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LOS TRABAJADORES Y EL PUEBLO POBRE EN EL PODER

Lejos de conmemorar el centenario de la revolución de Octubre de 1917 como simples efemérides, los socialistas revolucionarios vemos que son fechas cargadas de actualidad, por lo que tomamos esos hechos como guía para concretar nuestra principal aspiración: poner todo el poder político y económico en manos de la clase obrera, para que rija la sociedad a través de sus organizaciones democráticas.

La profundización de las crisis económicas, la amenaza de una catástrofe ambiental, la decadencia de las democracias occidentales y la pérdida sostenida de los derechos de millones, muchos empujados al hambre y la miseria, ponen en evidencia que el capitalismo no va más, y que debemos darle fin lo antes posible.

Ante esto, surgen opciones que intentan, por uno u otro medio, reciclar el capitalismo bajo rostros “humanos”, “nacionales y populares”, “bolivarianos” o bien “radicalizar la democracia”, proponiendo como novedosas, salidas que en realidad nos llevan a dejar las cosas como están: con los poderosos parasitando lo que producimos con nuestro esfuerzo; y el pueblo trabajador, esperando una muestra de bondad.

Para nosotros, aunque nos tilden de “anticuados”, la salida es la misma que los obreros rusos tomaron para poner fin a la masacre absurda de la Primera Guerra Mundial: la revolución socialista.

Podemos vencer

A lo largo de 1917, las masas explotadas y oprimidas de Rusia dieron a los pueblos del mundo invaluables enseñanzas. La primera fue demostrar lo débiles que son los estados ante la lucha de las masas: a las obreras y obreros de Petrogrado les llevó apenas cinco días (en febrero de 1917) derrotar a la tiranía zarista, la misma que se había sostenido durante tres siglos, derrotando al mismísimo Napoleón. De ese modo, esas masas trabajadoras enseñaron que nuestro futuro se dirime en las calles, en la lucha; y no en los despachos de parlamentos y ministerios, como creen los que apuestan a la generosidad patronal.

Podemos gobernar

Luego de acabar con el zarismo, la patronal improvisó un gobierno “democrático” para proseguir con la guerra y el saqueo de Rusia y sus colonias. Pero frente a este gobierno, los trabajadores levantaron sus propias organizaciones: los soviets. Los soviets eran consejos obreros y populares que abarcaban a la casi totalidad de la clase obrera y a decenas de millones de campesinos y soldados que no solo eran representados, sino que participaban en esos organismos, eligiendo a los representantes y votando sus acciones. Esas organizaciones que surgieron para organizar la lucha de los trabajadores, en octubre de 1917, dirigidas por el Partido Bolchevique tomaron el poder, destruyeron los restos del estado zarista y construyeron un nuevo estado, el estado obrero. A partir de ese momento, los soviets tuvieron en sus manos el control de toda la vida económica, social y política del país, ya que ellas nucleaban a quienes hacían mover las fábricas, los transportes, el campo, e incluso a quienes peleaban en la guerra. Esta representación de cada sector de la cadena productiva, permitía a los soviets el poder planificar la economía según las capacidades del país y las necesidades de la población; manejando la economía de modo mucho más racional que los economistas patronales y sus “recetas”.

Aunque los soviets parezcan ajenos y lejanos, en nuestro país hubo muchos ejemplos de autoorganización obrera que demostraron que los patrones no son necesarios; que los trabajadores pueden administrar mejor la sociedad. Desde las fábricas recuperadas, hasta las redes solidarias organizadas por fuera de los organismos estatales, los ejemplos de la potencialidad de las organización obrera y popular abundan demasiado como para que se quiera seguir haciendo creer que el pueblo trabajador necesita patrones que le marquen el paso.

Necesitamos un nuevo partido bolchevique

Y eso nos lleva a la mayor lección de la revolución rusa. La diferencia entre octubre de 1917 y todas las revoluciones que la sucedieron fue que las masas rusas tuvieron dirigentes a la altura de las circunstancias: los bolcheviques. De no ser por los bolcheviques, los soviets hubiesen terminado disueltos, la guerra y sus millones de muertes hubiesen continuado, y los trabajadores y el pueblo hubiesen cambiado el yugo de la tiranía zarista por el yugo de la tiranía “democrática”; puesto que ese era el programa de mencheviques y socialrevolucionarios, los reformistas y los agentes de la patronal y el imperialismo que dirigían a las masas. Solo a través de una dura batalla para demostrar a la clase obrera y al pueblo trabajador, que no había solución a sus más elementales problemas si no hacían de los soviets el único gobierno, fue que los bolcheviques corrieron a los partidos conciliadores, y ganaron la dirección de las masas y sus organizaciones.

Para eso, los bolcheviques se prepararon durante años, construyendo su partido en las luchas obreras, ganando a los activistas para sus posiciones, estudiando científicamente la realidad a través de las teorías de Marx y Engels, y fortaleciéndose con las actividades y relaciones internacionales. El de los bolcheviques no era un partido hecho para acaparar cargos parlamentarios o sindicales, sino para luchar por la revolución; no para mendigar pedacitos del poder a la patronal, sino para arrebatárselo por completo, encabezando la lucha obrera.

Un partido como el de los bolcheviques nos hace falta hoy, para sacar de nuestras organizaciones a los agentes de la patronal y el imperialismo o para construir otras, y luchar por la revolución socialista. Un partido así, es el que queremos construir desde el PSTU y la LIT-CI, tarea a la que invitamos a quienes quieran acabar con el dominio de la patronal, el imperialismo y sus agentes.