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UOM: los alcances de una lucha histórica

Fue una inmensa respuesta obrera a la intransigencia de una patronal dispuesta a pasar por encima no solo a los trabajadores metalúrgicos, sino incluso a los propios dirigentes del gremio. Conquistó una victoria que pudo ser mucho más grande, si el Secretariado Nacional no se hubiera contentado con acordar el aumento pedido y dedicado a garantizar la “paz social” para Massa y el sector empresario que lo apoya. Sin embargo, las cosas ya no serán iguales en el gremio metalúrgico.

Con la paritaria de marzo vencida, la inflación destrozando los salarios, y elecciones nacionales complicadas en camino, el Secretario General, Abel Furlán, decidió jugar la carta que tantas veces aplicó su antecesor Antonio Caló: llevar a las patronales una propuesta de aumento lo suficientemente baja como para ser aprobada por las patronales, sin muchas vueltas. Una táctica que le aseguró ganancias a los empresarios, estabilidad a los gobiernos y significó pobreza creciente a los metalúrgicos, que se fueron transformando en los obreros industriales peores pagos del país.

Las patronales provocaron el conflicto

Sin embargo, esta vez las patronales cerraron sus posiciones en torno a una propuesta notablemente más baja en cuanto a porcentajes, pero que además eliminaba ciertas condiciones que fortalecieron los aumentos anteriores, como que esos porcentajes sean acumulativos al mes anterior. La negativa patronal a siquiera discutir estos puntos hizo fracasar la paritaria.

Pero la intención de los empresarios iba más allá, asegurarse otra paritaria a la baja. Su objetivo con esta provocación era disciplinar al Secretariado Nacional e imponerle una dura derrota a los obreros y obreras metalúrgicos/as, para impedir la futura resistencia a la Reforma Laboral, la destrucción del Convenio Colectivo de Trabajo, la limitación del derecho a organizarse, el fin de las indemnizaciones por despido, y demás planes que quieren impulsar de la mano del próximo Gobierno. Así, las patronales lanzaron su desafío, y ante la bronca de las bases, Furlán tuvo que dar una respuesta.

Los metalúrgicos respondieron

Rechazando de antemano la Conciliación Obligatoria, el Secretariado Nacional convocó a un plan de lucha escalonado bajo el lema “Primero la dignidad”, consistente en un paro y movilización el 18 de julio, un paro de 48 horas para el 20 y 21 de julio, y finalmente un paro de 72 horas para los días 26, 27 y 28. El plan parecía bastante ambicioso, y muchos preveían que no sería acatado más que por algunos sectores del inmenso gremio. Pero la bronca acumulada durante décadas fue más fuerte, y las medidas se desarrollaron con una fuerza y masividad impresionante, a pesar de que el propio Secretariado y la mayoría de las seccionales hicieron poco y nada para garantizar eso.

El paro fue fuerte en todo el país. Hubo movilizaciones dirigidas por las conducciones en varias seccionales, y en otras como en Río Grande, el plan de lucha empalmó con los conflictos locales impulsados desde las bases. Varias fábricas pararon aún sin tener delegados, y algunas otras los eligieron al calor de la lucha. En diferentes provincias, además, se realizaron cortes de ruta. Y todo indicaba que estos hechos irían en aumento en las 72 horas de paro a partir del 26.

El frente patronal comenzó a agrietarse: mientras las siderúrgicas querían mantener la pulseada hasta el final, el resto de las cámaras empezó a sentir los efectos de la huelga. El Gobierno intervino para aliviar la presión que la patronal estaba sufriendo, y volvió a dictar Conciliación Obligatoria. Y esta vez Furlán decidió acatar.

El acuerdo y el triunfo obrero

Así, el 24 de julio se firmó por fin el acuerdo, alcanzando una cifra similar a la pedida por la UOM, junto a un bono de $60 mil a pagar en dos cuotas, y una cláusula gatillo para los últimos meses del año.

