La intensificación de ataques de colonos israelíes a palestinos en los últimos meses –incluso a niños– y a uno de los principales locales sagrados para los musulmanes, la Mezquita de Al Aqsa, en Jerusalén, ha acelerado un proceso en curso, rumbo a un nuevo levante popular, que ha sido llamado de “Intifada de los cuchillos”.
Frente a la complicidad de los gobiernos de todo el mundo con esa situación insostenible y a la traición de los dirigentes tradicionales, la resistencia palestina, histórica, asume una nueva forma.
Humillados diariamente, expulsados de sus tierras y deshumanizados, en respuesta, los palestinos han enfrentado a los colonos (actualmente, la fase más agresiva de la ocupación de tierras por parte de Israel) como pueden. Cuchillos de cocina y cuchillas son sus instrumentos frente a la cuarta potencia bélica militar del mundo. En este enfrentamiento, alrededor de 40 palestinos perdieron la vida, frente a diez ocupantes. El movimiento va más allá: en los territorios ocupados en 1948, donde hoy es Israel, la juventud también se levanta.
Como afirma el revolucionario León Trotsky, la revolución es resultado de un proceso. Una nueva Intifada –que algunos califican como la Tercera (la primera en 1987-1993 y la segunda en 2000-2004), y otros como la cuarta (contabilizando la revolución de 1936 a 1939)– viene germinándose hace algunos años.
Estimulada por las revoluciones en el mundo árabe, la actual revuelta, en ascenso, tuvo su preanuncio ya en 2011. El marco en esa trayectoria fueron las manifestaciones por el derecho de retorno, el 15 de mayo de aquel año (aniversario de la nakba, catástrofe palestina, cuando fue creado en 1948 unilateralmente el Estado de Israel como exclusivamente judío, mediante la limpieza étnica del pueblo palestino).
El movimiento fue articulado por páginas de activistas de la revolución egipcia a través de redes sociales. Impulsado por jóvenes, comenzó simultáneamente dentro de los territorios palestinos y en las fronteras de los países árabes con Israel, y fue violentamente reprimido.
Después, aparentemente, un nuevo levante quedó en compás de espera, acompañando los altos y bajos del proceso revolucionario en curso en el mundo árabe. En pro de su estabilidad, Israel firmó recientemente un acuerdo de cooperación con Rusia para cercar la revolución siria que, a pesar de la contrarrevolución instalada por el imperialismo, amenaza no rendirse y derribar al dictador Bashar Al Assad.
Allí, el proceso dura cuatro años y medio y se profundizó, desencadenando una sangrienta guerra civil. Israel y sus aliados directos e indirectos intentan impedir la victoria de esa revolución, lo que puede alterar el cuadro geopolítico local, rumbo a la Palestina libre.
Enemigo poderosos en jaque
Ese escenario evidencia que no es posible analizar lo que ocurre en Palestina sin dar una mirada al mundo árabe. Los tiranos en el poder en los países árabes garantizan la seguridad de Israel. Los mismos poderosos enemigos que llevaron a la derrota de la revolución de 1936-1939 contra el mandato británico y la colonización sionista, denunciados por el revolucionario palestino Ghasan Kanafani en su obra La revuelta de la Palestina de 1936-1939 (Editora Sundermann), se mantiene: la burguesía palestina, los regímenes árabes y el sionismo/imperialismo.
La Intifada que comienza a ganar contornos sólidos debe cuestionar y exponer a tales enemigos. Puede representar un ascenso en el proceso revolucionario en el mundo árabe (grandes manifestaciones en diversas ciudades de Jordania el 16 de octubre por el fin de los acuerdos con Israel son una señal).
El levante popular que se diseña difiere de los anteriores, iniciados en 1987 a 1993, al darse sin ningún dirigente, espontáneamente, y sobre todo por la juventud aliada a la clase trabajadora. Cerca de 40% son mujeres.
El presidente de la colaboracionista Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, intenta en la práctica contener la onda, pero en la retórica procura sintonizar de alguna forma con el descontento y la falta de perspectivas que predominan entre los palestinos.
Bajo esa lógica, el 30 de setiembre último, en un discurso en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), afirmó que rompería con los desastrosos acuerdos de Oslo firmados en 1993, y que culminaron en la ampliación de la colonización y el apartheid en tierras palestinas.
Uno de los resultados de esos acuerdos es la cooperación de seguridad entre la ANP e Israel. Hamas –cuya diferencia es que resiste en la Franja de Gaza– intenta capitalizar el levante popular. El hecho es que ningún partido parece convencer a la juventud hoy en las calles. Falta dirección revolucionaria y la sensación en relación con el mundo es de aislamiento.
Movimientos de solidaridad en el mundo comienzan a dar respuesta, con manifestaciones en Europa, en los Estados Unidos, en África y en América Latina, incluso en el Brasil, en la capital paulista, el último domingo (18/10).
Bajo la bandera del Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) a Israel, ha denunciado la complicidad de sus gobiernos con el apartheid, ocupación y colonización a que están sometidos los palestinos. Es el caso del Brasil, que se tornó uno de los mayores importadores de tecnología militar israelí.
Sumando nuestras voces y corazones a la resistencia palestina y a los revolucionarios en el mundo árabe, llamamos por una Intifada y por boicots en el Brasil y en el mundo.