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A pelear por nuestros puestos de trabajo

La “revolución de la alegría” resultó ser bastante parecida a la “revolución productiva” de Menem: mientras se les concede a las empresas y capitales nacionales y extranjeros toda clase de beneficios y garantías, día tras día se pierden miles de puestos de trabajo, tanto en el Estado como en el sector privado, como siempre los primeros perjudicados son las mujeres y los jóvenes.
Esto se da en medio de un “sinceramiento” de la devaluación que implicó una baja del valor en dólares de nuestros salarios, y de unos tarifazos brutales que encarecieron exageradamente los servicios que usamos todos los días (ver gráfico).
Aunque desde el Gobierno llaman de manera casi mística a esperar a que la economía mejore a partir del próximo semestre, niegan de despidos y tratan de “inútiles” a los trabajadores estatales. Lo cierto es que las medidas que han tomado solo sirven para que las patronales tengan excusas para despedir trabajadores a mansalva: desde abrir las importaciones hasta quitar el sistema de subsidios a la producción y al consumo que servía de “respirador artificial” a empresas nacionales. Eso en medio de una retracción de la economía mundial, que alimenta aún más la crisis que estamos padeciendo.


Despidos para bajar los salarios

Las leyes de flexibilización laboral, el empleo en negro y la precarización tan extendida tanto en el ámbito privado como en el estatal, incentivadas por el gobierno K, venían favoreciendo a los empresarios, al permitirles explotar mano de obra bastante calificada a bajo costo, obteniendo un alto nivel de ganancias.
Pero la profundización de la crisis económica les impide mantener tal nivel de ganancias; según el gobierno, debido a una supuesta “falta de competitividad” de la mano de obra argentina debido a su alto coste, lo que alejaría a las inversiones extranjeras. Inversiones extranjeras vitales -siempre según el oficialismo- para mejorar la economía del país.
Así se expresó el propio Ministro de Trabajo Jorge Triaca, quien declaró ante el periodista Carlos Pagni que “el salario promedio de la Argentina está por encima del promedio de Latinoamérica (…) Y nosotros claramente tenemos que tener los mismos niveles de competitividad que tienen los países de la región” Básicamente, lo que está diciendo es que hay que bajar nuestros sueldos, los que ya de por sí no nos alcanzan para nada.
En sintonía con esto, las patronales generan “competitividad salarial por mano propia” recurriendo a un método drástico: los despidos. Con ellos, fuerzan a la baja las negociaciones salariales -con la excusa de resignar el salario a cambio de mantener los puestos-, y presionan a los trabajadores para que acepten ritmos de producción más duros, y finalmente crean una reserva de mano de obra calificada, dispuesta a trabajar en peores condiciones de las que les corresponde con tal de salir del desempleo. Vale recordar que el propio Macri pidió a estos mismos empresarios, que “cuiden el empleo”.


Plan primer empleo

El gobierno anunció, hace días, la creación del del “Plan Primer Empleo”, con el que se busca “crear miles de puestos de trabajo” para los sectores más jóvenes. Pero ¿en qué consiste este plan? Según el proyecto, su objetivo es generar beneficios impositivos para las empresas medianas y pequeñas que tomen personal de entre 18 y 24 años, beneficios que durarían tres años a partir del momento en que se contrate a un trabajador en este rango de edades (Ámbito Financiero, 25-04).
De hecho, casi toda la normativa del proyecto gira en cómo implementar esos beneficios impositivos: cuantos empleados tiene que tener las empresas para acceder a esos beneficios, que aportes patronales se dejan de pagar, etc. Lo cual no debería extrañar a nadie, ya que el relato macrista se basa en la creencia de que, si les va bien a los empresarios, le va bien al país.
En ninguna parte del proyecto se deja en claro si el salario de los jóvenes que sean tomados bajo este plan será acorde a la canasta familiar, ni qué debe suceder una vez que estos jóvenes cumplan los tres años en la empresa, ni bajo qué modalidad de trabajo registrado pueden ser contratados. Y si bien dice que las empresas que reduzcan personal tomando jóvenes de estas edades no recibirán beneficios, no aclara qué les pasará a aquellas empresas que renueven su personal cambiando trabajadores de más edad -y por ende con más antigüedad, categorías y mayor salario- por jóvenes de entre 18 y 24 años.
De este modo, el “Plan Primer Empleo” está simplemente en sintonía con la quita de retenciones, la liberación de compraventa de la moneda extranjera e importaciones y los cambios que quieren implementarse en el régimen de aportes patronales: medidas para los empresarios, para que los ricos se vuelvan aún más ricos.
Cabe destacar que en el “Plan Primer Empleo” no se habla de formación y capacitación de los jóvenes. Y que entre las medidas por las cuales las patronales recibirán beneficios impositivos, ni se menciona si habrá beneficios extra en caso de que los contratados tengan o estén finalizando el secundario, o estén cursando estudios terciarios o universitarios.
De esta manera, se cercena por omisión el derecho a la capacitación y a la educación de esta parte de la juventud trabajadora, forzando a la baja el valor a futuro de su salario, y transformándola en mano de obra barata. Es decir, no contentos con satisfacer todos los deseos empresarios en el presente, el gobierno proyecto sus servicios a las patronales hacia el futuro.


La Ley de los sindicalistas y los K  ¿es solución?

