El sábado 27 de Junio falleció luego de una breve pero feroz enfermedad Ana Lía Campos, “Analía”, para todos los que la conocimos y militamos con ella. Desde que Silvio Rodríguez rescató aquel poema de Bertold Brecht se hace difícil esquivar el lugar común. Sobre todo si como en el caso de Analía,se muere alguien que dedicó más de 40 años de su vida a la construcción de un partido revolucionario mundial de los trabajadores.
Sin duda Analía fue de las “imprescindibles”. Aunque hoy su muerte no sea noticia en ningún medio ni ningún historiador futuro hable de ella. Fue simplemente una más de los/as miles de luchadores de la clase trabajadora, casi anónimos, de los que un día dijeron “¡basta!, algo tengo que hacer” y se sumaron como uno más, como simples constructores de la misma obra colectiva que trasciende generaciones y fronteras: un partido revolucionario para barrer para siempre toda forma de explotación, opresión y miseria del planeta.
Quizás la osadía más grande que se haya planteado la humanidad, la sociedad socialista.
Analía fue además una de las que se sumaron para toda la vida y no hubo marido que la pudiera retener, ni dictadura, gobierno o burocracia sindical que la hiciera retroceder o acallar. Por eso su militancia atravesó los distintos nombres y organizaciones que identificaron a la corriente morenista o sectores de ella: como el glorioso PST, el viejo MAS, el MST, el FOS y en la actualidad el PSTU, sección argentina de la LIT-CI. Siempre junto a su inseparable compañero de la vida “Walesa”, fue una de nuestras “heroínas del trabajo gris y cotidiano”, ese que no reluce en esta sociedad capitalista donde hay que ser “exitoso” y sobresalir a costa de lo que sea. Una de las miles que invirtió incalculables horas de su vida y su energía en pasar un volante o un periódico a un compañero, participar en marchas, asambleas, reuniones, plenarios, actividades para juntar fondos para el partido, como docente referente de la oposición antiburocrática en el SUTEBA de San Martín, como militante barrial en el Bajo Boulogne.
Siempre al pie del cañón, también con sus broncas, sus implacables críticas, su dureza para plantear sus opiniones, que defendía con franqueza y pasión, sus humanas contradicciones. Pero también con la enorme generosidad de la militante que garantiza con su perseverancia y su esfuerzo la continuidad de ese proyecto revolucionario, sin más beneficio personal que la satisfacción de saber que ha contribuido a esa obra, que ha aportado su granito a la lucha de la clase trabajadora.
En esta sociedad capitalista donde campea el oscuro individualismo, el más podrido egoísmo embrutecedor, el sálvese quien pueda, el vale todo, el machismo brutal, la exaltación pornográfica de todo lo que hay de falso, ruin y canalla en los seres humanos, una vida como la de Analía resplandece como un sol. Gracias Analía por todos estos años que nos brindaste. Con dolor y congoja te despedimos en tu local, como vos lo pediste. Y a su vez, apretamos los puños y nos juramentamos que seguiremos dando la pelea. Con las banderas en alto, hoy te decimos:
¡Compañera Analía, hasta el socialismo siempre!