El Gobierno viene acumulando escándalos. Desde la escasez de gas hasta los alimentos almacenados que no son entregados a los comedores populares, mientras vencen. Pero Javier Milei y compañía insisten en mostrarse triunfantes, dando estadísticas difíciles de chequear, y prometiendo resultados en el corto plazo.
La llamada “desaceleración” de la inflación parece haber alcanzado su techo. Con un dudoso 5% de inflación mensual, más toda la pérdida acumulada del poder adquisitivo, garantizar el alimento se vuelve cada vez más dificultoso para las familias obreras. A esto le sumamos el aumento en las tarifas desde junio y en el transporte que se vienen a futuro. También aumentan los crímenes de odio, como el lesbicidio en Barracas, que se llevó la vida de tres compañeras.
Hace un mes tuvimos la gran marcha educativa, después del paro contundente de la CGT. La provincia de Misiones se incendió al empalmar el conflicto estatal con un levantamiento de la Policía. Sin embargo, hoy la victoria parece lejana. El ajuste nos sigue golpeando. La Ley Bases está por ser discutida en el Senado (y probablemente aprobada). Y el Gobierno sale a la caza de las organizaciones sociales, llegando al punto de allanar el local del Partido Obrero. Todo mientras la Justicia persigue a luchadores como nuestro compañero Heber Hernández.
¿Cómo llegamos hasta acá?
Está pregunta nos la hacemos día a día entre quienes compartimos la trinchera contra el Gobierno. Y es lógico que sea así. Con ajuste violento, pero mucho menor al que sufrimos hoy, corrimos a botellazos a la burocracia de la CGT en el 2017, porque no ponían fecha de paro. Y meses más tarde, tuvimos una batalla campal en Plaza Congreso contra la Policía, mientras se votaba la Reforma Jubilatoria.
En el medio tuvimos el Gobierno peronista de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el cual despertó expectativas en muchos de los sectores que venían de enfrentar a Mauricio Macri. Pero una vez más los trabajadores se vieron defraudados. Es ahí donde entró Milei, planteando un programa que, en apariencia, era distinto a lo que se venía haciendo. Y lo hacía con un discurso antipolítica. Cuestionando los privilegios de la “casta”.
Esto mientras que ni el peronismo, que estaba en el Gobierno, ni la izquierda, plantearon una salida radical a los problemas cotidianos de los trabajadores.
Hoy existe un núcleo duro que sigue apostando al Gobierno. Hay quienes empiezan a desconfiar, pero tantas decepciones les han llevado a una sensación de apatía. Y también están quienes esperan el llamado de sus dirigentes, que llamaron al paro días después de que se aprobara la Ley Bases en Diputados. Dirigentes que no han convocado a ninguna medida posterior. Dirigentes que negocian con el Gobierno las reformas para no perder sus privilegios, mientras al pueblo trabajador nos quitan lo poco que nos queda.
Con estas direcciones no vamos a ningún lado. Necesitamos nuevos y nuevas dirigentes que desplacen a estos dinosaurios atornillados al sillón. Mientras tanto, debemos tomar en nuestras manos las eventuales medidas nacionales de lucha que convoquen, para ir más allá de sus intenciones de garantizar la gobernabilidad de Milei.
Lo que Argentina necesita es una Revolución Socialista
Más allá de las disputas, las diferencias, y las peleas en el Congreso, hay un consenso entre los grandes empresarios y sus representantes, el Gobierno, y los partidos burgueses de oposición como el radicalismo, y el propio peronismo. Ese consenso es la Reforma Laboral.
El capitalismo argentino necesita sacarse de encima muchas de las conquistas históricas de los trabajadores para seguir funcionando. Esto obedece a la lógica empresarial en que la ganancia está por encima de todo. De la crisis salen los empresarios, aumentando sus utilidades a costa de nuestro sudor y nuestra sangre.
Como bien decía Manolito en las tiras de Mafalda: “nadie amasa una fortuna sin hacer harina a los demás”. Milei intenta vendernos a los empresarios como “benefactores sociales”. Pero a lo único que benefician es a sus propios bolsillos.
Entonces tenemos que romper este ciclo de decepción. Hace falta que construyamos una nueva alternativa, tanto a la ultraderecha de Milei, como al peronismo, que viene acumulando decepciones.
Es necesario construir un programa de ruptura con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con las multinacionales y los grandes empresarios. Un programa que ponga los recursos de nuestro país al servicio del pueblo trabajador, garantizando educación, salud, vivienda, trabajo y esparcimiento de calidad.
Nuestra tarea en este momento es construir este programa junto a los activistas que están enfrentando el plan del Gobierno en todas las trincheras. En las luchas salariales. En las peleas por los derechos de las mujeres, de la comunidad migrante y LGBTI+. En la lucha contra la persecución y prisión a los luchadores populares.
Ponemos nuestras humildes fuerzas a disposición de esta tarea, pues los trabajadores necesitamos entender que otra salida es posible, que no debemos resignarnos al hambre, a la desocupación, a la represión. Que podemos organizar y planificar una economía a nuestro servicio, producir lo que realmente necesitamos y como distribuirlo. Tenemos la labor de presentar un nuevo horizonte a esta realidad tan convulsa.