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Cierre en medio de una crisis política

Si bien los trabajadores hemos sentido en carne propia el avance del ajuste y el Gobierno ha logrado negociar unas fiestas con “paz social”, este año las luchas obreras y populares se han hecho sentir y preanuncian grandes enfrentamientos para el 2017, generado algunos interrogantes entre los sectores patronales acerca de la capacidad del propio gobierno para pilotear la crisis que repercuten en toda la escena política.

Las negociaciones contra reloj con los gobernadores y senadores de todos los colores para deshacer la derrota sufrida en la Cámara de Diputados con el proyecto de reforma sobre el Impuesto a las “Ganancias” que presentó el propio Gobierno demuestran que el macrismo ha acusado el golpe. Al cierre de esta edición muy probablemente logren postergar el tratamiento de la ley para el año próximo. Una vez más, en nombre de la “gobernabilidad” los trabajadores seguiremos pagando la cuenta de esta crisis demostrando que todo es una farsa.

No obstante, el costo político es elevado. El macrismo ha demostrado una vez más como les ha mentido en la cara a los trabajadores incumpliendo su promesa de campaña de eliminar el impuesto, alimentando el odio existente contra los traidores de la cúpula sindical que mantienen el pacto social y se niegan a convocar el paro general.

Por su parte, los mismos que mientras estaban en el Gobierno defendían el Impuesto a las “Ganancias”, como Massa y Kicillof, hoy hablan para la tribuna sabiendo que si no logran destrabarlo en el propio Congreso será el propio Macri quien vete la ley como lo hizo con la ley antidespidos.

Queda claro que la única salida es la lucha obrera y popular para imponer la abolición definitiva de este verdadero Impuesto al Salario y que nada se puede esperar de las “roscas” de este Congreso que siempre termina transando para defender a los intereses patronales.

La prisión injustificada de Milagro Sala se ha transformado en otro gran problema para el macrismo. Todos los organismos internacionales (ONU, OEA, CIDH, etc) le exigen su liberación y desde todos los sectores de la prensa, incluyendo sus amigos, se habla de un “papelón” internacional que no puede resistir por mucho tiempo, redoblando la necesidad de movilizarse por su liberación más allá de las diferencias, para pararle la mano al Gobierno y la justicia con las persecuciones a los luchadores (ver página 15).

La crisis es que toda la puesta en escena de un gobierno “nuevo”, que respeta “el diálogo y el funcionamiento de las instituciones de la República” se va desmoronando. Más aún cuando la justicia, a través del fiscal Marijuan, acaba de imputar al propio presidente Mauricio Macri, Marcos Peña y Alfonso PratGay por el decreto que habilitó el blanqueo de familiares. Este hecho escandaloso, para beneficiar explícitamente a la familia del presidente y sus funcionarios empresariales, ha dinamitado toda imagen de transparencia y de lucha contra la corrupción kirchnerista, quizás una de las principales banderas que intentó desplegar el bloque gobernante.

El “segundo semestre” jamás llegó

La lluvia de inversiones para reactivar la economía este año quedó en el olvido. Los números del mes de noviembre fueron lapidarios. El consumo y la industria siguieron cayendo y todos los indicadores señalan que la recesión se profundiza. La crisis mundial se agrava, llegan cada vez peores noticias desde Brasil -el principal socio comercial del país- y la cosa no parece mejorar.

Así fue como la promesa del “segundo semestre” del 2016 se “refinanció” hacia 2017 sin mucho fundamento y empezaron a sonar las alarmas al interior de los propios sectores empresariales sobre la capacidad del propio Gobierno para pilotear la crisis.

El mensaje empresarial es claro. Para que “vengan” las inversiones el Gobierno debe probar que puede avanzar con su promesa de liquidar los convenios y condiciones laborales para “achicar el costo laboral” y derrotar al movimiento obrero para que en este país tenga “reglas claras para invertir”.

En criollo, significa que el Gobierno tenga la fuerza suficiente para reprimir y derrotar las luchas de los trabajadores que enfrentan estos ataques para poder garantizarle aún más ganancias a las empresas a costa de nuestras condiciones de vida. Esa es la madre de las batallas que está en curso, y para la cual debemos prepararnos.

Hacia grandes enfrentamientos

No son pocos los que desde el “establishment” o desde los grupos más concentrados del poder lo critican por no haber avanzado más con el plan de ajuste, desaprovechando la expectativa del primer año de gobierno. Son quienes le critican al macrismo no haber cumplido con el objetivo inicial y haber negociado “la paz social” en su primer año de gestión con más déficit fiscal y mayor emisión monetaria (inflación del 45%) que el propio kirchnerismo para sostenerlo.

En ese sentido, dudan de que el año próximo en medio de las elecciones, un gobierno más desgastado políticamente pueda sostener el acuerdo de gobernabilidad con el resto de las fuerzas patronales que le permitió implementar sus medidas (massismo, kirchnerismo, gobernadores, burocracia sindical, etc.) y aplicar su plan económico.

La duda es legítima. Han tomado nota del creciente malestar social, que pese a la traición de las centrales sindicales y las organizaciones sociales que le dieron tregua al Gobierno se han expresado en diversos procesos de luchas obreras y populares durante todo este año, demostrando un claro avance en el desgaste político del Gobierno a tan solo un año de haber asumido. (Ver páginas centrales).

