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Crónicas de un conflicto histórico

Después de más de un mes de lucha, los choferes de la línea 60 echamos atrás los despidos de 50 compañeros, logramos el reconocimiento del cuerpo de delegados y los permisos gremiales, y el pago de un porcentaje de los días caídos más las asignaciones familiares. Fueron 41 días de una pelea heroica, contra la patronal y sus carneros, contra el gobierno, la Justicia y las fuerzas de seguridad. Apoyados por nuestras familias, diversas organizaciones obreras y partidos de izquierda, nos enfrentamos contra todo el aparato del Estado. Y salimos victoriosos.

Un golpe al plan de ajuste del Gobierno y los intereses de los monopolios del transporte
Más allá del logro inmediato de frenar los despidos, la lucha de la 60 puso en primer plano el reclamo por la estatización de los servicios públicos, destapando la corrupción que hay detrás del sistema de subsidios. Fue por esto que un conflicto aparentemente gremial, se torno rápidamente político.
Y es que detrás del conflicto desatado por el despido del chofer Ariel Benítez, se asoma el plan del Gobierno y las patronales de descargar el costo de la crisis económica sobre la espalda de los trabajadores. Por eso la lucha fue tan dura. Por eso, ningún candidato patronal, en medio de la campaña electoral hacia las PASO, hizo referencias a este conflicto que por más de un mes estuvo en boca de todos. O como Aníbal Fernández, lo hicieron contra los trabajadores y apoyando a la empresa.

La unión hizo la fuerza

La “clave del éxito” fue la unidad. Lejos de “un grupito de cuarenta”, como acusaban el presidente de Monsa, Marcelo Pasciuto, el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández y el Secretario General de la UTA, Roberto Fernández, la pelea la dieron las bases, unidas y encabezadas por un cuerpo de delegados combativo, que logró mantener esa unidad en asambleas.
Por eso la medida de no cobro de boletos, que empezó el día 25 de junio, tuvo un acatamiento tan alto que obligó a la empresa a decretar el lockout. Ningún trabajador aceptó firmar el compromiso de cobrar boletos con que la patronal intentaba extorsionar a los choferes.
Frente al abandono de las instalaciones por parte del personal administrativo, denunciamos el lockout y brindamos el servicio sin cobrar boleto, demostrando que en una empresa, los que sobran, son los patrones.
Después de una semana, la empresa volvió y, con apoyo de la Justicia, logró quebrar la medida impidiendo la salida de las unidades.
Volvíamos a quedar “encerrados” en la empresa, mientras el conflicto desaparecía de los medios masivos de comunicación. La patronal y el gobierno, se jugaban a quebrar el conflicto por desgaste, especulando con el próximo día de cobro.

Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta…

En esas circunstancias el apoyo recibido desde afuera fue vital. Todos los días, en las cabeceras de Maschwitz, Rincón o Constitución, se podían ver delegaciones de trabajadores de la salud, estatales, metalúrgicos, docentes, que se acercaban a solidarizarse y a colaborar con el fondo de huelga. Nuestro partido se hizo presente con docentes, jóvenes y la solidaridad de trabajadores de GM de Rosario, la presencia de Franco Idoeta delegado de Felfort y precandidato a Diputado por el FIT y el día 24 de julio con una delegación de compañeros Petroleros de Chubut y Mineros de Santa Cruz, que se acercaron a la cabecera de Rincón de Milberg, haciendo un aporte en efectivo y dando una bocanada de aire fresco a los choferes.
Pero no solo del interior llego la solidaridad. Desde Chile, Brasil y Costa Rica, estudiantes y trabajadores organizados en la Liga Internacional de los Trabajadores, de la que formamos parte, hacían llegar su solidaridad vía Internet, con videos y saludos, porque la clase trabajadora, acá y en cualquier parte del mundo es una sola.
A este apoyo recibido desde afuera, se sumó un elemento clave. Nuestras esposas comenzaron a organizarse para apoyar la lucha y fueron un puntal fundamental para sostener el fondo de lucha, difundir el conflicto y sostener moralmente a sus compañeros.