Frente a esta situación la gran salida que propone la oposición patronal y las conducciones sindicales vendidas son proyectos de ley. Mientras los diputados del PRO no descartan imponer una “doble indemnización” ante despidos (solo si “el desempleo supera el 10%), Macri se opone con dureza, declarándose dispuesto a vetar cualquier ley que imponga la doble indemnización o prohíba los despidos porque “perjudicaría la creación de puestos de trabajo” y “aumentaría el trabajo en negro”, argumentos similares a los planteados por las cámaras empresariales. Esta danza de contradicciones del oficialismo muestra su escasa voluntad para resolver la crisis de empleo.
Por otra parte, los proyectos de ley presentados por la oposición son más efectistas que efectivos: por un lado, el aprobado en el Senado solo propone la prohibición de los despidos por 180 días. El otro proyecto prevé la doble indemnización para despidos sin causa. En una realidad en la que en cuatro meses hubo 140 mil despidos, y con una inflación que no da tregua, ambos proyectos son imperdonablemente tibios; paños fríos que no resuelven ningún problema de fondo.


6 medidas para acabar con el desempleo

Frente a los intentos del gobierno de reventarnos aumentando la precarización y el desempleo; y los planes de la oposición patronal, que solo son parches momentáneos, debemos levantar un plan obrero y popular que debe contemplar, en principio, medidas como éstas:

– REINCORPORACIÓN INMEDIATA DE TODOS LOS DESPEDIDOS Y PROHIBICIÓN DE LOS DESPIDOS POR TIEMPO INDETERMINADO.

No podemos pelear por ninguna medida que deje pasar los despidos que ya sucedieron. Lo primero es reestablecer en sus puestos a todos los despedidos e impedir que la patronal pueda seguir expulsando trabajadores.

– EFECTIVIZACIÓN Y PASE A PLANTA PERMANENTE DE TODOS LOS CONTRATADOS, TERCIARIZADOS Y POR AGENCIA.

La precarización laboral a la que somos sometidos los trabajadores, principalmente los jóvenes y particularmente las mujeres, que se profundizó a grandes pasos en la década K, deja a los empresarios y al Estado “servido en bandeja” la posibilidad de despedirnos, casi sin costo. Para defender los puestos de trabajo, y no dejar que nos dividan entre contratados y efectivos, es necesario que peleemos todos juntos contra la precarización y el trabajo en negro.

– ESTATIZACIÓN BAJO CONTROL OBRERO DE TODA EMPRESA QUE CIERRE O DESPIDA.

El Estado no debe ceder ante el chantaje patronal. A cada empresario que intente desestabilizar la economía despidiendo o cerrando, debe quitársele la empresa y ponerla bajo el control de quienes la hacen funcionar todos los días: los trabajadores.

– REDUCCIÓN DE LA JORNADA LABORAL SIN REDUCCIÓN DE SALARIO. REPARTO DE TODAS LAS HORAS DE TRABAJO ENTRE TODOS LOS TRABAJADORES DISPONIBLES.

Si la actividad industrial se reduce debido a las malas decisiones empresariales, no tienen que ser los trabajadores los que paguen las consecuencias perdiendo el trabajo o reduciendo sus salarios. Cada obrero trabaja mucho más tiempo del que se necesita para pagar su salario; lo que nosotros proponemos es que cada obrero trabaje solamente el tiempo necesario para producir su salario, y el resto del tiempo se reparta entre trabajadores desempleados.

– PLAN DE OBRAS PÚBLICAS Y DE VIVIENDAS PARA EMPLEAR A TODOS LOS DESOCUPADOS.

En las provincias del país, hay obras públicas que son más que necesarias: contra las inundaciones, sistemas de cloacas y gas natural, edificación de escuelas y hospitales, entre tantas otras necesidades. A la vez la falta de viviendas crece día a día en todas las ciudades del país, mientras los empresarios inmobiliarios se enriquecen con precios impagables para comprar o alquilar. El Estado debe dar respuesta urgente a todas estas necesidades y así podría solucionar también el problema de la desocupación.

– SALARIO MÍNIMO VITAL Y MÓVIL.

Una escala salarial cuyo mínimo sea equivalente a la canasta familiar y ajustable a la inflación es lo que necesitamos los trabajadores para que nuestros salarios no pierdan valor frente a la suba de precios y ante la devaluación de la moneda, herramienta patronal para bajar nominalmente el costo de nuestra mano de obra.


Por la mayor unidad

Para que mejor pasen los despidos y la quita de conquistas, las patronales utilizan todas las formas posibles para dividir a los trabajadores: fomentan la pelea jóvenes vs. viejos, efectivos vs. contratados e ideologías nefastas como el machismo y la xenofobia. Por eso no sería extraño que haya sectores patronales que intenten utilizar el Plan Primer Empleo para enfrentar a los trabajadores con sus compañeros más jóvenes, y de esta forma dividir a la clase obrera y aniquilar la fuerza de sus reclamos. Eso ya se ha visto en otras partes del mundo, la fuerza de la unidad de los obreros y la juventud en su lucha contra los gobiernos ajustadores: ahí está la pelea en Francia contra la reforma laboral como excelente ejemplo.
Ése es el camino que hay que seguir. La resistencia al ajuste y los despidos crece en todo el país, y provincias como Tierra del Fuego muestran el punto más alto de esto. El 29 de abril, marca un antes y un después, mostrando que se puede obligar a las conducciones sindicales traidoras a ir más allá de sus intenciones.

Tenemos que seguir organizándonos desde nuestros lugares de trabajo, para exigir a las dirigencias obreras y estudiantiles que salgan a la calle a repudiar este plan nefasto y luchen por soluciones de fondo, solo de esa manera se alcanzará el “buen trabajo” y la “pobreza cero” que Macri prometió en su campaña.