El 24 de enero finalizó en Buenos Aires la VII Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). El encuentro cerró con una declaración de más de cien puntos, en la cual no hay nada sustancial y solo vagas declaraciones de intención. Podría decirse que la cumbre se destacó más por sus silencios que por las palabras.
La cumbre llegaba precedida del reciente triunfo de Lula en las elecciones presidenciales, y poco tiempo antes Boric en Chile y Petro en Colombia, lo que, sumado a los gobiernos del kirchnerismo en Argentina o AMLO en México entre otros, pretendía ser presentado por algunos sectores como un regreso de un supuesto progresismo, una nueva ola de centroizquierda en América Latina. Podríamos decir que el pronóstico se ha cumplido en lo esencial: discursos con ropaje progresista para disfrazar la continuidad de las mismas políticas de sumisión al imperialismo y de gobernar para las burguesías latinoamericanas.
No de casualidad, por invitación de los anfitriones, EE.UU. envío como observador a Christopher Dodd, el asesor presidencial “especial para las Américas” de Washington, quien participó junto al embajador yanqui Marck Stanley. Ya en los días previos la jefa del comando sur, Laura Richardson, había marcado la cancha hablando sobre los intereses de su país en la región y de la preponderancia de la OEA (ver recuadro), mostrando a los reunidos en la CELAC quien es el jefe.
Para muestra basta un botón
Mientras los representantes de los gobiernos patronales de Latinoamérica y el Caribe se reunían en el lujoso hotel Sheraton, el gobierno golpista de Dina Boluarte en Perú continuaba llevando adelante una feroz represión con decenas de muertos y centenares de heridos entre el pueblo de ese país. Más allá de alguna declaración de compromiso, ni una sola palabra de repudio aparece en la declaración final. Mucho menos alguna medida de ruptura política y económica con el gobierno golpista. No debería llamar la atención, ya que el progresista Lula, honrando acuerdos de su antecesor Bolsonaro, sigue suministrando, a través de la empresa Condor, gases lacrimógenos al gobierno golpista para la represión; y si bien Dina Boluarte no participó de la reunión, en la cumbre adjunta de embajadores de los países estuvo presente su representante sellando acuerdos.
La actitud frente al golpe en curso en el país hermano es apenas un ejemplo. Son los mismos gobiernos que no tienen ningún problema en apoyar represiones de dictaduras “de izquierda” como sucede con Cuba o Nicaragua, son aquellos que tienen la mano firme para atacar, reprimir y encarcelar luchadores obreros y populares, y la mano muy blanda para enfrentar bolsonaristas en Brasil o juzgar a represores como Piñera y sus “pacos” en Chile.
Discursos de derecha, discursos de centroizquierda: una misma política
Lo que está en el fondo de la cuestión es que, ya sea con discursos con tinte más derechista como el que en esta cumbre encarnó el uruguayo Lacalle Pou, o con fraseología más de izquierda (aunque vale decir que hasta en el discurso cada día son más parecidos), todos tienen acuerdo en sostener en sus países la dependencia del imperialismo o los imperialismos, y en aplicar las mismas recetas para que la crisis capitalista la paguen los trabajadores y los pueblos pobres de Latinoamérica y el Caribe, mientras unos pocos ven aumentar en forma exponencial sus riquezas. A veces bajo dictaduras, otras con la democracia “para los ricos”, pero nunca dudan en reprimir las protestas de los trabajadores y sectores populares para sostener sus privilegios.
Así, mientras el colombiano Petro habla de enfrentar la crisis climática, la declaración termina apoyando la COP 27, caracterizada por la “profundización de la crisis climática y los retrocesos en los compromisos de los países”. La declaración final reconoce que “las juventudes forman parte de un segmento de la población con altos índices de precarización e inestabilidad laboral” pero los gobiernos firmantes profundizan con sus políticas económicas y educativas el ataque a los jóvenes; mientras hablan de las “desigualdades de género que dificultan el ejercicio de los derechos y de la autonomía económica de las mujeres”, los mismos gobiernos profundizan sus políticas de opresión y superexplotación sobre las mujeres y demás sectores oprimidos.
En síntesis, mientras no pueden dejar de reconocer que se “han agravado los niveles de pobreza, seguridad alimentaria y nutricional, endeudamiento, desigualdad social, informalidad laboral, degradación ambiental, y desigualdad de género, entre otras problemáticas” al igual que en otras regiones del mundo, o hacen mención al aumento del endeudamiento con los buitres internacionales, todos acuerdan en seguir pagando las deudas externas, en permitir el saqueo de nuestras riquezas, que las grandes multinacionales hagan sus negocios y se lleven todo. Mientras aumentan el hambre y la miseria en los sectores populares, la desocupación, la mortalidad infantil, millones mueren por la pandemia combinada con deficientes sistemas de salud pública, y un largo etcétera de todos los males del capitalismo. Todos los gobiernos reunidos en la cumbre son los verdaderos responsables. Sabemos que incluso muchos compañeros pueden sentir cierto entusiasmo por algunos discursos con tinte de “izquierda” o tener alguna expectativa. Pero debemos serles sinceros y decirles que opinamos que no hay nada que exigirles, porque nada podemos esperar de ellos. La CELAC es la cumbre de los enemigos que debemos enfrentar unidos los trabajadores y los pueblos de Latinoamérica y el Caribe.
Por una segunda y definitiva independencia, por la revolución socialista en América latina y el Caribe.
Para los trabajadores y el pueblo, quienes sufrimos todos los días las penurias que nos impone este sistema capitalista- imperialista, no alcanza con discursos “progres”, tampoco con ser oposición de izquierda en los parlamentos burgueses de las “democracias” para ricos. Es necesario preparar y luchar por una salida de fondo, que sea en unidad de todos los pueblos latinoamericanos.
Así como hace más de doscientos años un proceso de revoluciones independentistas corrió como reguero de pólvora por toda América contra los imperialistas de entonces liberando nuestros territorios, hoy es necesario un proceso de similares características. Necesitamos una verdadera revolución en todo el continente, ahora encabezada por la clase obrera y con un programa socialista. Sólo de esta manera podremos lograr una segunda y definitiva independencia de los actuales imperialistas, pero también derrumbar el sistema capitalista, que nos empobrece y destruye nuestros recursos, para reemplazarlo por uno socialista, con democracia obrera y una economía planificada en función de las necesidades del conjunto.
Esta tarea estratégica, a largo plazo, empieza en lo inmediato por apoyar y dar la solidaridad a cada una de las luchas que llevan adelante nuestros hermanos trabajadores de cada país. Hoy significa, en concreto, realizar una gran campaña internacional de solidaridad con la lucha del pueblo peruano contra la dictadora y asesina Dina Boluarte y el Congreso golpista. Hay que movilizarnos en cada país para imponer a los gobiernos la ruptura inmediata de relaciones con la dictadura, que los países como Ecuador y Brasil que proveen armas para la represión dejen de hacerlo. Los trabajadores debemos apelar a las huelgas y todo tipo de sabotaje para impedir el envío de armas, gases o cualquier tipo de colaboración comercial.
Así como debemos hacer hoy con Perú, debemos unir, apoyar y rodear de solidaridad cada lucha en América Latina y el Caribe. Así estaremos dando un importante puntapié inicial en el camino de una salida de fondo, de una revolución socialista y obrera en todo el continente para lograr nuestra segunda y definitiva independencia. Desde el PSTU, nuestra organización internacional la LIT y junto a nuestros partidos hermanos en Latinoamérica, nos ponemos a disposición de encarar estas tareas. Te invitamos a sumarte y hacerlo juntos. ¡Manos a la obra!