La inscripción en el respaldo del asiento de un ómnibus decía: “Si la matan, algo habrá hecho / x provocar /x retobarse/x puta”. Además de la inevitable evocación del “Algo habrán hecho”, en referencia a los desaparecidos, me golpeó toparme con esa justificación de los femicidios.
Recordé también la reciente y macabra cargada futbolera: un maniquí femenino, con camiseta de Racing, colgado de un semáforo con un cartel: ”Puta violada”.
¿De dónde proviene ese horror machista?
Veamos la opinión del agrupamiento K de periodistas #NiUnaMenos. En su facebook (2/05/2017), dicen “¿Hace falta señalar el pacto de machos entre los femicidas, las fuerzas de seguridad y el aparato judicial?”, para explicar las complicidades que rodearon el crimen de Aracelli Fulles. O, en “El 3J volvemos a la Plaza” (11/05/2017), luego de ligar correctamente la violencia contra la mujer a la violencia institucional, a la represión del gobierno a la protesta social y al 2×1, concluyen que su causa es “el pacto entre machos para conservar sus privilegios a la fuerza y para mantener el control social”. Llaman, entonces, a “asambleas feministas” en los lugares de trabajo, de estudio y en los barrios y que “a la violencia machista le enfrentamos feminismo organizado”.
Compartimos con #NiUna Menos que existen pactos machistas. Son los que sostienen las barritas que nos dicen groserías en la esquina; los varones que en los trabajos nos intimidan alzando la voz o con bromas ofensivas; los policías y jueces que encubren a los violentos. Pero para nosotros eso no es la causa del machismo, sino una de sus consecuencias más visibles.
Para los marxistas, el machismo, la lgbtfobia, la xenofobia, son armas que los gobiernos, parlamentos, jueces, fuerzas de seguridad, iglesias, medios de comunicación, ponen al servicio de los patrones para debilitar a la clase obrera y explotarnos mejor, enfrentándonos unos con otros. Ése es el pacto invisible: entre las instituciones del estado y los empresarios, para alimentar el lucro capitalista.
Por eso, proponer un combate feminista a la violencia machista – como exclusivo de las mujeres, separadas de los trabajadores varones – es entrar en su juego, porque contribuye a dividirnos.
A la ola de violencia machista tenemos que oponer un nuevo y multitudinario 3J. Y para lograrlo, necesitamos más unidad de la clase trabajadora, más denuncia al Plan Macri y a todos los que lo sostienen, más exigencia a la CGT y a las CTA para que movilicen ese día, más asambleas en fábricas, escuelas, universidades y barrios, más autodefensa impulsada desde las organizaciones obreras y estudiantiles.