Lejos está de ser una gran victoria en lo económico: al perderse el retroactivo a junio (pedido en la propuesta inicial) se pierde el ajuste del aguinaldo; lo firmado incluye cláusulas de absorción de acuerdos por empresa, otras cláusulas limitan el pago del bono, etc. Y lo que es aún peor, lo conseguido sigue estando lejos de una canasta básica cada vez más cara, y sigue dejando a más de la mitad del gremio por debajo de la línea de pobreza. Además,  cuando el gobierno devalúa el peso en relación al dólar provocando una inflación que licuó lo firmado, acuerda con Acindar un aumento similar al de las demás ramas pero quitando la actualización mensual por índice del costo de vida.

Pero más allá de todas estas concesiones a la patronal, el conflicto terminó con una contundente victoria de los trabajadores: como se dijo, los empresarios buscaron derrotar a la UOM y a los trabajadores, y terminaron divididos y pidiendo tregua. Querían preparar el terreno para venir por todo, y en lugar de eso pusieron a miles de obreros en pie de guerra. Y podría hacer sido peor para ellos, si Furlán y el Secretariado Nacional no cerraban el conflicto acatando la Conciliación Obligatoria.

Una nueva camada de luchadores

Es que más allá del aumento conseguido, este conflicto dejó grandes enseñanzas entre las bases metalúrgicas que no serán olvidadas fácilmente. Por un lado, decenas de miles de metalúrgicos fueron testigos de lo que su lucha puede conseguir, a pesar de que los dirigentes no perdieron el control del movimiento en ningún momento, y lo cerraron de manera prematura. Pero los obreros metalúrgicos pudieron doblarle el brazo a los empresarios que los explotan cada día, y forzarlos a pedir una tregua.

Pero por otro, más importante aún, miles de trabajadores y trabajadoras, activistas e incluso delegados, se mostraron capaces de organizar y sostener una lucha, de unir y movilizar a sus compañeros de trabajo, e incluso de coordinarse con luchadores de otras fábricas usando las redes sociales. Y todo esto sin ayuda (e incluso contra la voluntad) de los dirigentes sindicales: de hecho, fueron esos obreros y obreras los que verdaderamente lograron que el plan de lucha tuviera el acatamiento, la masividad y la contundencia que registró. Esta camada de luchadores/as pasó una gran prueba en esta lucha, mostrando su potencial y ganando una experiencia importantísima para las peleas que están por venir.

Hace falta una salida definitiva

Queda mucho camino por delante. Hay que seguir peleando por una recomposición salarial real e inmediata. Hay que seguir en la calle, peleando por llevar ya el salario mínimo de bolsillo al nivel de la canasta básica, y a partir de allí establecer el ajuste automático por inflación, para que no vuelva a haber una sola familia metalúrgica por debajo de la línea de pobreza. Hay que luchar para obligar a las empresas a dar trabajo a los y las compañeros/as desocupados/as, incluso reduciendo la jornada sin rebaja en los haberes. Y hay que luchar hasta imponer medidas de fondo contra el parasitismo patronal que se enriquece a costa de nuestra miseria.

Pero semejante tarea no será llevada adelante por Furlán y los dirigentes que, en este conflicto, volvieron a mostrar sus limitaciones: solo quienes garantizaron el plan de lucha desde cada lugar de trabajo pueden hacerlo. Y para eso, hay que organizarse mediante asambleas que decidan desde cada fábrica de qué forma continuar esta lucha. Hay que organizarse desde abajo para impulsar un nuevo plan de lucha nacional contra la Reforma Laboral, el ajuste y la entrega que se vienen. Hay que organizarse para defendernos de la represión, venga de donde venga, y dejar de lado a los ministerios, sus instancias y conciliaciones obligatorias, que solo sirven para evitar que los obreros luchen.

La patronal va a lanzar nuevos ataques cuando se recomponga. Los dirigentes de la UOM, demostraron no estar a la altura de las circunstancias. Pero la base metalúrgica, y entre ellos los miles de activistas que se pusieron el conflicto al hombro, demostraron estar preparados para las próximas peleas. Desde el PSTU, habiendo sido parte de estas históricas jornadas de lucha, llamamos a esos compañeros y compañeras a construir una herramienta política y sindical que nos sirva para conducir a los metalúrgicos más allá de los objetivos de Furlán y los dirigentes, llevando la lucha hasta las últimas consecuencias.