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Del bello deporte ya no queda nada

La semana pasada, toda la sociedad repudió y se escandalizó con la muerte de Emanuel Balbo, que fue literalmente arrojado desde la tribuna del  M.A. Kempes huyendo de los golpes que los propios barras de Belgrano que lo señalaban como hincha de Talleres infiltrado, en el clásico cordobés.  Luego de caer y estando inconsciente en el piso, hasta tuvieron el tupe de robarle las zapatillas. Y es que este verdadero acto de cobardes, de bárbaros solo puede entrar en un contexto donde hace rato que la belleza de un deporte con el que millones disfrutamos y nos apasionamos ha quedado enterrado por un sistema que lo único que busca y le interesa es el negocio y el lucro. 

Hablar de Emanuel es hablar de Marcelo Cejas, hincha de Tigre asesinado por un piedrazo en la cabeza a la salida del estadio de Nueva Chicago durante la Promoción del 2007, o de Javier Jerez, también asesinado por la policía en el ingreso al estadio Ciudad de la Plata allá por el 2013, solo por nombrar dos de los muchos casos donde hinchas fueron a ver su equipo a un estadio de fútbol y terminaron perdiendo la vida.
En el mundo del fútbol, dentro de este sistema capitalista podrido y sin escrúpulos, los barras bravas son literalmente los parásitos más decadentes que hay. Disfrazados de supuestos hinchas, se llevan enormes cifras de dinero no solo directamente de los clubes sino de los negocios que hacen a través de ellos, pero no conformes con esto, buscan ampliar sus negocios siendo tropa de choque de los gobiernos para reprimir las luchas como con los docentes porteños en el 2014, o directamente asesinando al servicio de las patronales y la burocracia sindical, como con nuestro compañero Mariano Ferreyra, asesinado por Cristian Favale, barra de San Telmo.

Queremos recuperar el deporte

Todos los que realmente sentimos pasión y un placer desnaturalizado por nuestros clubes, morimos por verlos, sufrimos ante las malas rachas, somos capaces de viajar largos kilómetros, seguirlos a donde sea, de hacer un esfuerzo extra para pagar una entrada y tantas otras cosas, nos enojamos con quien a veces nos baja a la realidad, “es solo un juego” nos dicen, y pensamos “esté no entiende por qué no lo siente”, cuando en concreto nos están mostrando eso que el capitalismo usa para poder sacar sus ganancias millonarias, apoyándose en todos esos sentimientos tan genuinos y sinceros, pero que nos llevan a elevar un deporte, un “juego” a un lugar donde no tiene cabida.
Es por eso que para recuperar lo bello que nos genera la pelota, para que los clubes sean lugares de esparcimiento, de desarrollo deportivo e intercambio social, donde los trabajadores y los sectores populares encuentren acceso, tenemos que liberarlo de todos los negociados y la explotación con la que cada vez se llevan eso bello que tiene cuando la pelota empieza a rodar. Ninguna Superliga o privatización va ayudar a sacar de la crisis a nuestros equipos, solo va a darle más ganancias a un sector reducido.
Pero además tenemos que exigir justicia por todos los asesinados en una cancha de fútbol, que paguen todos los responsables, barras, fuerzas policiales, dirigentes y el gobierno, que son quienes deben garantizar que podamos ir a un estadio de futbol o cualquier evento de diversión y esparcimiento y no perder la vida.