“Nos vemos en la Pana”

A partir de ese momento, el carácter político del conflicto fue quedando claro para la mayoría de los compañeros. La empresa y el gobierno estaban decididos a derrotarnos. Había que torcer la balanza de nuestro lado, y la campaña electoral nos daba una oportunidad inmejorable. Fue así como se decidió el corte simultaneo en Puente La Noria (donde DOTA tiene una de sus cabeceras más importantes) y en Panamericana y 197, el martes 28 de Julio.
La represión por parte de la Gendarmería Nacional, dirigida por el inefable Berni y amparada por la orden de la jueza Arroyo Salgado, multiplicó el sentimiento de solidaridad con los choferes, aun cuando los medios intentaron por cualquier causa, responsabilizarnos por los incidentes. Esto hizo retroceder en chancletas al Gobierno Nacional y obligó a Scioli, a intervenir a través de su Secretario de Seguridad, Granados, aunque no trajo solución alguna, ya que a la segunda audiencia al día siguiente, la empresa no se presentó.

El jueves, un nuevo corte en Panamericana, donde para sorpresa de muchos, los automovilistas, choferes de camiones, ómnibus de larga distancia (incluidos los pasajeros), y choferes de otras líneas de colectivos, nos saludaban efusivamente, dándonos muestras de apoyo. Producto de este apoyo y lo mal parado que quedaron el Gobierno Nacional y Scioli, que puso a la Infantería al servicio de la represión, el viernes, finalmente, el Ministerio de Trabajo convocó a las partes a un dialogo, y presentó una propuesta en la que si bien no se aclaraba el punto de los días caídos, reincorporaba al chófer Benítez y los otros 47 compañeros despedidos durante la medida. El Gobierno y la empresa se habían jugado a derrotarnos, pero la represión les jugó en contra y la cercanía de las paso los apuraba para cerrar el conflicto, que se mantenía firme, sostenido por el heroico activismo de los choferes.
El sábado 1° de agosto, una asamblea masiva, votó aceptar. Pero esa misma tarde, la empresa negó haber hecho esa propuesta. La connivencia entre el Ministerio de Trabajo y la empresa tratando de medir fuerzas era clara.
Cuando los delegados se retiraban del ministerio, en un intento por dilatar la negociación, desde este organismo se intentó concertar una nueva reunión para el martes, a lo que la respuesta de los compañeros fue contundente “El martes nos vemos en la Pana”.

El día martes, mientras cortábamos nuevamente la Panamericana, un grupo de delegados se presentó en el Ministerio de Trabajo y se retomaron las negociaciones. El sentimiento de todos era el mismo: “demostramos buena voluntad el sábado y nos cagaron. Ahora vamos por todo”.
Pasadas las 19 horas, se dio a conocer la propuesta: Reincorporación de 50 compañeros despedidos, pago de una suma fija de once mil pesos por los días caídos, y el reconocimiento del cuerpo de delegados. Una masiva asamblea aceptó el acuerdo por amplia mayoría.

Aun cuando el conflicto terminó en un triunfo, los compañeros reflexionaban que fue apenas un round, y que vienen peleas mucho más duras. Aun quedan afuera los compañeros Lema, Siricevic y Canuyan, y la suma ofrecida no alcanza a cubrir la totalidad de los días caídos.
Pero sobre todo, esta lucha es una pelea ganada contra el ajuste del Gobierno, las empresas y los dirigentes sindicales vendidos, como Fernández de la UTA, que durante todo el conflicto no hizo más que poner carneros y hacer campaña mediática con mentiras para criminalizar a los choferes y su lucha. Por eso, este triunfo, esta batalla ganada en esta guerra que sigue, es un triunfo para todos los trabajadores, porque deja claro que es posible enfrentarse a estos monstruos y ganarles. Este triunfo es contra el ajuste, contra los planes del Gobierno y las empresas de destruir todo intento de resistencia, por eso, esta victoria nos deja a todos mejor parados para seguir peleando y torcerles el brazo, para que esta crisis la paguen los capitalistas y no los trabajadores.


Algunas lecciones: La necesidad de unificar las luchas

Durante los 41 días de lucha desde el PSTU insistimos permanentemente que este conflicto era esencialmente político, no sólo gremial. Se trataba de un intento acordado entre la patronal y el gobierno de sacarse de encima una dirección sindical que no les respondía directamente, que no tenía nada que ver con todas aquellas conducciones con las que ellos están acostumbrados a transar, como lo hace habitualmente la burocracia sindical. 

