El asesinato de Daniel Barrientos generó gran indignacion entre los choferes, cansados de la inseguridad. La bronca se tradujo en paros y cortes de ruta . Sergio Berni no hizo más que echar leña al fuego, provocando el repudio de los trabajadores y amplios sectores. El Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires fue corrido a trompadas y dos choferes resultaron detenidos.
El 3 de abril dos personas subieron a robar a un colectivo de la línea 620 en La Matanza, y se tirotearon con un policía que viajaba en la unidad, tras lo cual resultó muerto el conductor.
La bronca no se hizo esperar. Paró la línea 620 y se sumaron otras líneas. La UTA tuvo que avalar el paro en zona oeste y rápidamente se adhirieron varias líneas del AMBA. No fue un paro nacional por el rol nefasto de la conducción del gremio que frenó para que la situación no los desbordara. El Secretario General Roberto Fernández dijo: “No queremos un paro general”.
Los choferes cortaron General Paz y Ruta 3. El corte comenzó temprano en la mañana y se extendió hasta entrada la noche. A medida que iba pasando el tiempo se acercaban más y más choferes en solidaridad.
Este crimen se sumó al de Leandro Alcaraz en 2018, y al de Pablo Flores en 2020. En esa ocasión el Ministro de Seguridad Berni prometió la instalación de cámaras y cabinas, cosa que nunca sucedió. De ahí la bronca que se expresó contra el Ministro cuando quiso venir a “copar la parada” y levantar el corte de los choferes: le torcieron el brazo a la represión y golpearon duramente a “Rambo” Berni.
Los medios, el Sindicato y todos los políticos atacaron a los choferes porque “con violencia no se arregla nada”. Pero los choferes contestaron sin dudas: violencia son los asesinatos y las promesas incumplidas. ¡Apoyamos el derecho absoluto de los trabajadores a defenderse de la represión, y responder violentamente cuando son asesinados por las empresas que solo buscan ganancias y ante los títeres como Berni que están a su servicio!
La bronca fue también para otros políticos patronales. En el piquete hubo cánticos contra el intendente de La Matanza, Fernando Espinoza, y sonó fuerte el “Que se vayan todos”. Ni María Eugenia Vidal en el 2018 cuando murió Leandro Alcaraz, ni Cristina Fernández con Daniel Scioli en el 2008 cumplieron sus promesas. La inseguridad persiste, gobierne quien gobierne.
Frente a la falta de soluciones: auto organización
Ahora el gobernador Axel Kicillof y su ministro Berni aplican mayores controles y cacheos a los pasajeros (que son trabajadores que padecen el mismo flagelo) para “prevenir la violencia”. En verdad, aprovechan para naturalizar un régimen represivo sobre el pueblo pobre. Es hora que los trabajadores nos organicemos para evitar que nos roben y maten, y defendernos de la represión y hostigamiento del Estado.
Muchas empresas que reclaman subsidios para que su negocio sea rentable, se niegan a la instalación de cabinas para que los choferes trabajen más seguros. Con el agravante de que el Gobierno ya les entregó un subsidio específico para inseguridad y lo usaron para otros fines. El ministro de Transporte provincial Jorge D’Onofrio calificó esa acción como “malversación”, pero, ¡el colmo!, en lugar de castigo penal las empresas recibieron la promesa de un préstamo del Banco Provincia.
¡La vida de un chofer vale mucho más que sus ganancias! ¡Ellos viven a costillas de los laburantes y de los impuestos que paga el conjunto del pueblo trabajador! ¡Que destinen parte de sus cuantiosas ganancias al mejoramiento de las unidades para que laburar no nos cueste la vida!
La conducción de UTA, en vez de preocuparse por los trabajadores, se dedica a reclamar subsidios del Estado para las empresas. Necesitamos organizarnos por abajo y exigir asambleas en cada Línea para discutir cómo nos defendemos de la violencia y los robos. Una opción podría ser saliendo de a dos unidades juntas o sumando un guarda o segundo hombre en la unidad. De cualquier manera los costos debe afrontarlos la patronal.
El problema de la inseguridad es del conjunto del pueblo trabajador. Los planes económicos al servicio del FMI nos han condenado a la pobreza estructural y la marginalidad. El capitalismo decadente corroe las bases de la sociedad.
El entramado mafioso entre los gobiernos, la justicia, las fuerzas de seguridad y el narcotráfico, sólo podrá ser desbaratado si los trabajadores y el pueblo pobre toman las riendas del país a través de un gobierno propio sentando las bases de una sociedad socialista.