Este es el tercer mes de protestas y movilizaciones masivas generalizadas en Irán. Esta ola de luchas, que ha movilizado masivamente a tres grandes fuerzas sociales (las mujeres, la juventud y las nacionalidades oprimidas), ha puesto en crisis al régimen capitalista islamista. La profundidad de la movilización es mayor que las ocurridas en los últimos 5 años, y también lo es el grado de represión contra ésta. El régimen dictatorial de Jomeini cumple 40 años y hoy una nueva generación se levanta contra él, reclamando su derecho a tener un futuro, donde se garanticen las libertades democráticas y el bienestar social y los derechos económicos.
La LIT-CI apoya activamente el derecho del pueblo iraní a derrocar a su gobierno; a tomar su destino en sus propias manos, libre de cualquier intervención gubernamental extranjera; y a dirigir su revolución hasta el final para asegurar la base material y social de su libertad. Por eso apoyamos y nos solidarizamos con la lucha en curso.
Ante el aumento de la represión del gobierno, los manifestantes cambian de táctica
Hay varios informes de organizaciones internacionales sobre el alcance de la represión del régimen contra los manifestantes. En las zonas kurdas, al menos 80 manifestantes han sido asesinados en el oeste de Irán, y la Agencia de Noticias de Activistas de Derechos Humanos (HRANA), que tiene su sede fuera de Irán, contabiliza un total de 419 muertes.[1] Varios medios informan de que se han detenido a 15.000 manifestantes, de las torturas que se producen en las cárceles, y de que el régimen ya ha proclamado 3 condenas a muerte a activistas bajo el cargo de «moharebeh» (hacer la guerra contra Dios).(…).
Debido a la represión, los manifestantes están cambiando de táctica, pasando de las concentraciones masivas, en las que el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica dispara a la multitud, a las protestas espontáneas tipo “flash mob (…)
Continúa el malestar laboral
Las huelgas continúan en todo el país y van en aumento, con la continua movilización sindical combinada con la resistencia, ahora armada, de los kurdos y las protestas generalizadas de las mujeres y los jóvenes. Los pequeños comerciantes han estado en huelga de forma regular desde el comienzo del movimiento.[5] A finales de noviembre los camioneros se unieron a las protestas y hoy son la vanguardia de la resistencia laboral al régimen. Han hecho huelga en varias ciudades como Isfahán, Bandar Abbas, Qazvin y Kermanshah en apoyo de otras huelgas de trabajadores industriales.[6] Esta última huelga comenzó el 26 de noviembre, cuando los camioneros convocaron un paro de 10 días, asestando un importante golpe al régimen. (…)
La crisis del régimen se agrava
El CGRI funciona como una casta económica que controla sectores clave de la economía, de forma muy similar a los militares en Egipto. Der Spiegel explica que «tiene el control de enormes franjas de la economía: aeropuertos, terminales petroleras, hospitales y universidades«.[8] Esta élite nacional corrupta es hoy universalmente detestada por los trabajadores de Irán, especialmente en el actual contexto de inflación galopante. El gobierno iraní sirve a los intereses de un sistema capitalista de explotación en Irán. (…)
La agudización de la crisis del régimen quedó patente en el Mundial de Qatar, para el que el régimen orquestó una fuerte campaña de comunicación. En primer lugar, a pesar de haberse fotografiado sonrientes con los máximos dirigentes del régimen, los futbolistas del equipo de Irán se negaron a firmar el himno nacional. Esto fue el resultado de una tremenda presión popular contra su manifestación de cualquier forma de apoyo público al régimen asesino. (…)
El camino a seguir
En la actualidad, los manifestantes de Irán no se limitan a expresar sus reivindicaciones en torno a los derechos de las mujeres o las demandas económicas. Las protestas se han unificado en torno a la exigencia del fin del régimen. Para que se produzca un verdadero cambio social, el régimen islámico debe ser derrocado por el pueblo de Irán, y sólo por él. El éxito del actual estallido revolucionario depende de la capacidad de coordinación de la resistencia a nivel nacional, del desarrollo de los métodos de autodefensa de la clase obrera y del surgimiento de una dirección obrera independiente. (…)
El régimen iraní es hoy un aliado de Putin y está proporcionando armas (en particular drones y misiles) para aplastar a la resistencia ucraniana. Una victoria del pueblo iraní contra Raisi y Jomeini, con una rotunda afirmación de los derechos democráticos, especialmente los derechos de las mujeres y de las nacionalidades oprimidas, aislaría aún más a Putin y galvanizaría la resistencia ucraniana.
Como socialistas, nos oponemos a las narrativas transmitidas por las corrientes neo-estalinistas que se alinean con el régimen iraní y caracterizan estas protestas como instigadas por «agentes extranjeros» para desacreditarlas. Estas narrativas sólo fortalecen los regímenes asesinos de Raisi, Assad y Putin que camuflan sus intereses capitalistas y justifican la sangrienta represión del pueblo trabajador bajo una falsa y vacía retórica «antiimperialista».
Creemos que el actual régimen de Irán debe ser sustituido por un gobierno de la clase trabajadora. Sólo un gobierno hecho y dirigido por los trabajadores, los agricultores y las nacionalidades oprimidas podrá poner el control de toda la economía en manos del pueblo trabajador para construir una sociedad libre de explotación, con sanidad y educación gratuitas, y garantizar todos los derechos democráticos, incluido el derecho de sucesión a las minorías oprimidas, y la plena igualdad para las mujeres y las comunidades LGTBQ.
En todo el mundo debemos exigir la liberación inmediata de los más de 15.000 presos políticos y el fin de las sanciones de Estados Unidos y la UE que rebajan el nivel de vida de los iraníes. Debemos unirnos a las protestas y manifestaciones de solidaridad. Los trabajadores de todo el mundo deben proporcionar solidaridad material a los que luchan en Irán, amplificar las voces de los trabajadores que dirigen las luchas y apoyar su lucha contra el régimen sangriento, movilizando a sus sindicatos, organizaciones estudiantiles y comunitarias para que se unan a las acciones y campañas de solidaridad.