DECLARACIÓN | POR UN 8 DE MARZO INTERNACIONALISTA Y DE LUCHA

Otro ocho de marzo se acerca y nosotras, las mujeres trabajadoras saldremos a las calles para empuñar nuestras banderas de lucha con energía y determinación. No nos faltan ejemplos.

No es de hoy que venimos viendo luchas importantes en las que las mujeres juegan un papel destacado, siendo protagonistas o participando activamente, animando a las trabajadoras de todo el mundo a organizarse contra la violencia, la desigualdad y la explotación.

En Ucrania, más de un año después que la guerra empezó, las mujeres continúan desafiando, la tiranía de Putin y la ocupación de su país por el ejército ruso, levantando y empuñando sus armas e impidiendo el avance del enemigo opresor, junto con sus compañeros de resistencia. En Irán, el levantamiento de las mujeres por vida y libertad, desatado contra el régimen de los ayatolás y el gobierno de Raisi, después de la muerte de Mahsa Amini, joven kurda que murió a manos de la “policía moral», expuso toda la sobreexplotación y miseria de las mujeres trabajadoras, encubiertas por dogmas religiosos; señalando como salida la lucha y resistencia del pueblo de este país. En el Reino Unido, varios sindicatos llevaron a cabo la huelga más grande en décadas, con una fuerte presencia femenina. Viendo a todas las mujeres del mundo de hoy, vemos que debemos seguir su ejemplo y rodearlas de solidaridad.

Si en 1917 fueron las trabajadoras rusas quienes aceptaron el reto de convertir el “Día Internacional de la Mujer” en un importante día de protestas y huelgas contra la guerra y el hambre; transformando la fecha en la chispa de la revolución más importante que la clase obrera haya experimentado jamás; cabe a nosotras en este momento como trabajadoras del planeta: impulsar un 8 de marzo internacionalista y de lucha, rescatando la herencia socialista del día de la mujer y los métodos tradicionales de lucha de la clases, para poner fin a la opresión, la violencia y la explotación capitalista y exigir nuestros derechos y libertad. En este proceso debemos contar con el apoyo de los hombres trabajadores, que deben romper con el machismo y ser parte activa de la lucha de las mujeres, reforzando los lazos de solidaridad y unión de la clase.

Las mujeres trabajadoras no vamos a pagar por la crisis capitalista

Las mujeres trabajadoras fuimos las más golpeadas por la crisis capitalista, empeorada por la pandemia. Según las propias agencias internacionales del imperialismo, la desigualdad ha llegado a límites absurdos. Según la OIT y la ONU, 207 millones de personas están actualmente desocupadas y un tercio de la población mundial experimenta inseguridad alimentaria. Las mujeres son las mayores víctimas de la depresión del mercado laboral y el hambre, por cada hombre desempleado hay dos mujeres en esta condición. Nosotras también somos las que más sufrimos por el empleo precario, la informalidad, el trabajo parcial y los bajos salarios. Sin hablar de la desigualdad salarial y la sobrecarga del trabajo en el hogar.

Peor aún para las mujeres no blancas, inmigrantes y LBTI, porque la combinación de machismo y otras formas de opresión como el racismo, la xenofobia y la LGBTIfobia, impone aún más humillación, más pobreza, más desigualdad y más violencia a las mujeres negras, indígenas, inmigrantes, mujeres trans, etc.

Todo este cuadro macabro de desigualdad y pobreza femenina se ha visto exacerbado por la guerra en Ucrania. En América Latina y el Caribe, el aumento de los precios internacionales de los alimentos y los suministros por la guerra, ha afectado especialmente a los más pobres, es decir, a las mujeres. Por otro lado, de los 8 millones de refugiados ucranianos que viven hoy en Europa, el 65% son mujeres.

