El Encuentro de octubre pasado fue multitudinario y lleno de expectativas de muchos sectores que fueron pensando que sería más amplio y profundo en sus debates, y menos burocrático que los anteriores, dirigidos por la CCC y con peso de la Iglesia. Lamentablemente nada de eso sucedió. Este Encuentro estuvo financiado y garantizado por el Gobierno Provincial de San Luis, y por el Gobierno Nacional de Fernández y su Ministerio de Mujeres y Diversidades. Gastaron fortunas para lograr maniatarlo y ahogar la relativa independencia de los gobiernos que lo caracterizaba. Hoy, es un evento más de la grilla “feminista”.
La gran ausencia fueron las mujeres trabajadoras y de los sectores populares. En un marco de mayor empobrecimiento y violencia sobre los sectores populares, apenas unos pocos talleres tuvieron temáticas relacionadas con el rol de las mujeres trabajadoras en la lucha contra la violencia económica, por ejemplo.
Quedó claro que el centro fue la experiencia de las diversidades o identidades: una postura muy conocida del feminismo que copó casi absolutamente el Encuentro, como así también el 8M y las fechas relacionadas con las luchas contra la opresión y por nuestros derechos.
El feminismo, hoy preponderante, aboga por la separación de las mujeres trabajadoras de sus compañeros varones con quienes, día a día, luchan a la par contra la explotación en las fábricas, o contra la pobreza arrolladora en cada barrio. Es necesario construir esa unidad, en base a combatir el machismo que existe en toda organización y lugar, para poder fortalecer cada pelea que damos desde la clase trabajadora. Las conducciones del movimiento de mujeres nos llaman a hacer lo contrario: eso no nos sirve para la magnitud de la lucha que debemos dar.
La colectiva Ni Una Menos, o centrales sindicales como la CTA (presentes en el Encuentro), son parte del frente que hoy gobierna nuestro país. Ni hablar de La Cámpora o el Movimiento Evita. Todas fueron al Encuentro a apoyar sin miramientos a Cristina Fernández en la pelea electoral que ya está planteada. Es decir, fueron para llamarnos a confiar en quienes negocian con el FMI y demás buitres, a costa de nuestras riquezas naturales y por eso encarcelan a las mujeres mapuche. Luego, para lavarse la cara frente al movimiento, las organizaciones K pelearon la próxima sede, que será Bariloche, centrando en las reivindicaciones del pueblo mapuche.
En la misma línea, Ayelén Messina aceptó la designación como nueva Ministra de Mujeres, Géneros y Diversidades de la Nación: al mismo tiempo que organiza el Encuentro “Plurinacional” en San Luis y es militante de la visibilidad lésbica, mira para otro lado si hablamos de represión a las mujeres mapuche.
Más que obvia es entonces la necesidad de superar estas conducciones, y construir desde abajo la mayor unidad para luchar por nuestras necesidades, que son las de la clase trabajadora.