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Aniversario de la Masacre de Pacheco

El 29 de mayo de 1974, un grupo de 15 personas armadas, pertenecientes a la organización Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) atacó a tiros el local del PST (Partido Socialista de los Trabajadores) en el barrio El Talar de Pacheco (en la zona norte del Gran Buenos Aires), secuestraron a seis militantes que estaban allí y luego asesinaron a tres. El hecho fue conocido como la Masacre de Pacheco.

Los tres militantes asesinados eran Oscar Meza (“Hijitus”), de 26 años y obrero de Astilleros Astarsa; Antonio Moses (“Toni”), de 24 años y obrero metalúrgico de Wobron; y Mario Zidda (“Tano”), de 22 años, estudiante, dirigente estudiantil de la Técnica 5 de Tigre y también obrero en una industria de la zona.

El 7 de mayo de 1974, es decir tres semanas atrás, había sido asesinado otro militante del PST: Inocencio Fernández (“Indio”), de 26 años, obrero metalúrgico que había sido elegido delegado de base en la fundición Cormasa, como opositor a la burocracia sindical de la UOM (Unión Obrera Metalúrgica), encabezada por Lorenzo Miguel.

La Triple A

Un año antes, en 1973, luego de casi dos décadas de proscripción, el peronismo había vuelto a gobernar, a través de procesos electorales, En setiembre, el general Perón ganó las elecciones presidenciales con el 60% de los votos.

El retorno de Perón y el peronismo al gobierno fue una política de la burguesía argentina para que frenasen el gran ascenso obrero y estudiantil iniciado en 1969, con el Cordobazo[1]. Venían fracasando en esta tarea ya que, después de las elecciones, se produjo una gran oleada de huelgas que enfrentaban la política del gobierno a favor de la burguesía. Al mismo tiempo, en todo el proceso desde el Cordobazo, había surgido una numerosa vanguardia obrera que ganaba peso “por abajo” y se enfrentaba duramente con la burocracia sindical peronista.

Al no poder frenar el ascenso “por las buenas”, el gobierno de Perón comenzó a intentar hacerlo “por las malas”. La principal figura de su gobierno era José López Rega, un oscuro personaje que (desde el aparato del Estado y con la anuencia de Perón) formó la Triple A, una organización armada “extraoficial” que atacaba tanto a los opositores al gobierno como al activismo obrero. Esta organización se ligó íntimamente con las bandas de matones de la burocracia sindical, en especial de la UOM.

A finales de enero de 1974, la Triple A había difundido una lista de personas calificadas como “enemigas” de la “patria peronista” a la que había que defender de la “amenaza comunista”. El centro de la lista eran representantes de la izquierda peronista (los Montoneros, que también tenían su “brazo armado”), una organización armada de izquierda (el PRT-ERP), y figuras públicas y sindicales que las apoyaban o simpatizaban con ellas. Cuando comenzaron a producirse asesinatos, resultó claro que quienes figuraban en esa lista habían sido “condenados a muerte”.

El PST

El PST era la organización morenista en esos años. Había logrado ser legalizado e intervenía en los procesos electorales, pero el centro de su actividad era el de una organización trotskista ortodoxa: insertarse y construirse en la clase trabajadora, en espacial en el proletariado industrial. Hacia allí dirigía sus mayores esfuerzos militantes. Eso le permitió incorporar representantes de la vanguardia obrera que venía del Cordobazo (como José Francisco Páez) y numerosos jóvenes activistas obreros como el Indio Fernández. Ponía esa fuerza que iba acumulando al servicio de la lucha contra las patronales, el gobierno peronista y la burocracia sindical.

En la lista de la Triple A figuraba Nahuel Moreno, principal dirigente y orientador del PST. Juan Carlos Coral, su candidato a presidente y principal figura pública, también recibió varias amenazas de muerte. El PST en su conjunto era considerado un “enemigo central” de la Triple A por su lucha contra el gobierno y la burocracia sindical. Representaba una alternativa diferente, para la vanguardia obrera y estudiantil, a la “lucha de aparatos” aislada de los procesos de los trabajadores y las masas que impulsaban las “organizaciones armadas”.

El PST, estratégicamente, era mucho más peligroso para la burguesía. Por eso, la Triple A comenzó a atacar duramente a sus militantes y locales. No es casual que el asesinato del Indio y la Masacre de Pacheco se hayan producido en la zona de mayor concentración obrera e industrial del Gran Buenos Aires y que los asesinados hayan sido jóvenes militantes obreros.

Los ataques al PST siguieron. En noviembre de 1974, mientras el PST realizaba un congreso (ya en condiciones muy difíciles de funcionamiento), fue asesinado en plena calle César Robles, uno de los principales dirigentes partidarios, responsable de la Regional Córdoba, una de las más grandes del interior. Un día antes, habían sido secuestrados en sus casas y luego asesinados dos militantes de base: el estudiante Rubén Bouza y el joven activista obrero Juan Carlos Nieva.

En septiembre de 1975, la Triple A realizó la Masacre de La Plata en la que 8 militantes de esta regional del PST fueron secuestrados y asesinados cuando realizaban tareas de solidaridad con la huelga de la empresa Propulsora Siderúrgica[2].

Queremos destacar que, ante estos durísimos ataques, el PST no bajó los brazos: adecuó su funcionamiento a las nuevas condiciones, pero siguió en la primera fila de las luchas obreras como el Rodrigazo, en junio de 1975, o como la gran oleada de huelgas independientes de la burocracia, en febrero de 1976.

¿Cómo combatir el fascismo?

