El 26 de septiembre, 80 estudiante de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa estaban realizando una colecta para financiar su participación en la marcha conmemorativa de la Masacre de Tlatelolco, donde el ejército mexicano asesinó a más de 300 estudiantes, el 2 de octubre de 1968. La saña del Estado mexicano se volvió a hacer presente. El gobierno de Guerrero, estado al sudeste del país a donde pertenece Ayotzinapa, ordenó ametrallar a los estudiantes.
Luis Henando Navarro, editorialista del diario “La Jornada” describe así los hechos: “La policía preventiva municipal de Iguala los cazó como conejos. A pesar de ser estudiantes, los trataron como si pertenecieran a un cártel rival (…) los balearon a mansalva. Primero los uniformados, y luego los pistoleros vestidos de civil, les dispararon intermitentemente sin advertencia alguna. A Julio César Fuentes Mondragón, uno de los normalistas, lo torturaron, le arrancaron los ojos y le desollaron el rostro. El saldo es trágico. En cuatro eventos violentos relacionados entre sí, protagonizados por policías municipales y pistoleros, fueron asesinadas seis personas, tres de ellas normalistas; 20 resultaron heridas, un muchacho está en estado vegetativo y se desconoce el paradero de otros 55, de los cuales al menos 20, fueron subidos a camionetas de la policía municipal”. El 5 de octubre, se encontraron 28 cuerpos en una fosa clandestina.
Desde esta páginas hacemos llegar nuestra solidaridad a los estudiantes y docentes mexicanos y nos sumamos a la exigencia aparición con vida de los 43 desaparecidos, investigación y castigo a los responsables materiales e intelectuales de esta masacre.