A pocos días de las PASO, el candidato oficialista a sena- dor por la Provincia de Buenos Aires volvió a indignarnos con otro “acto fallido”. Después de haber dicho que los despedidos podían ponerse una cervecería artesanal, o de vincular #NiUnaMenos con su rechazó al aborto, ahora festejó, entre otras cosas, tener cada día “un pibe más preso”.
No tardó en desdecirse, en pedir perdón. Intentó cubrirse diciendo que hablaba de los “narcos y corruptos”. Pero no nos comemos ese verso. Sabemos muy bien quién es Bullrich y qué quiso decir.
Ningún “acto fallido”
Todos los días nos comemos operaciones mediáticas como la de “el polaquito” (ver “Operación polaquito: Un estigma y van…” en AS 137) que terminan con comentarios de los periodistas patronales pidiendo mano dura con los menores, baja de la edad de imputabilidad, etc. Esto mientras crecen los despidos, suben los precios y las familias más pobres sufren cada vez más hambre.
Cómo revelan cifras recientes de UNICEF, la pobreza infantil en la Argentina llega al 47,7%. Sólo el 43% de los chicos llega a terminar el secundario para la UNESCO. Según un estudio del grupo Adecco de fines del año pasado, un 24,7% de los jóvenes argentinos no estudia ni trabaja, y de los que trabajan, 6 de cada 10 lo hacen en empleos precarizados o “en negro”.
El plan del gobierno de Macri es ése: mientras los grandes empresarios se llenan los bolsillos, nosotros nos hundimos en la miseria. Y cuando esa miseria empuja a los pibes al delito, la solución es meterlos en cana. Un negocio que les cierra redondo por todos lados.
Pero lo que es también un negocio es el delito organizado, bancado por la policía y las grandes empresas, y ¿por qué no? también los políticos patronales. Entonces cuando festejan que cada día hay más pibes presos, festejan un día más que se salen con la suya con total impunidad.
Es obvio, no le podemos exigir escrúpulos a un gobierno de CEOs, que desde el 1° de agosto es responsable político de la desaparición de Santiago Maldonado. Esos son los que celebran e invisibilizan la pobreza en nuestro país. Y aunque la gobernadora Vidal se jacte de “caminar los barrios” somos nosotros los que le tenemos que dar explicaciones a la cana cada vez que nos paran en la calle por vestirnos de tal o cual manera, mientras ella vive en una base militar.
La “pesada herencia” es la que tienen los pibes que nacen en las villas del conurbano y que para sobrevivir son empujados al delito. Porque existe una sucesión de gobiernos que los excluye del acceso a la educación, de tener una casa digna, que los saque de la violencia de la calle. Para esos pibes la respuesta es la cárcel, como depósito de vidas sin futuro. Para esos pibes no hay futuro más que la delincuencia y la exclusión de la sociedad.
Está claro que la política macrista es la de reprimir a los laburantes que luchan por sus puestos de trabajo, como en Pepsico; la de reprimir a los que pelean por el derecho a comer como los movimientos sociales en la 9 de julio; la de negar los derechos de los pueblos originarios así cueste un desaparecido. Por eso los dichos de Bullrich no nos sorprenden, y nos queda claro que su gobierno no es para los trabajadores y la juventud.
La “raíz” del problema
Claro que esto no se lo atribuímos sólo al gobierno de Macri. Los planes de hambre contra los trabajadores existieron también en el gobierno de Cristina, así como en todos los anteriores. Y también existen en el resto de los países del mundo. Esto es porque la causa de todo está en el sistema en el que vivimos, el capitalismo.
¿Para qué los empresarios se van a esforzar en que la educación que recibimos sea gratuita y de calidad? Si solamente nos quieren para que trabajemos en sus fábricas, atendamos los teléfonos en sus call centers o sirvamos hamburguesas en Mc Donald’s. ¿Para qué darnos trabajo digno y de calidad a todos? Si pueden contratarnos por pocos meses sin derechos laborales y pagándonos algunas miserables monedas.
Incluso en países donde hace años decían que se había alcanzado un capitalismo “más humano”, como en la Unión Europea, hoy las condiciones laborales para los jóvenes son cada vez peores (ver “Una Nueva Batalla por el Futuro”, en AS 136).
Donde hay crisis, pagan las familias trabajadoras. Y los más jóvenes somos la carne de cañón preferida para tirarle los ajustes encima.
Al Gobierno lo enfrentamos en las calles
Al “un pibe más preso” de Bullrich le tenemos que contraponer “ningún pibe que pase hambre”. Y para eso necesitamos terminar con el trabajo precario para los jóvenes. Que el salario sea igual a la canasta familiar, así ninguno tiene que dejar el colegio porque no alcanza la plata en la familia para comer.
Que no nos culpen más por la inseguridad que ellos generan. Tenemos que organizarnos junto a los trabajadores en sus sindicatos para sacar a los policías corruptos, cómplices, los responsables del gatillo fácil de los barrios. Y defendernos de las mafias criminales, de los narcos, de las redes de trata.
Y también pelear por una educación pública, laica, gratuita y de calidad. Queremos que las escuelas y universidades estén en condiciones y no se caigan a pedazos. Y poner en cada barrio clubes donde se practique deporte, música, teatro, pintura.
Esto no lo podemos encarar solos. Hay que sumar nuestros reclamos, discutidos en asambleas con los trabajadores. Y que los centros de estudiantes y federaciones se sumen a marchar el 22 de agosto.
No podemos permitir que el ex ministro de educación, ahora candidato a senador celebre meternos en cana mientras nos baja la calidad educativa y deja a nuestros viejos en la calle. Sumemos nuestras banderas a la movilización y que no se baje nadie.
Pero tenemos que ser conscientes de que, si el problema de fondo es el capitalismo, entonces si no terminamos con él no vamos a solucionar ninguno de estos problemas. Es necesario construir un nuevo tipo de sociedad, donde gobiernen los trabajadores. Una sociedad socialista, donde el motor no sea aumentar las ganancias de unos pocos, sino mejorar la vida del conjunto.