En 1974, se planteó con agudeza la cuestión de cómo combatir al proyecto fascista impulsado por López Rega desde el gobierno peronista y a las acciones de las bandas fascistas contra la izquierda y los trabajadores.

Aunque no es el objetivo de este artículo, la situación que describimos muestra la gran confusión que tienen aquellos que califican al gobierno de Milei (y a todo gobierno ultrarreaccionario) como “fascista”. En 1974 sí existía realmente un “peligro fascista” y la Triple A era su instrumento de choque y acción. No se trata de una diferenciación solo conceptual: una verdadera amenaza fascista requiere de una respuesta de tipo específica por parte de los trabajadores y la izquierda.

Para impulsar e intentar organizar esa respuesta, al día siguiente de la Masacre de Pacheco, el PST convocó a un acto frente a su local central (ubicado en el barrio de Once) al que invitó a todas la organizaciones que estaban siendo atacadas o amenazadas por la Triple A, o las que se habían solidarizado con el partido, ya fuesen de izquierda, de la izquierda peronista, o incluso de la Unión Cívica Radical (el otro tradicional partido burgués enfrentado con el peronismo). Cada organización pudo realizar su propuesta desde el balcón de la sede y dirigirse a los miles de participantes del acto.

Por el PST habló Nahuel Moreno[3]. Luego de homenajear a los militantes asesinados y agradecer su participación a las organizaciones presentes, Moreno fue muy claro: se enfrentaba un “peligro fascista” anidado en el propio gobierno peronista. Frente a ese peligro llamó a la más amplia “unidad de acción”. No para “acompañar nuestro cortejo al cementerio” sino “unidad de acción en la calle para derrotar y aplastar a la bestia fascista […] ¡Pero nosotros queremos impedir que el fascismo llegue y queremos impedirlo ahora!”, de modo de no tener que sufrir muchos años para derrotarlo como había sucedido en Italia o en Alemania.

Para proponer la forma concreta de dar este combate, Moreno apeló a la experiencia histórica mundial y a lo que había sucedido el año anterior con el gobierno de Salvador Allende en Chile, que había sido derrocado por el sangriento golpe del general Pinochet, quien instaló una larga dictadura[4]: “¡Al fascismo no se lo derrota por la vía de las elecciones! ¡Al fascismo no se lo derrota por la vía de los frentes electorales! […] ¡Al fascismo, compañeros, se lo destruye en la calle, con los mismos métodos que ellos utilizan! […] ¡Aprendamos que antes de que nos maten ellos tenemos que pararlos nosotros!”.  

En este sentido, la dirección del PST invitó “a todas las tendencias aquí presentes y a las que no lo están” a una reunión en ese local para “empezar a constituir las brigadas o piquetes antifascistas, obrero y populares, que serán la herramienta con la cual abatamos definitivamente a las bandas fascistas en nuestro país”.

Lamentablemente, la mayoría de las organizaciones no estuvo de acuerdo con la propuesta del PST. Quiénes sí estaban dispuestas a actuar eran las “organizaciones armadas”. Pero su visión de qué hacer era muy diferente, ya que proponían realizar acciones por su cuenta, totalmente aisladas de los trabajadores y de las masas y sus reales procesos de lucha (lo que ya venían haciendo desde su formación, algunos años atrás).

Con esa orientación, realizaron atentados y asesinatos contra altos jefes militares y policiales o burócratas sindicales, y acciones contra comisarías y cuarteles. Entraron así en una “guerra de aparatos” que solo generó confusión en los trabajadores y las masas sobre lo que estaba aconteciendo en el país. Al mismo tiempo, sacaban sus militantes de las fábricas y empresas (aunque fueran dirigentes reconocidos en ellas) para sumarlos a sus acciones de aparato. Con eso, también debilitaban la acción antifascista que necesitaban hacer los trabajadores.

En febrero de 1976, se produjo una gran oleada de huelgas contra el gobierno peronistas, independientes de la burocracia sindical, con una participación muy activa del PST. Ante el gran peligro que representaban estas huelgas, la burguesía argentina y el imperialismo decidieron dar un golpe militar que derrocó al gobierno peronista. Se instaló en el poder una sangrienta dictadura que secuestró y asesinó más de 30.000 personas[5]. Como parte de esa feroz represión, la dictadura le cobró caro ese papel del PST en las luchas obreras: el partido tuvo cerca de 100 militantes presos, secuestrados, torturados y asesinados; compañeros que no se doblegaron frente a la tortura y respondieron con la firmeza que les daba su profunda convicción de militantes revolucionarios.

Algunas consideraciones finales

Hemos querido recordar a las víctimas de la Masacre de Pacheco y, junto con ellos, a todos los militantes del PST asesinados durante el gobierno peronista y la dictadura militar que lo sucedió. Desde 1982, hemos seguido exigiendo sin descanso el juicio y castigo a sus asesinos y, en varios casos, lo hemos conseguido.       

Hoy, redoblamos el compromiso que hicimos hace décadas: honramos su memoria impulsando la lucha obrera y popular hasta llegar al socialismo y al poder de los trabajadores, y construyendo el partido por el que ellos vivieron y murieron, cuya continuidad histórica está expresada en el PSTU y en la LIT-CI.   


[1] https://litci.org/es/asi-fue-el-cordobazo/

[2] https://litci.org/es/43-anos-la-masacre-la-plata/

[3] https://www.nahuelmoreno.org/escritos/Discurso-por-la-masacre-de-Pacheco.pdf

[4] https://litci.org/es/a-49-anos-del-golpe-en-chile-a-recuperar-las-lecciones-para-que-la-historia-no-se-repita/

[5] https://pstu.com.ar/el-24-de-marzo-todos-a-plaza-de-mayo/