El conflicto catalán se ha convertido en el elemento más avanzado de la crisis del régimen monárquico en descomposición. La gran movilización por su soberanía nacional ha hecho de Cataluña el principal bastión de la lucha contra el régimen y, por ello mismo, la avanzada del proceso de la revolución española. El curso del conflicto y sus resultados son decisivos para la clase obrera y los pueblos del Estado español.
El conflicto catalán muestra a las claras que no es posible ejercer el derecho democrático a la autodeterminación sin romper con la legalidad del régimen monárquico. La prohibición de la consulta ha mostrado queun referéndum de autodeterminación sólo es posible si Catalunya asume la plena soberanía nacional.
Esta realidad política obliga a plantear con toda claridad quela proclamación de la República catalana es la condición y el instrumento para asegurar el referéndum de autodeterminación.
La batalla por la proclamación de la República catalana -que exige una política ofensiva para que el movimiento obrero catalán asuma y encabece esta reivindicación- es básica paradesbancar a la burguesía catalana (Mas)de la dirección del proceso y paraemplazaralos representantes políticos de las clases medias radicalizadas (en primer lugarERC, que es hoy la principal fuerza electoral catalana, y también laCUP, con gran peso entre la juventud) a romper amarras con Mas y a asumir la dirección del movimiento independentista.
La batalla por los derechos nacionales, por soberanía, por la República catalana, ha de serante todo una reivindicación de la clase trabajadora, que debe convertirse en la campeona de esta lucha democrática. El movimiento obrero no puede permanecer ajeno a esta lucha ni limitarse a desempeñar el papel de acompañante a disposición de Mas o, llegado el caso, de Junqueras. Es a este miserable papel al que lo quieren reducir los burócratas de CCOO y UGT.
La lucha por la República catalana tienehoy una expresión «parlamentaria»,pues pasa por imponer unas nuevas elecciones catalanas que descabalguen definitivamente a Artur Mas y den lugar a una nueva mayoría parlamentaria que la proclame.
Luchamos por unaRepública catalana «social y soberana». Soberanano sólo de Madrid sino de Bruselas y Berlín, queasegure las necesidades básicas de la clase trabajadora y de la pequeña burguesía empobrecida(derechos laborales y políticos; derogación de la reforma laboral; prisión para corruptos y corruptores e incautación lo robado; suspensión del pago de la Deuda y Auditoría; toma de control de los bancos catalanes -La Caixa y Sabadell- y de las grandes empresas que amenacen con la deslocalización si se declara la independencia…) y que ponga en marcha unproceso constituyentepara un cambio radical, que dé la palabra al pueblo trabajador organizado desde abajo. La lucha por medidas como estas da a la consigna de la República catalana uncarácter transicionalque la clase trabajadora deberá empujarhacia un régimen socialista.
La lucha por la República catalana no es una lucha «independentista»sino elprincipal punto de apoyo para acabar con el régimen monárquico y la mejor base para batallar por una libre unión de pueblos libres, o, como lo expresaba nuestros antecesores en el siglo XX, la libre unión o confederación de repúblicas ibéricas. Para nosotros, esta unión libre es inseparable de la lucha por unaEuropa de los trabajadores y los pueblos. La República catalana, la unión libre de Repúblicas y la Europa de los trabajadores y de los pueblos es una combinación de consignas que forman un todo indisociable.
Esta orientación estratégica cobra todo su sentido cuando la trasladamos a la batalla política. Ésta hoy se concentra en el9-N catalán, de nuevo amenazado por el gobierno Rajoy, a pesar de que ahora ya no se trate de la consulta inicialmente prevista sino de un simulacro, como consecuencia de la retirada cobarde de Artur Mas.
En Cataluña, el punto de partida es unapostura ofensiva en defensa del 9-N, llamando al voto Sí-Sí, exigiendo que la votación se lleve a cabo aunque Rajoy y el Constitucional la prohíban y batallando por convertir el 9-N en una gran Jornada Nacional de Lucha por la soberanía catalana. Pero dicho esto y desde este compromiso, la lucha por el 9-N debe iracompañada de la denuncia descarnada de la traición de Artur Mas y de los emplazamientos a ERC, y también a la CUP, a romper políticamente con Mas y exigir ya unas nuevas elecciones para proclamar la República catalana.
Fuera de Cataluña, la batalla política tiene como eje central el respeto al derecho del pueblo catalán a separarsedel Estado español si esa es su voluntad. La actitud del grueso de la izquierda española, negándose a defender el derecho de Cataluña a separarse y colocándose, bien con su silencio o bien como campeones de batalla “contra la independencia”, deja en evidencia su sumisión al régimen monárquico centralista.