DEBATES SOBRE EL TRANSPORTE PÚBLICO

Trenes que vuelven, aumento de tarifas y conflictos

 

El aumento del 40% en el precio del boleto en el AMBA revive una vez más discusiones sobre subsidios, inversiones y precios ¿Eliminar los subsidios aumentaría la calidad del transporte? ¿Qué pasa con el interior, dónde se paga muchísimo más caro?

Las condiciones en las que se viaja no son ningún secreto para cualquier persona que trabaje. Trenes y colectivos llenos, servicios demorados o directamente cancelados, trasbordos y unidades en malas condiciones (sin rampas para discapacitados, con fallas de mantenimiento).

El Gobierno subsidia el boleto entregando dinero a las empresas, también les subsidia el precio del gasoil. De estos subsidios, el AMBA recibe aproximadamente un 84% según un informe del Secretario de Transporte de la Nación, Diego Giuliano, a la Comisión de Transporte de la Cámara de Diputados en el Congreso Nacional. Estos subsidios representan casi el 80% de los ingresos de las empresas privadas. A modo de ejemplo, en el año 2019 el grupo empresarial DOTA había recaudado $6.800 millones por la venta de boletos, y $10.800 millones por los subsidios.

Un argumento que suele escucharse es que, al vivir mayormente de los subsidios, las empresas privadas no invierten y no aumentan la calidad del servicio público. Es verdad que estas empresas parasitan la plata del Estado mientras seguimos viajando como ganado al matadero. Pero qué calidad puede mejorar con empresas  que hace años no hacen reformas significativas. Pero tampoco sostener los subsidios puede ser una solución. O estaríamos legitimando el robo de una serie de empresas al Estado.

 

La seguridad

La tragedia de Once desnudó las paupérrimas condiciones de seguridad y el riesgo a los que nos exponemos los trabajadores (o al que nos exponen) al viajar. En realidad no fue uno, sino que fueron tres choques a lo largo de un año en la línea Sarmiento.

La muerte de David Ramallo, trabajador de la línea 60, mientras le realizaba mantenimiento a una unidad, demuestra que no es el Estado el único negligente.

Otro ejemplo a señalar es la presencia de asbesto en la red de subte. Primero se detectó en formaciones compradas para la línea B. Después se denunció su existencia en diferentes puntos de toda la red. El asbesto es un material cuyas fibras, al romperse y ser inhaladas, resultan muy tóxicas y es causa frecuente de cáncer. Su uso en la Argentina está prohibido desde el año 2003.

Un hecho a tener en cuenta es que mientras se compraban los trenes provenientes de China aumentando la Deuda Externa y las formaciones de subte mencionadas anteriormente, cerró la fábrica EMFER, que en algún momento había sido la fabricante de las formaciones de tren. Después de una larga lucha, trabajadores con la capacidad técnica necesaria para producir toda la infraestructura ferrovaria, terminaron trabajando en talleres de las líneas de tren.

 

Eficiencia y privatización

Es sabido lo que significaron los años 90 y las privatizaciones para la red ferroviaria. Las vías que conectaban todo el país quedaron inutilizadas. 

Desde tiempos de la Dictadura Militar se promovió el transporte automotor con la construcción de autopistas. Las consecuencias son visibles a la vista, con la sobresaturación vehicular que existe en Buenos Aires, y en las ciudades más importantes como Rosario o Córdoba. En Argentina hay más de un automóvil cada 3 habitantes. Pero a la vez el vehículo propio resulta impagable para muchísimas familias trabajadoras.

Por otro lado, medios de transporte más eficientes como el subte solamente existen en la capital y su desarrollo se encuentra frenado, con el proyecto de 3 líneas nuevas encajonado hace años.

Todo esto sin hablar de la diferencia de impacto ambiental entre el transporte automotor y el ferroviario (hoy mayormente eléctrico).

 

Podemos viajar mejor 

A continuación presentaremos algunas ideas que creemos, servirían para desarrollar un sistema de transporte acorde a las necesidades de los trabajadores y del pueblo.

En primer lugar creemos que es necesario terminar con el robo de las empresas privadas por medio de los subsidios, por medio del cual las empresas roban y no invierten ni un peso en mejorar el servicio. E incluso tienen el tupé de reclamar más subsidios.

Queremos ver los libros contables de esas empresas que dicen que sus negocios no son rentables. Si realmente es así, los trabajadores nos haremos cargo y sanearemos las cuentas.

Estatizando el sistema de transporte y las industrias afines, reabriendo plantas como EMFER, se podría garantizar transporte de calidad. A su vez, tanto la fabricación como las obras necesarias generarían miles de nuevos puestos de trabajo.

Pero lo fundamental será el control de los trabajadores sobre toda la red de transporte. Que los planes, los desembolsos, las necesidades, las obras y reparaciones sean discutidas y definidas en asambleas en conjunto con los usuarios. Evitando así accidentes como el de Once, compras de formaciones con materiales peligrosos, o estafas y corrupción como en la compra de vagones “chatarra” a España y Portugal durante gobiernos peronista-kirchneristas, nunca en funcionamiento y arrumbados en playas ferroviarias. 

Es mentira que la inversión privada garantiza calidad. Rebeliones recientes en Latinoamérica estallaron a partir de aumentos en el precio del boleto, como en Brasil en 2013 y en Chile en 2019, países dónde existe un modelo más afín al que proponen los paladines del sector privado. Tenemos que seguir esos ejemplos.

Así podremos desarrollar un sistema gratuito en todo el país y de calidad. Una red mayormente ferroviaria y metroviaria (subte) y comenzar a reducir el nivel de impacto ambiental del sistema de transporte.

 

Romper nuestras cadenas

La red ferroviaria de nuestro país alcanzó su punto más alto de desarrollo durante el Gobierno de Juan Domingo Perón. En ese momento, la Argentina se encontraba en un proceso de cortar con la dependencia británica y alcanzó un breve período de independencia económica.

Tenemos muchísimas diferencias con el peronismo. Creemos que podría haber ido muchísimo más lejos. Pero este Gobierno que se dice peronista ni siquiera se anima a hacer una mínima parte de lo que hizo Perón.

La actual suba del boleto en el AMBA responde a la necesidad del Gobierno de reducir el gasto en subsidios para pagarle al FMI.

Hay que dejar de pagar la Deuda Externa ya mismo, cobrar impuestos progresivos a las grandes fortunas, nacionalizar los recursos naturales.

Si no rompemos con los buitres y con las multinacionales, será muy difícil llevar adelante estas medidas que proponemos.

Siguiendo los ejemplos de Chile y de Brasil, así como otros más, es necesario un nuevo argentinazo que de vuelta la tortilla y la manija la tengamos los trabajadores y el pueblo pobre.

De esa manera podremos empezar a viajar con dignidad.