El 14 y 15 de abril se reunió en Lima la VIII Cumbre de las Américas, donde los mandatarios de los países americanos bailaron al compás de EEUU, con la única y tibia oposición, en algunos temas, de Bolivia y Cuba. Hubo varias ausencias notables, entre ellas Raúl Castro, el propio Trump, que envió a su vice Mike Pense, y Maduro, que fue vetado por orden del presidente yanqui.
La Cumbre de las Américas se realiza desde 1994, con el supuesto objetivo de tratar temas políticos, diplomáticos o económicos de interés común.
La verdad es que se formó para la implementar el ALCA (Acuerdo de Libre Comercio de las Américas), tratado que pretendía dar un salto en la sumisión económica y política del continente a EE.UU.
La resistencia de los trabajadores y los pueblos, que protagonizaron enormes luchas, hasta incluso revoluciones en Ecuador, Bolivia, Argentina y Venezuela, impidieron la concrecióndel ALCA en 2005, como estaba previsto.
Pero el imperialismo no abandona su política, mucho menos con la crisis mundial en curso, y busca nuevas formas.
¿Una Cumbre “anticorrupción”?
El encuentro aprobó por aclamación un documento llamado “Gobernabilidad democrática frente a la corrupción”. Es casi ridículo, si se advierte que en Perú, hace menos de un mes cayó el presidente Kuczynski, por acusaciones de corrupción ligados al escándalo de la constructora brasileña Odebrecht. Su reemplazante, el vicepresidente Vizcarra, tuvo que autoexiliarse como embajador en Canadá el año pasado, señalado por desvío de fondos públicos para favorecer a empresas privadas. Kuczynski y luego, Vizcarra son los que vetaron a Maduro, aduciendo falta de garantías para elecciones limpias en Venezuela. Otro de los presentes en la Cumbre fue Juan Orlando Hernández (JOH), “reelegido” en elecciones denunciadas internacionalmente como fraudulentas y en medio de movilizaciones de repudio del pueblo hondureño. Por su parte, Macri(y varios ministros de su gabinete) no se avergüenzan de seguir sumando empresas off shore en paraísos fiscales a sus fortunas personales. Y continúan los ejemplos.
Macri, el mejor alumno del imperialismo.
El presidente argentino fue el encargado de abrir la reunión plenaria que se realizó el sábado 14 de abril en Lima. Su discurso parecía escrito por Trump. Respaldó el ataque de los yanquis a Siria, junto a Inglaterra y Francia. Repitió el libreto de Washington de la condena al gobierno de Venezuela. Y habló de la lucha contra la corrupción como si el currículum de su familia y las prácticas de su gobierno fueran inmaculados.
Pocos días antes, en Buenos Aires había estado de rodillas ante los saqueadores de Aerolíneas, YPF y Telefónica: el Primer Ministro Rajoy y setenta empresarios españoles que lo acompañaron en su visita.
Fuera yanquis de América Latina, del Caribe y del mundo.
La CGT no movió un dedo ante la reciente visita de Christine Lagarde, Jefa del FMI, a la Argentina, ni ahora frente a esta Cumbre títere del imperialismo. Tampoco las CTAs que, en su momento, hicieron campaña contra el ALCA. Ese silencio es parte fundamental de la tregua que debemos obligarles a romper.
Los sindicatos, centros de estudiantes, partidos de izquierda, organizaciones de derechos humanos, tenemos que rechazar las conclusiones de la VIII Cumbre de las Américas, difundirlas entre los trabajadores y el pueblo y llamar a los trabajadores a enfrentarlas.
Pretenden someternos a EE.UU., ahora bajo la fórmula de la “lucha contra la corrupción”, y habilitar la intromisión directa de los yanquis, en la región y en el mundo.
Desde el PSTU y la LIT, condenamos la política de Maduro en Venezuela y defendemos la revolución siria contra el asesino Assad. Pero son los trabajadores y los pueblos movilizados quienes tienen que darles su merecido. EEUU y el imperialismo europeo no tienen derecho a meter sus garras allí ni en ninguno de nuestros países.
Con el servilismo de los Peña Nieto, los Temer o los Macri, nos hundimos. Y con los parches al capitalismo que proponen el chavismo, Evo, el PT o el kirchnerismo, también. Para salvar a nuestro continente necesitamos una nueva revolución y una segunda independencia, un gobierno de trabajadores que nos libere del imperialismo y empiece a construir una sociedad socialista.