En números anteriores hemos denunciado las declaraciones discriminatorias hacia inmigrantes del periodista afín al gobierno, Jorje Lanata, y del senador kirchnerista Miguel Piccheto, ambos defensores del ataque al nivel de vida de los trabajadores y el pueblo que el macrismo viene llevando a cabo. Declaraciones como éstas vienen sumándose a las voces que se multiplican alrededor del mundo, señalando a los inmigrantes como culpables de los más variados males. Y con todas estas acusaciones, buscan un chivo expiatorio a quien culpar por el fracaso del capitalismo; para reconducir hacia ellos la bronca de los trabajadores y el pueblo contra la patronal y sus políticos, dividiendo de esta manera a la clase trabajadora.
En nuestro país, la xenofobia, el racismo y otras clases de discriminación están extendidos. No es raro escuchar frases como “No vienen a trabajar a la Argentina, vienen a robar, vender droga, matar o violar”, “Vienen a aprovecharse de nuestra educación gratuita y luego se van”, “Vienen a pedir casas, subsidios y tierras; los hospitales les dan prioridad”, “Vienen a quitarle el trabajo a los argentinos”. O bien “los bolivianos o paraguayos son todos carneros” o que “las empresas se van a Brasil porque allá les pagan dos mangos y nadie se queja”.
Aunque esas ideas son comunes en la “cultura popular” (por ejemplo hinchadas de fútbol), los medios masivos las expanden, a través de noticias policiales cuyos protagonistas son migrantes, o de información manipulada que plantea la incidencia negativa de los migrantes en nuestro país, como hizo Lanata. Hasta encumbrados personajes como el jefe de los senadores del FpV, Miguel Piccheto, desafían las críticas con ataques públicos a los inmigrantes. Y están los promotores y administradores de las persecuciones oficiales, como la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich.
Discriminación en el mundo de Macri y Trump
El gobierno de Macri ha empezado a proponer medidas contra los inmigrantes; por ejemplo, los cambios que impulsa en las leyes migratorias, o la creación de un centro de detención para migrantes, mientras anuncia el refuerzo de los controles fronterizos.
Esto parece ir en sintonía con las políticas adoptadas por los países más importantes, como Estados Unidos, donde Obama deportó casi tres millones de personas, y el electo Trump prometió cerrar la frontera con un muro; o la Unión Europea, que ha dejado morir a decenas de miles de seres humanos en el mar mediterráneo. Y aún así, hay partidos políticos que creen que hay que cerrar aún más las fronteras, y perseguir todavía más a los migrantes.
Lógicamente, en nuestro país el gobierno no ha tomado medidas así de duras y hasta el momento no hay movimientos políticos que hagan del ataque a los inmigrantes su razón de ser, como sucede en Europa, (grupos fascistas como el partido Bandera Vecinal de Biondini y otros sectores, son marginales en Argentina).
Pero la xenofobia existe y debe ser enfrentada; y no solo para prevenir el surgimiento de un Trump, sino porque el odio a los trabajadores inmigrantes divide a la clase obrera y favorece nuestra explotación.
Opresión para dividir al pueblo trabajador
Estos discursos cargados de odio tienen un hilo conductor: no señalan a cualquier inmigrante, no atacan a los directivos de multinacionales, ni a los millonarios que compran terrenos a precio vil; sino a los más pobres, a los trabajadores venidos de otros países, a los estudiantes extranjeros, etc. Y se los acusa de la inseguridad, del deterioro de los servicios públicos, de la desocupación; es decir, de todos los males causados por el capitalismo, sus crisis, sus ajustes y sus vaciamientos.
En otras palabras, la xenofobia no es más que un intento de la patronal de convencer a los trabajadores nativos de que los trabajadores migrantes son culpables de los problemas que les causa a todos los trabajadores la propia patronal. Y de esa manera, hacer que odien y se enfrenten a sus propios compañeros, en lugar de luchar contra quienes los explotan día a día
Así, la patronal no solo debilita nuestra lucha, sino que además baja el precio de la mano de obra de los inmigrantes. Al quedar aislados del grueso de la clase obrera, no tienen casi condiciones de pelear por condiciones de trabajo dignas, viéndose obligados a aceptar lo que les ofrezcan, a dejarse explotar en los trabajos más duros (construcción, horticultura, industria del vestido, etc.) o a agachar la cabeza y rendir lo más que se pueda.
Con sus particularidades, esta realidad es común a todos los grupos oprimidos: mujeres trabajadoras, LGBT, etc., sectores que son los últimos en ser efectivizados o recibir categorías, y los primeros en ser despedidos o suspendidos. Con la discriminación, la patronal aplica su política de “divide y reinarás” convirtiendo a una parte importante de la clase trabajadora en variable de ajuste, en una herramienta patronal para explotarnos mejor y dificultarnos la lucha. Por eso, las opresiones son un problema para todos los trabajadores, no solo para quienes la sufren.
Unidad e internacionalismo para acabar con la explotación y todas las opresiones
Nuestros antepasados también fueron inmigrantes, y al organizar los primeros sindicatos, sufrieron la xenofobia que lanzó contra ellos la oligarquía que Roca llevó al poder – matando antes a gauchos e indios -. Y esos obreros inmigrantes, no solo dejaron de lado diferencias nacionales que traían de Europa, sino que supieron estrechar lazos con los criollos, organizándolos para luchar contra la patronal. Esa unión obrera, que se vio por ejemplo en la Patagonia Rebelde, permitió, a la larga, el surgimiento de uno de los movimientos obreros más combativos del mundo, al cual no han podido aplastar ni las dictaduras más brutales
Debemos aplicar hoy esas lecciones, hacer de la pelea de cada obrero u obrera oprimido, una pelea de todos los trabajadores, para demostrarle a la patronal que por encima de cualquier condición, la clase obrera es una sola, exigiendo a las direcciones sindicales que se movilicen contra todo hecho de discriminación, que organicen y defiendan a los trabajadores migrantes que trabajan en condiciones de semiesclavitud, etc.
Y esa unión de toda la clase a nivel nacional debe ser complementada con la solidaridad internacional. No solo porque todos somos explotados por los mismos capitales, y víctimas del mismo ajuste; sino porque nuestros hermanos de clase de otros países tienen una capacidad, una disposición y una experiencia de lucha, inmensas; en particular, en nuestro continente, es mítico el caso de los mineros bolivianos.
Pero para que esto suceda, hay que darle a la clase obrera una nueva dirigencia política y sindical, que en lugar de transmitir y reforzar los prejuicios patronales, le demuestre a toda la clase sus deberes históricos, y como cumplirlos, plasmados en un programa socialista y revolucionario. Desde el PSTU y la LIT-CI, estamos al servicio de esa tarea.