Los jerarcas sindicales acrecentaron su poder con la ayuda del Estado, sus fondos y sus leyes: La Ley de Asociaciones Profesionales, la de aportes compulsivos, etc. fueron medidas con las que los diferentes gobiernos pagaron los servicios de los jerarcas sindicales. Junto con eso, el Estado les permitió una suerte de “privatización de la salud” a través de las obras sociales, dándoles el manejo de fondos más que generosos, sin ir más lejos la entrega actual tiene el precio de 30.000 millones otorgados por Macri para las obras sociales.
Claro que no es una relación siempre armoniosa: la tendencia permanente de los gobiernos a atacar a los trabajadores y recortar derechos los han llevado muchas veces a pasar por encima de sus acuerdos con la dirigencia sindical; y a su vez, esos ataques generaron una bronca obrera que obligó a los gremialistas a responder, para no perder el control de sus bases. Situaciones así se dieron en casi todos los gobiernos hasta la fecha, .
Pero esto no quita el hecho de que ambos sectores necesitan la complicidad del otro para lograr sus objetivos: El gobierno meter sus planes de explotación y los sindicalistas hacer sus negocios y que eso lo logran la patronal y los gobiernos a través de grandes prebendas económicas.