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Dos tragedias: el huracán y la ocupación militar

Una nueva tragedia asola Haití. El paso del huracán Matthew dejó un rastro de destrucción en el país. Fueron fuertemente alcanzados el litoral sur y también una parte del interior, en el oeste del país. Las cifras oficiales hablan de casi 900 muertos y 350.000 desabrigados. Seguramente la realidad es mucho peor. Además, hay millares de casas destruidas, centenas de edificios públicos derrumbados, miles de animales muertos.

(…)No se trata solo de un desastre natural. Los efectos del mismo huracán sobre una sociedad viviendo en condiciones dignas no causaría tal destrucción.
En enero de 2010, un terremoto de magnitud 7.0 en la escala Ritcher destruyó 70% de la capital de Haití, matando a 212.000 personas (cifras oficiales) y dejando 1,5 millones de desabrigados. Poco más de un año después, un terremoto de mayor magnitud (8,9 en la escala Ritcher) alcanzó el Japón, matando a 6.000 personas.
Tampoco se puede creer en las acciones humanitarias que comienzan a desarrollarse en el país. Luego del terremoto de 2010, centenas de millones de dólares fueron destinados a esas acciones. Gran parte de ese dinero fue para el bolsillo de los gobernantes corruptos. Muchas ONG’s también se enriquecieron. Basta visitar Puerto Príncipe hoy, seis años después del terremoto, para constatar las señales de la destrucción en todas partes de la ciudad que no fue reconstruida.
La verdad, contada por los haitianos, es que los pocos sobrevivientes del terremoto fueron retirados de los destrozos por los propios haitianos, con las manos y con palas improvisadas. Por eso, solo fueron rescatadas con vida menos de 200 personas. Nada indica que ahora será diferente.
La Minustah –tropa de ocupación de la ONU, dirigida por el ejército brasileño– fue de una brutal incapacidad durante el terremoto. Batay Ouvriyé describió que la preocupación fundamental de las tropas en aquel momento era proteger los cuarteles contra la población hambrienta, sin cumplir un papel cualitativo en el salvataje de los afectados. Nada indica que ahora será diferente.
En realidad, existen ahora dos tragedias en Haití: el huracán y la ocupación militar. (…)

La farsa de la “ocupación humanitaria”

En febrero de 2004, agentes de la CIA y fusileros navales de los EEUU invadieron el palacio de gobierno haitiano. Tomaron prisionero al presidente electo, Aristide, y lo deportaron para la República Centroafricana. Estaba consumado un golpe de Estado más en Haití, una intervención militar norteamericana más.
El mismo día, el Consejo de Seguridad de la ONU votó apresuradamente una resolución de emergencia, mandatando a los militares norteamericanos y franceses como la vanguardia de una fuerza multinacional que debería “estabilizar” el país para legalizar la ocupación militar.
Para disfrazar la intervención imperialista, el presidente Bush recurrió a Lula. Tendiendo que lidiar con el desgaste de la ocupación de Irak, Bush “tercerizó” la ocupación. El 1 de junio llegó a Haití la Minustah (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas para Haití), liderada por tropas brasileñas y compuesta por soldados de la Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y otros países. Estas continúan siendo, hasta hoy, las fuerzas militares que sostienen el plan económico y político del imperialismo norteamericano en Haití. (…)
No se tiene conocimiento de una sola escuela, hospital o red de alcantarillas construidos por las tropas de ocupación “humanitaria”. No cumplen ningún papel significante después del terremoto.
Toda esa violencia está al servicio de un pequeño grupo de empresas multinacionales que ganan altos lucros con la producción de textiles en Haití, para el mercado norteamericano.
Las multinacionales se aprovechan de la ocupación militar
Existe en Haití un plan económico, que tiene como parte principal la implantación de dos decenas de zonas francas con multinacionales produciendo para el mercado norteamericano. Fábricas multinacionales producen para la exportación a los Estados Unidos, libre de tasas aduaneras y en general también de cualquier límite laboral legal.
El objetivo de las multinacionales es producir con salarios aún menores que en otras regiones, y con represión brutal a cualquier resistencia. La existencia de una legión de desempleados –80% de la población, un enorme ejército industrial de reserva– permite a las multinacionales presionar a los obreros empleados a aceptar las condiciones humillantes de salario y de trabajo. Los sindicatos son reprimidos violentamente, y sus dirigentes y afiliados son despedidos así que aparecen.
En una de nuestras visitas a Haití, fuimos a una fábrica de una de las zonas francas, a Codevi, en Ouanaminthe. La Codevi es una multinacional, parte de un conglomerado dominicano (el Grupo M), ligado al banco Chase Manhattan, que fabrica jeans para marcas famosas como Levi’s y Wrangler. Sus trabajadores ganan U$S 48 por mes y trabajan vigilados por guardias armados.
En Cité Soleil (en Puerto Príncipe) está organizándose otra zona franca. Allí conocimos a los trabajadores de la Hanes, una de las más importantes fábricas de camisetas [remeras] de los Estados Unidos. Oímos a una de las obreras hablar, indignada, sobre las condiciones de trabajo en la empresa. Dijo que ellas trabajaban 12 horas seguidas sin derecho a ningún intervalo, ni para el almuerzo. La fábrica ponía candado en las puertas para evitar el abandono de la línea de producción para ir al baño.
La ideología difundida por la ocupación es que las tropas estarían en Haití para ayudar a disminuir la pobreza del país. No obstante, esa pobreza es utilizada cínicamente por las empresas multinacionales para producir a bajísimos costos para el mercado de los Estados Unidos.
No existe agua ni hay desagües en las casas (a no ser en las casas de la burguesía, en los hoteles y en el comercio). Algunas casas tienen energía eléctrica, que acaba todos los días sin ningún aviso. La mayor parte de los habitantes no existe oficialmente, no tiene ningún documento. Las personas retiran agua de los pozos artesianos y la cargan para la casa en baldes. Usan carbón para cocinar. Las personas andan largas distancias a pie para no pagar transporte.
El imperialismo está haciendo una experiencia. En las fábricas existe una organización de trabajo moderna, los módulos. Esta instalando en el país una industria de relativo bajo nivel tecnológico, con un grado de explotación que se aproxima de la barbarie. Un capitalismo moderno con claros elementos de barbarie.(…)


Cómo ayudar al pueblo haitiano

Existe un sentimiento mundial de solidaridad con el pueblo haitiano por la tragedia del huracán. No obstante, es necesario tener claro la experiencia pasada del terremoto. No por casualidad, dirigentes populares advierten que: “Muy frecuentemente, las verdaderas víctimas de los desastres naturales no se benefician con la ayuda humanitaria. La ayuda anunciada va a crear nuevos ricos, en Haití y a nivel internacional, en perjuicio de las víctimas”.
Es preciso que la ayuda de los trabajadores de todo el mundo sea entregada a las organizaciones de lucha haitianas y no al gobierno fantoche.
Además, el 13 de octubre, la ONU votó un nuevo mandato para la Minustah, para continuar imponiendo el orden de las multinacionales en Haití.
Por eso, junto con la solidaridad, es necesario que las organizaciones de los trabajadores de todo el mundo se pronuncien contra la otra tragedia que asola a Haití: por el fin de la ocupación militar del país.

Nota completa en: http://litci.org/es/mundo/latinoamerica/haiti/haiti-dos-tragedias-el-huracan-y-la-ocupacion-militar/