadas de lucha dura conquistar y defender.
Superar el peronismo construyendo una alternativa obrera y socialista
La historia del peronismo nos deja así dos lecciones: por un lado, el poder que tiene la movilización de los trabajadores y el pueblo, que viene marcando el rumbo de la historia argentina desde 1945 a esta parte. Por otro, la demostración de que atarse a un dirigente o partido de la patronal siempre termina mal.
Los “17 de octubre” del futuro; tenemos que hacerlos no para apoyar a un defensor “nacional y popular” del orden capitalista, sino para echar a todos los políticos patronales que nos traen miseria y represión. No para bancar un proyecto que después nos termina vendiendo; sino para imponer un gobierno de los trabajadores y el pueblo, un gobierno que cumpla con las tres banderas de justicia social, independencia económica y soberanía política de la única manera posible: cortando el saqueo imperialista mediante el no pago de la deuda externa y las nacionalizaciones, expropiando las principales empresas, y organizando un plan económico obrero y popular.
Y para que todo esto sea posible, para que la próxima vez que la clase obrera cope la plaza de mayo como ese 17 de octubre no se quede “con las patas en la fuente” sino que ocupe de una vez y para siempre la casa rosada; es necesario terminar de barrer a lo que queda del peronismo atornillado a las direcciones de las organizaciones obreras y populares; y darle el pueblo trabajador una nueva dirección política y sindical basada en los mejores luchadores: obrera, socialista y revolucionaria. Desde el PSTU invitamos a todos los luchadores y luchadoras a sumarse a esta tarea.