Estamos comenzando las cursadas del primer cuatrimestre de una manera un tanto atípica. Es que el Gobierno de Javier Milei prorrogó el Presupuesto del año 2023 (pendiente de aprobación por el Congreso) que incluye el destinado a las universidades públicas. Esto quiere decir que se destina desde el Estado Nacional la misma cantidad de dinero que el año pasado, pero con una inflación encima de más del 200%.
Este presupuesto es el utilizado para pagar salarios, becas, comprar mobiliario e insumos (por ejemplo para los laboratorios), pagar la energía eléctrica, el agua, y también para las investigaciones. Por supuesto que esto pone en riesgo el funcionamiento de la educación universitaria. El Estado de Emergencia fue declarado. Como primeras medidas, ya se ha limitado en muchas de ellas la inscripción a materias, y se han cerrado comisiones. En algunas Facultades peligra el suministro de energía eléctrica, y con él las comisiones del turno noche (a donde asisten generalmente estudiantes que trabajan).
Todo esto en un marco de inflación, tarifazos, salarios congelados y precariedad laboral. Si antes era difícil para las familias trabajadoras sostener los estudios, hoy lo es mucho más.
Mientras sucede esto, Milei, que justifica el recorte repitiendo que “no hay plata”, otorga subsidios a la Educación Privada ¿Por qué no hay plata para financiar la Universidad Pública y sí para que se subsidie la Privada? El objetivo del Gobierno es preparar el terreno para avanzar en la privatización de la educación.
Contexto para la privatización
Los planes de Milei no salieron de un repollo como por arte de magia. Todas sus medidas siguen los designios del Consenso de Washington, que a finales de los ’80 estableció una serie de medidas desde el FMI y el Banco Mundial y que marcaron el rumbo de los gobiernos neoliberales en América Latina.
Dentro de la educación, ya no se busca crear mano de obra altamente calificada. Puesto que los avances tecnológicos hacen que la industria no necesite operarios formados. El objetivo entonces es transformar la educación en una mercancía, junto al conocimiento científico, que pasa a ser un recurso más de los tantos saqueado por las multinacionales ¿Pero qué quiere decir esto?
En primer lugar el arancelamiento de la educación. Un ejemplo cercano es lo que sucede en Chile donde los estudiantes deben endeudarse durante décadas para pagar su carrera universitaria. En nuestro país, hubo un intento de arancelar la UBA en el 2001, que no avanzó gracias a la reacción de los estudiantes y la comunidad. Otra de las propuestas era a través del sistema de “vouchers”, del que Milei tanta promoción ha hecho. Este sistema transforma a las instituciones educativas en empresas que compiten por financiamiento.
Junto a esto, se reducen los recursos estatales en educación, y se da paso al financiamiento privado. En Argentina la LES (Ley de Educación Superior) habilita a las Universidades Públicas a buscar financiamiento a través de ofrecer servicios (como cursos pagos y posgrados, por ejemplo). O también a recibir dinero por medio de fundaciones.
De esta manera las empresas inciden sobre los planes de estudio, definiendo qué carreras son prioritarias en el financiamiento, y cuáles son las prioridades de investigación. Entonces las carreras ligadas al agronegocio, el petróleo y la minería reciben sumas mucho más altas. Y destinan a los investigadores a mejorar la rentabilidad de las empresas.
Otro elemento importante es la evaluación y acreditación, que en nuestro país se hace a través de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU). Este organismo evalúa las universidades, las carreras y los planes de estudio y los adecúa al modelo que ya describimos, recortando de los planes de estudio contenidos que pasan a estar arancelados por medio de cursos o posgrados. O adecuando los proyectos a cómo mejorar las ganancias empresariales.
Todos los últimos gobiernos capitalistas han sostenido estas leyes, más allá de alguna pequeña modificación. Así, le han dejado el camino allanado a Milei para cumplir con su plan.
¿Qué pasa en el movimiento estudiantil?
Realidades mucho menos difíciles han desencadenado grandes conflictos estudiantiles. ¿Por qué ahora no sucede nada? Por supuesto que la respuesta requiere de mucha reflexión y ahora no podemos más que apuntar algunos elementos que creemos son los centrales, pero que tenemos que discutir a fondo si queremos prepararnos para responder a los ataques del Gobierno.
Como primer elemento, debemos hablar de los Centros de Estudiantes. Las herramientas que supuestamente tenemos para organizarnos, salir a la calle, conquistar y defender derechos ¿cumplen hoy esa función?