El ex presidente Duhalde y el ex ministro Lavagna, quienes han rescatado a los empresarios en la crisis del 2001 y saben de qué se trata, han salido al cruce a manifestar lo complicado de la situación. Duhalde declaró que con el peronismo fragmentado, una derrota electoral en las próximas elecciones del macrismo podría hacer que “todo se venga abajo”. Lavagna fue más categórico: “si el gobierno no cambia, el plan económico termina en colapso.”

Siempre, claro está, estos personajes representan un sector de los empresarios. Están advirtiendo que lo acontecido en el Argentinazo todavía no ha cerrado, y que se puede desarrollar un escenario similar en el mediano plazo. (ver págs. 4 y 5)

Por eso, con la participación de la Iglesia Católica, la paz social negociada no es producto de la voluntad de lo que Macri quiso o necesita hacer, sino de lo que tuvo que hacer para poder terminar en forma relativamente tranquila su primer año de mandato.

Esto preanuncia que todavía quedan grandes enfrentamientos. Sólo hace falta posar la mirada en la Patagonia, con los petroleros de Neuquén y Chubut, donde se anticipan algunos síntomas.

La búsqueda de unidad en la lucha de los trabajadores y los sectores populares para derrotar el plan económico de Macri y las patronales, será una guía para la acción para todo el año que está por venir (Ver página 2).

Será un 2017 para poner en pie desde cada fábrica o lugar de trabajo un plan obrero que se contraponga al actual. Será también un año para aprovechar cada tímida medida que las propias conducciones se vean obligadas a realizar para sostener la situación, rodeando de solidaridad y coordinando las luchas que surjan, las dirija quien las dirija, impulsando coordinadoras regionales o zonales, en la perspectiva de congresos obreros y populares que unan la lucha de la clase obrera y sus reivindicaciones (salario, defensa de los convenios, etc.) con la de las mujeres por sus derechos, contra la represión y la persecución de los luchadores, contra la entrega de nuestros recursos naturales, por el no pago de la deuda a los usureros y por la ruptura de todos los acuerdos que nos someten al imperialismo a costa del sacrificio de nuestras familias.

En definitiva, sólo la movilización de los trabajadores podrá imponer un programa obrero de emergencia construido desde las bases, para que esta vez la crisis la paguen quienes la provocaron: los bancos y las multinacionales.


Hacia grandes enfrentamientos

No son pocos los que desde el “establishment” o desde los grupos más concentrados del poder lo critican por no haber avanzado más con el plan de ajuste, desaprovechando la expectativa del primer año de gobierno. Son quienes le critican al macrismo no haber cumplido con el objetivo inicial y haber negociado “la paz social” en su primer año de gestión con más déficit fiscal y mayor emisión monetaria (inflación del 45%) que el propio kirchnerismo para sostenerlo.
En ese sentido, dudan de que el año próximo en medio de las elecciones, un gobierno más desgastado políticamente pueda sostener el acuerdo de gobernabilidad con el resto de las fuerzas patronales que le permitió implementar sus medidas (massismo, kirchnerismo, gobernadores, burocracia sindical, etc.) y aplicar su plan económico.
La duda es legítima. Han tomado nota del creciente malestar social, que pese a la traición de las centrales sindicales y las organizaciones sociales que le dieron tregua al Gobierno se han expresado en diversos procesos de luchas obreras y populares durante todo este año, demostrando un claro avance en el desgaste político del Gobierno a tan solo un año de haber asumido. (Ver páginas centrales).
El ex presidente Duhalde y el ex ministro Lavagna, quienes han rescatado a los empresarios en la crisis del 2001 y saben de qué se trata, han salido al cruce a manifestar lo complicado de la situación. Duhalde declaró que con el peronismo fragmentado, una derrota electoral en las próximas elecciones del macrismo podría hacer que “todo se venga abajo”. Lavagna fue más categórico: “si el gobierno no cambia, el plan económico termina en colapso.”
Siempre, claro está, estos personajes representan un sector de los empresarios. Están advirtiendo que lo acontecido en el Argentinazo todavía no ha cerrado, y que se puede desarrollar un escenario similar en el mediano plazo. (ver págs. 4 y 5)
Por eso, con la participación de la Iglesia Católica, la paz social negociada no es producto de la voluntad de lo que Macri quiso o necesita hacer, sino de lo que tuvo que hacer para poder terminar en forma relativamente tranquila su primer año de mandato.
Esto preanuncia que todavía quedan grandes enfrentamientos. Sólo hace falta posar la mirada en la Patagonia, con los petroleros de Neuquén y Chubut, donde se anticipan algunos síntomas.
La búsqueda de unidad en la lucha de los trabajadores y los sectores populares para derrotar el plan económico de Macri y las patronales, será una guía para la acción para todo el año que está por venir (Ver página 2).
Será un 2017 para poner en pie desde cada fábrica o lugar de trabajo un plan obrero que se contraponga al actual. Será también un año para aprovechar cada tímida medida que las propias conducciones se vean obligadas a realizar para sostener la situación, rodeando de solidaridad y coordinando las luchas que surjan, las dirija quien las dirija, impulsando coordinadoras regionales o zonales, en la perspectiva de congresos obreros y populares que unan la lucha de la clase obrera y sus reivindicaciones (salario, defensa de los convenios, etc.) con la de las mujeres por sus derechos, contra la represión y la persecución de los luchadores, contra la entrega de nuestros recursos naturales, por el no pago de la deuda a los usureros y por la ruptura de todos los acuerdos que nos someten al imperialismo a costa del sacrificio de nuestras familias.
En definitiva, sólo la movilización de los trabajadores podrá imponer un programa obrero de emergencia construido desde las bases, para que esta vez la crisis la paguen quienes la provocaron: los bancos y las multinacionales.