El año comenzó con un nuevo gobierno, con la toma de posesión de Lula y Alckmin y, una semana después, también con un intento de golpe bolsonarista, apoyado por militares. El intento fue frustrado. Pero es una demostración del peligro que representa la ultraderecha, más cuando sabemos que, en el futuro, podrá intentar nuevas cosas como esta, pues algunos tienen un proyecto de dictadura.
Desafortunadamente, mientras las calles y el pueblo exigen que los golpistas sean castigados «Sin Amnistía» y, contrariamente a lo que exige la situación, la orientación del gobierno de Lula pasa por la negociación con la cúpula de las Fuerzas Armadas y con los peces gordos del bolsonarismo. Incluso apoyó como presidente de la Cámara a Arthur Lira, el del presupuesto secreto y protector de Bolsonaro.
Antes ya era absurdo, pero después del 8 de enero es aún peor mantener a Múcio como ministro de Defensa. Él llegó a elogiar las manifestaciones frente a los cuarteles. También es inadmisible dejar intactas las Fuerzas Armadas. Tanto la cúpula como su formación.
Mientras tanto, se realizó una reunión, incluida una cena en Brasilia, que juntó desde el PSOL, de Boulos, hasta Eduardo Bolsonaro, pasando por todo el Centrão y el PT. ¿Qué se discutió en este heterogéneo y sospechoso encuentro? Cuesta creer que sea algo de interés para los trabajadores.
Contrariamente a lo que dice la prensa o incluso el PT, hablar y construir acuerdos con la derecha no son esfuerzos efectivos en la defensa de la democracia. Por el contrario, pasar tela a los golpistas solo ayuda a los propios golpistas. Hacer acuerdos con multimillonarios y sus representantes solo contribuye a que se hagan más ricos.
Lo único que podemos constatar, con certeza, es que, a pesar de haber gente que defiende la dictadura militar y otros que defienden esta democracia de los ricos, todos tiene acuerdo en defender el capitalismo y los intereses de las grandes empresas.
La explotación y la destrucción capitalistas corren sueltas
Mientras tanto, el pueblo sigue sufriendo con bajos salarios y hasta los míseros 18 reales [de aumento] están amenazados en el salario mínimo. Los servicios públicos están a punto de desaparecer. Mientras se cosen grandes acuerdos con los ricos y poderosos en Brasilia, la minería ilegal sigue devastando la Amazonía y a los pueblos indígenas, generando una situación de genocidio y calamidad entre los Yanomami.
Los efectos perversos del capitalismo en la destrucción del medio ambiente fueron impulsados por Bolsonaro, pero esto data de hace mucho tiempo e involucra a varios gobiernos.
Ante la catástrofe que fueron los años de Bolsonaro, no es de extrañar que haya cierta expectativa de los trabajadores y del pueblo en este inicio de 2023. Lula lo sabe y, en su toma de posesión, subió a la rampa [de la Casa de Gobierno] con varios sectores del pueblo brasileño, representando a los explotados y oprimidos de este país. El problema es que esto se contradice la propia composición y las políticas del gobierno.
Hay ministerios con gente como Daniela Carneiro (de Turismo), ligada a la derecha y a las milicias [de ultraderecha], en Río de Janeiro. Además de representantes de los empresarios en ministerios vinculados a economía, como Alckimin y Tebet. Incluso Haddad ya anunció lo que promete ser una nueva política de techo fiscal, para calmar a los capitalistas, y una propuesta de Reforma Tributaria, para complacer también a los sectores patronales.
Los trabajadores tienen que estar atentos. Es necesario repudiar cualquier amenaza de golpe. Pero tampoco es posible apoyar este nuevo gobierno de Lula. Las alianzas y políticas que se implementan, a pesar de las expectativas de los trabajadores, están en consonancia con todo lo que defienden Biden y los países imperialistas, que son los principales baluartes de este capitalismo mundial.
El gobierno incluso ha estado haciéndole el juego a los países imperialistas al apoyar la represión del gobierno de Boluarte en Perú, permitiendo el envío de armas hacia allí, contra las manifestaciones populares.
Necesitamos organización, independencia, luchas y un proyecto socialista
Al mismo tiempo, el gobierno convocó a las centrales sindicales y los movimientos sociales para reuniones. Pero, lejos de presentar alguna medida para atacar las ganancias de los capitalistas o atender los reclamos de los trabajadores, de hecho, solo quiere que los movimientos apoyen al gobierno.
Los trabajadores deben ser independientes del gobierno y construir una oposición de izquierda, diferente del bolsonarismo. Para hacer frente al sistema y también a la ultraderecha, los trabajadores necesitan confiar en sus propias fuerzas. No es posible que sean prisioneros de los capitalistas y del gobierno Lula-Alckmin o de amplias alianzas con los multimillonarios y la propia derecha.
En este año que comienza, los trabajadores y trabajadoras, para garantizar sus necesidades, necesitan luchar, exigiendo sus demandas al gobierno. Pero no solo eso. Ante la negativa permanente de los gobiernos, a lo largo de los años, en atender al pueblo y, por el contrario, garantizar las ganancias de los ricos, es evidente que nuestra lucha choca con el propio sistema capitalista.
Siempre inventan mil excusas para que todo siga como está. Dicen que subir el salario mínimo al calculado por el DIEESE (alrededor de 6.000 reales) quebraría el país. Pero cuando los multimillonarios llevan a la bancarrota a una empresa como las Americanas, por sus estafas para chupar millones en riqueza, amenazando ahora con despedir a 40.000 trabajadores, es al Estado y al no pago a los bancos a lo que estos señores recurren para seguir ganando dinero.
Necesitamos luchar por nuestros reclamos y también entender que es necesario cambiar este sistema. Para eso, cada lucha debe estar al servicio de un proyecto de país construido por los trabajadores, lo que no pasa ni por el gobierno del PT y mucho menos por Bolsonaro y la ultraderecha.
Luchando, debatiendo, mejorando su organización y aumentando su conciencia, los trabajadores y trabajadoras pueden todo. Esto se concreta en la construcción de un programa socialista y en el fortalecimiento de un partido revolucionario; construyendo así, efectivamente, una alternativa socialista y revolucionaria para el país, que supere esta polarización entre los sectores burgueses que atraviesa el país.