En la mayoría de las Universidades los centros se dedican principalmente a administrar centros de copiado y buffets. Esto no quiere decir que no se pronuncien políticamente, ni realicen acciones. Pero esto lo hacen discutiendo a puerta cerrada y no de cara a los estudiantes. Ni siquiera las asambleas reflejan una verdadera participación estudiantil, ni existe la preocupación de revertir la dinámica para que así sea.
Ya los últimos grandes conflictos universitarios que atravesamos (en 2016 y en 2018) fueron significativamente menos contundentes que las luchas anteriores, y en parte responde a esta problemática.
¿Qué necesitamos para enfrentar el plan de Milei? ¿Centros que se dediquen a gestionar cajas provenientes de servicios que debería garantizar el Estado? ¿O verdaderas herramientas de organización y enfrentamiento para defender derechos conquistados y por nuevos y justos reclamos?
El otro elemento determinante en esta situación tiene que ver con la combinación entre el deterioro de nuestras condiciones de vida: la inflación, la precariedad laboral, los ataques a la Salud y a la Educación, con la falta de una alternativa que plantee una respuesta de fondo. La situación económica y política en América Latina se viene complicando hace tiempo. Y a la cabeza de las movilizaciones contra los planes de ajuste, en Argentina también, hemos encontrado a los más jóvenes. Pero la decepción provocada por gobiernos como el de Alberto Fernández ha dado pie al crecimiento de figuras como Milei en esos mismos sectores.
Milei ha propuesto viejas recetas para afrontar la difícil situación económica, pero de una manera radicalizada y novedosa. Con eso, captó la atención de muchísimas compañeras y compañeros, hartos de las recetas repetidas que nada han solucionado. Los sectores de izquierda contribuyeron al no plantear una salida de fondo y radicalizada como era necesario, mientras que sostienen el mismo esquema de Centros de Estudiantes.
Hoy el ajuste del Gobierno se sufre en todos los lugares de estudio. Muchos que lo apoyaron, están comenzando a dudar, pero aún es un proceso muy lento. Pues sigue sin haber una alternativa clara para donde ir.
Es necesaria una salida revolucionaria
Una situación como la que estamos viviendo, requiere de una serie de medidas contundentes para enfrentarla. Nuestro país ha vivido grandes luchas estudiantiles como la de la Reforma Universitaria en 1918, el conflicto que derivó en la Noche de los Bastones Largos en 1966, el Cordobazo y el Rosariazo en los ’70 (éstas en estrecha unidad con la clase obrera) o la lucha contra el arancelamiento en el 2001. Hablamos de tomas de universidades, enfrentamientos, huelgas y hasta insurrecciones.
El nivel de ajuste actual requiere de ese tipo de respuestas ¿Pero tenemos hoy las condiciones para organizarlas? Creemos que no, aunque, a la vez, eso no las deja de ser necesarias y más urgentes que nunca.
Por eso la tarea que tiene el movimiento estudiantil hoy es preparar las condiciones para esos conflictos. Organizando asambleas, Centros de Estudiantes, comisiones o lo que haga falta para prepararnos. Saliendo a convencer a quienes aún tienen dudas. Organizar acciones menores que vayan en camino a las que necesitamos: movilizaciones, sentadas, debates. Preparando la autodefensa de las movilizaciones para enfrentar la represión. Y coordinando con todos los sectores en lucha de la comunidad, y del movimiento obrero.
Es necesario discutir qué modelo educativo queremos y al servicio de qué y de quienes. Muchos tenemos claro que tenemos que enfrentar el plan de Milei ¿Pero eso significa que lo que teníamos era lo correcto? ¿Necesitamos una universidad que defienda el saqueo de las multinacionales a nuestros recursos, o que investigue cómo aprovechar mejor esos recursos, sin provocar daños irreversibles al medio ambiente? ¿Que busca aumentar las ganancias de las empresas o mejorar la calidad de vida del pueblo trabajador? En resumen ¿Queremos una universidad que forme y prepare al servicio del capitalismo, aunque sea con un rostro más o menos humano, o al servicio de los trabajadores y la comunidad?
En el PSTU creemos que tenemos que pelear para ser dueños del conocimiento que producimos y que no sea robado por las empresas multinacionales. Para eso es necesario derrotar el plan de Milei, pero también echar abajo todas las leyes privatistas y discutir un modelo educativo que esté al servicio del pueblo trabajador y de una sociedad que no esté regida por la ganancia, sino por el bienestar general.
Esto es exactamente la antítesis de lo planteado por Milei, para quién el sector privado, a través de la búsqueda de la ganancia del capital, es el gran benefactor social. La actual epidemia de Dengue muestra que los empresarios son de todo menos benefactores. Y que la lógica de Milei nos lleva a la catástrofe. Debemos construir una salida alternativa a esta situación.