Es claro que de haberlo querido, el gobierno en un movimiento podría haber solucionado el conflicto quitándole los subsidios a la empresa, estatizándola y poniendo ese dinero para los salarios y un servicio público de calidad. Los choferes de la 60 han dicho esto y era una gran verdad.
Pero para lograrlo, no alcanzaba con decirlo solamente, sino que necesitaba direccionar las acciones tomadas en ese sentido para ganar a la sociedad en que tercie políticamente en el asunto y vea con claridad que es el gobierno quien se niega a resolver el asunto. Como siempre, el gobierno intentó posar de neutral, de quedar como un “mediador de un conflicto gremial.” Y eso sólo podía ser clarificado ante todos los trabajadores si se colocaba esta denuncia en el centro de todas las acciones. Y esto lamentablemente no se terminó de lograr. Esto lo hemos aprendido en la lucha de los aceiteros, que además de bloquear los puertos para que no salgan las exportaciones, ubicaron la denuncia al Gobierno Nacional y al Ministro KIcillof como quienes se negaban a homologar los aumentos salariales. Sólo a partir de esas acciones, que fueron ganando la simpatía de millones de trabajadores, el gobierno se vio acorralado políticamente y tuvo que ceder.

Para eso, decíamos que era necesario unir todas las luchas que se estaban dando, esas que las propias direcciones sindicales vendidas habían dejado aisladas. Y convertir el apoyo que se percibía en acciones concretas, identificando que todas esas peleas formaban parte de la resistencia de los trabajadores contra el plan de ajuste que se viene llevando adelante. Y ese plan lo hacen las patronales a través del Gobierno y sus instituciones, como la Justicia y sus fuerzas represivas. El accionar del Jefe de Gabinete, Aníbal Fernandez, de la jueza Servini de Cubría y de la gendarmería de Berni lo fue dejando claro ante millones de trabajadores.
Por eso hemos insistido respetuosamente en que los trabajadores de la 60 tenían la oportunidad de llamar a alguna reunión de coordinación para organizar ese apoyo a las luchas y coordinar acciones concretas, apoyados en mandatos de base de cada organización. Evitando todo sectarismo y con la mayor amplitud posible, para ir dando pasos en la coordinación que nos permita derrotar el plan de ajuste de nuestros enemigos de clase, esos que nos atacan en forma unificada, con cada actor interpretando su papel.
Mientras planteábamos eso, los trabajadores de Cresta Roja enfrentaban despidos, metalúrgicos de Puerto Madryn y Tierra del Fuego peleaban contra despidos y por apertura de paritarias, y los trabajadores del frigorífico Rioplatense también sufrían despidos y ahora están en conciliación obligatoria. Esto deja claro que el ataque a los trabajadores no discrimina por gremios, es un ataque general a los trabajadores que ya llevamos mas de 750.000 despidos desde el año pasado hasta ahora.

La caída del precio de las materias primas y la caída de las ventas de autos a Brasil, junto con el saqueo de los recursos naturales y el parasito monstruoso de la deuda externa, están poniendo la economía en crisis, Europa está en recesión y la economía de Estados Unidos crece de forma raquítica. Grecia es el mejor ejemplo de como esos países imperialistas vienen a comernos el hígado para salvar sus ganancias.
Por eso, frente a semejante pelea, hoy más que nunca se hace necesaria la coordinación de las luchas, acá en Argentina y en todo el mundo.
El triunfo de la 60 nos tiene que servir para fortalecer esa pelea. Es otra de las lecciones que nos ha dejado esta lucha histórica. Es tarea de todos los trabajadores y direcciones combativas ponerse a la cabeza de esta necesidad y volcar todas sus fuerzas para avanzar en la organización y coordinación de las luchas de resistencia al ajuste.
Gane Scioli, Macri o Massa, lo que se viene son más despidos, más caída del salario, más aumento de precios, mas saqueo, más deuda externa y más represión como la que vivieron los trabajadores de la 60 en la Panamericana. Por eso, frente a la unidad del Gobierno, las patronales y los dirigentes sindicales vendidos, tenemos que plantar la unidad de toda la clase trabajadora.

Desde el PSTU y la Liga Internacional de los Trabajadores, estamos a disposición para llevar adelante esa tarea. Este año se realizó en Brasil el 2° Congreso de Conlutas y se reunió la Red Internacional Sindical, que busca justamente la coordinación a nivel internacional de las luchas en curso. Invitamos a todas las organizaciones, especialmente a los delegados y trabajadores de la 60 a avanzar juntos en esta gran tarea, mientras seguimos codo a codo acompañando sus luchas.