El jueves nos despertamos con la amarga noticia de que Iorio, líder de la banda de heavy metal Almafuerte, se encontró con el filonazi de Biondini. Aunque no nos sorprenda, el hecho no deja de ser doloroso para muchos de los que nos hemos sentido identificados con las letras que Iorio compuso a lo largo de sus 35 años de carrera.
Los medios de comunicación que hasta ayer le daban cámara y decían que Iorio era un tipo que decía lo que parte de la sociedad pensaba, hoy se llenan la boca diciendo que el heavy metal es nazi y una sarta de barbaridades mas.
Hoy entre los seguidores de Iorio y del heavy metal se discute si este encuentro es la gota que rebalsó el vaso o si que hay que diferenciar la obra del artista.
Iorio: el enemigo que no queríamos ver
Podríamos usar muchas líneas de composiciones de Iorio en las cuales nos sentimos (y nos sentiremos) reflejados, pero es mejor hablar de sus derrapes. En los comienzos del nuevo milenio Iorio, en el disco Piedra Libre, hizo una reivindicación del carapintada Seineldin en el tema “Cumpliendo mi destino”, a lo cual se suma una nota en la revista Rolling Stone con posiciones absolutamente antisemitas. En ese momento preferimos hacer una reivindicación de “Sirva otra vuelta pulpero” antes de cuestionar lo dicho.
Luego comenzó todo un período de exposición en los medios masivos donde largó todo su arsenal homofóbico, machista, xenófobo y fascista. La pregunta que se abre es la siguiente: ¿Iorio representa el pensamiento del heavy metal? Definitivamente no. Un tipo que hace un homenaje al secretario general de la UATRE, Momo Venegas (que supo tener un 80% de los trabajadores rurales en negro), no nos puede representar. Un tipo que de haber estado hace una semana en Charlottesville (EE. UU.) seguramente hubiera apoyado la supremacía blanca, mientras que los metaleros estuvieron en la vereda de enfrente combatiendo a los nazis, no puede ser el vocero de nuestro movimiento.
El heavy metal tiene sus orígenes y sus mártires
El heavy metal nace, no solo como género sino también como sonido, en la zona industrial inglesa de Birmingham replicando los ruidos de las máquinas, como alguna vez ya lo dijo Tommy Iommi, guitarrista de la primer banda heavy metal Black Sabbath. La versión argentina lejos de ser diferente se profundiza hasta el presente.
En la Argentina, en oposición al pensamiento de Iorio, el heavy metal es escuchado y tocado por los sectores obreros, inmigrantes y por los más golpeados por este sistema. No es casualidad que bandas referentes del género salgan de las puebladas obreras del conurbano bonaerense, como Horcas en la zona de San Justo o Tren Loco en Grand Bourg.
Mucho menos es casual que los mártires del heavy metal hayan sido asesinados en protestas sociales por los uniformados que tanto reinvidica Iorio hoy, como el el caso de Petete Almirón asesinado el 20 de diciembre del 2001 al grito del “que se vayan todos” o Darío Santillán el 26 de junio del 2002 en el Puente Pueyrredon.
Iorio no nos representa
Como dijo el anarquista Durruti “al fascismo no se le discute, se le destruye”. Por eso, es hora de destruir a este falso vocero del heavy metal, es hora eliminar la propiedad intelectual sobre las canciones de este facho y expropiarle las canciones que nos identifican a los laburantes y jóvenes. Ya no hay márgenes para justificar la obra de Iorio por encima de sus declaraciones. Las “brigadas metálicas” tienen que hacerle saber a todos que nuestro “Pibe Tigre” se llama Darío Santillán, que nuestro “Gil trabajador” es Petete Almirón y que nuestro “sentir indiano” son los mapuches que enfrentan a la gendarmería, que hizo desaparecer a Santiago Maldonado. Debemos apropiarnos de nuestra bandera del heavy metal y no regalársela al fascismo.
Justamente por eso, todos aquellos que una vez supimos disfrutar las letras de Iorio, hoy debemos salir a luchar junto a los trabajadores contra el ajuste del gobierno y los patrones. Mas que nunca sigue vigente aquello de que “el descontento del joven trabajador será su perdición”.