Somos un partido, el PSTU, y una internacional, la LIT-CI, con historia. Con el pasar de los años, reconocemos nuestra identidad, nuestra genética y cuando miramos para atrás, en los años de plomo de la década del 60 y 70 decimos: allí estuvimos.
Fuimos parte de una vanguardia numerosa que quería cambiar al mundo y al mismo tiempo desarrollábamos una pelea solitaria. Bajo la dirección de Nahuel Moreno, con la cabeza muy dura y el corazón muy caliente que le ponían acción a la teoría, éramos confesos convencidos del papel de la clase obrera como conductora de la revolución.
Nos negábamos engrosar la mayoría de esa pujante juventud atraída por los cantos de sirena del estanilismo y del peronismo y las utopías reaccionarias de la revolución en un solo país y el socialismo nacional.
Y también combatíamos con la mayoría de las organizaciones políticas que se autollamaban revolucionarias que descreían de la clase obrera, deslumbradas por la guerrilla, y por el Mayo Francés. Los principales intelectuales de izquierda y hasta el trosquismo del SU, estaban fascinados con las importantes luchas de los estudiantes en todo el mundo y de los negros en USA.
Las militantes del glorioso PST
En medio de esas luchas, poniendo el eje en la “devaluada” clase obrera, surge el PST.
Ingresaban al partido los pocos hartos del peronismo y el estalinismo. Y en esa batalla política nos moldeábamos, contra la guerrilla y como fanáticos de la clase obrera.
Ese ascenso no solo fue político sino que revolucionó el arte, las costumbres y la vida diaria de un sector importante de la juventud.
Una juventud que arrancaba desde los 13 y 14 años, que no conocía la democracia burguesa, porque no había gobierno elegido en las urnas que durase, hostigada por la Iglesia, el ejército y la policía. Controlaban no solo las manifestaciones políticas sino la moral y reprimían toda manifestación de rebeldía en cualquier campo de la vida social.
Si se revolucionaron la política y las costumbres, piensen en las jóvenes mujeres que ingresaban al partido, lo que significaba romper con los moldes impuestos por la sociedad y la familia, con las costumbres, empezar a ser dueñas de de su cuerpo, tirar por la borda su vida anterior y que fuera la revolución obrera, socialista e internacional, lo que ordenara su vida sobre todas las cosas.
Así se formaban las dirigentes mujeres del partido y del movimiento de masas. Estábamos orgullosos de ellas, tanto de las que dirigían como de esa base que codo a codo con los militantes varones se fogueaba en las luchas, en las manifestaciones y en la puerta de fábrica, imponiéndose a sus padres, sus novios y sus maridos.
El ascenso que Perón no alcanzó a frenar y el golpe militar
La llegada de Perón en 1973 desenmascaró lo que denunciábamos, venía a frenar, venía a poner en la senda burguesa a esa juventud y sobre todo a esas mujeres que desafiaban su destino previsible del hogar y la familia.
La represión de Perón y de López Rega con las bandas fascistas de la Triple A cobró muchas víctimas. El PST y el morenismo tuvieron su prueba de fuego, en la que se probó la teoría, el vuelco a la clase obrera, el internacionalismo con que nos formábamos para librar duros combates con el estalinismo, la guerrilla, el SU. Sobre todo, nuestra moral y convicciones de que la vida se subordina a la revolución, escapaban del mundo de las ideas y se plasmaban brutalmente en el mundo real.
Y en esa moral también se marcó la diferencia. Mientras los montoneros tenían el dilema del suicidio o la traición, nuestras convicciones, nuestro respeto y camaradería no aceptaban que la tortura nos quebrara. Y vencimos, sobrevivimos con nuestros principios, programa, organización y moral revolucionarios en alto.
Compañeras del PST: gracias a ustedes nuestra lucha continúa
Es imposible hablar del partido y la dictadura si no hablamos de sus militantes y cuadros mujeres, de sus acciones, en primer lugar de las asesinadas o desaparecidas por la Triple A o por la dictadura genocida.
Pero también de las compañeras que sufrieron torturas y violaciones en las cárceles de la dictadura y salieron de prisión para seguir militando mas fuerte que nunca. Así como de las que mantuvieron su militancia diaria jugándose la vida, de las que tuvieron que dejar sus hijos por la clandestinidad y no por eso flaquearon. Y de aquellas compañeras menores de edad para las leyes burguesas que sufrieron doble clandestinidad.
Dirigentes y compañeras de base tuvieron la misma fuerza moral. Por eso ser parte de este partido es el orgullo más grande para un revolucionario.
Recordemos a nuestras mártires no desde bronce sino como compañeras de militancia que hacían cotidianamente la misma labor que cualquier militante actual de la LIT.
Ayer enfrentando los planes del kirchnerismo, hoy repeliendo los ataques de Macri, las militantes y cuadros mujeres del PSTU tienen el camino marcado por aquellas heroicas compañeras del PST: madrugar para ir a la fábrica o para llevar el periódico a puerta de fábrica, pelear la dirección en la facultad, en la escuela o la fábrica, organizar en el partido revolucionario a quienes se indignan por los bajos sueldos, por la injusticia, por la represión a los que luchan, por la violencia machista.
Y el saber que toda su fuerza, su sensibilidad, y su vida personal tiene un fin: un mundo socialista sin explotación ni opresión.