A eso se suma los abusos, el acoso y los feminicidios, siendo que la desigualdad económica dificulta y en algunos casos hace imposible que las mujeres escapen del ciclo de violencia. Factores como empleo e ingresos, que nos permitan a nosotras y a nuestros hijos sustentarnos si necesitamos abandonar un hogar violento son cruciales para romper el ciclo de violencia.  Lo mismo puede decirse de los planes de ajuste y contrarreformas sociales implementados por los gobiernos de todo el mundo —ya sean de derecha y extrema derecha, pero también de los progresistas y auto declarados de izquierda que gobiernan según los intereses burgueses e imperialistas— a medida que los recortes públicos afectan los programas para combatir la violencia y apoyar a las víctimas, cuyas mujeres pobres son las que más lo necesitan.

Por eso, en este 8 de marzo debemos gritar alto y claro que no pagaremos por la crisis capitalista. Exigimos empleo, salario y derechossalario igual para trabajo igual y socialización del trabajo doméstico (lavanderías y restaurantes públicos, guarderías y escuelas de tiempo completo, etc.), así como medidas concretas para combatir la violencia: campaña educativa, punición a los agresores y asistencia integral a las mujeres víctimas, lo que requiere voluntad política y recursos públicos.

Por el derecho a nuestra autodeterminación: ¡Aborto legal, seguro y gratuito y sin restricciones para todas las mujeres!

Por otro lado, no podemos aceptar la política reaccionaria que criminaliza y/o restringe el aborto y condena a miles de mujeres pobres a arriesgar su salud y su vida en procedimientos inseguros para ejercer su autodeterminación.  La criminalización y/o las restricciones al aborto no impiden que se realice, solo condena a miles de mujeres pobres y personas con capacidad de gestar (mujeres, hombres trans, personas no binarias) a procedimientos inseguros.

La criminalización del aborto es parte del intento de mantener el control de la reproducción de la fuerza de trabajo para la explotación, a través del control de los cuerpos de las mujeres trabajadoras. Pero para garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo al menor costo posible, el capitalismo pone a las mujeres trabajadoras ante una disyuntiva imposible: por un lado, busca controlar y limitar nuestra capacidad reproductiva, y también nuestros cuerpos y el derecho a una sexualidad libre; y por otro se niega a soportar el costo social del trabajo reproductivo,  tanto la reproducción biológica como la social (el cuidado de niños y ancianos, su alimentación, educación, higiene y salud, etc.).  ¡Basta de hipocresía! Así como se necesitan garantías para que ejerzamos la maternidad de manera digna, también debe respetarse y asegurar nuestra elección ser madre o el momento de no serlo, como parte de la lucha por nuestra autodeterminación y de nuestros derechos sexuales y reproductivos. Las mujeres trabajadoras tenemos derecho a decidir sin correr el riesgo de morir. Por eso defendemos el derecho al aborto, seguro y gratuito, sin restricciones.

Tomar las calles en defensa de nuestras banderas de lucha y por el socialismo

Sólo con la movilización mantendremos los derechos conquistados y conquistaremos otros nuevos. En este proceso debemos confiar sólo en nuestras fuerzas y en la clase obrera. Para esto debemos mantener nuestra independencia política y de clase, porque las mujeres burguesas, aún que puedan ponerse en marcha en la lucha contra la opresión, no tienen el interés de poner fin a sus privilegios de clase. Por lo tanto, si es necesario golpear juntos contra el machismo, necesitamos marchar por separado, ya que nuestra lucha estratégica es contra este sistema de explotación y opresión, que fomenta y reproduce todas las opresiones y es responsable de todas las desigualdades.

El 8 de marzo, invitamos a las mujeres trabajadoras a salir a las calles y luchar por nuestros derechos. Al mismo tiempo, llamamos a que conozcan y fortalezcan LIT-CI, entendiendo que la lucha inmediata contra el machismo y por derechos debe ser parte de la batalla estratégica por el socialismo, porque solo con el fin del capitalismo podemos liberar verdaderamente a las mujeres trabajadoras.

¡Viva la lucha de las mujeres! ¡Viva el socialismo!

LIT-CI, 8 de marzo de 2023