Dedicamos esta fecha a nuestra camarada Carolina Garzón, dirigente estudiantil y joven militante socialista del PST de Colombia, y de la LIT-CI, desaparecida hace tres años en la República del Ecuador. A pesar de la intensa campaña por encontrarla, aún no sabemos de su paradero. A la compañera Sandra Fernándes, también militante socialista del PSTU-B y su pequeño hijo Icau, asesinados hace un año, víctimas de la violencia machista.
A las mujeres kurdas, quienes organizadas en milicias femeninas, contribuyeron de manera definitiva en la derrota del ejército del autodenominado estado islámico –EI– en la población siria de Kobane.
A las miles de activistas estudiantiles, trabajadoras y maestras que protagonizaron durante varios meses en México las protestas contra la desaparición y el asesinato de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, estado de Guerrero, y que terminaron desenmascarando al gobierno de Peña Nieto y al Estado mexicano por su connivencia con las mafias de traficantes.
A las trabajadoras europeas que con las griegas a la cabeza y en conjunto con los trabajadores han venido desarrollando una lucha sin tregua contra los durísimos planes de austeridad impuestos por el capital imperialista encabezado por una mujer: Angela Merkel, canciller de Alemania.
A las mujeres y al pueblo turcos, que acaban de manifestarse con movilizaciones en diversos puntos del país, exigiendo al gobierno de Erdogan, poner punto final a la violencia machista, tras el asesinato de la joven de 20 años, Ozgecan Aslam, quien fuera apuñalada y golpeada hasta la muerte por resistirse a un intento de violación.
La opresión: una realidad contundente
Hace apenas unos años, desde los organismos internacionales y los gobiernos capitalistas, los empresarios, las instituciones académicas, los ministerios de educación y cultura, etc., nos decían que la “opresión de la mujer” era cosa del pasado, que el triunfo del capitalismo sobre el socialismo traería ríos de leche y miel. Hasta una famosa escritora latinoamericana decía que la única revolución victoriosa del siglo XX había sido la de la mujer. Efectivamente las mujeres en el siglo pasado, gracias a importantes luchas lograron avanzar en sus derechos democráticos, sin embargo, hoy tienen que reconocer que la “discriminación” hacia la mujer existe y ¡de qué forma!
No pueden ocultar el crecimiento exponencial de la violencia bajo sus formas más repugnantes hacia las mujeres, al punto que la propia ONU, organismo de las burguesías imperialistas, la tuvo que declarar como una verdadera pandemia mundial. No pueden esconder que 70% de los más pobres del mundo son mujeres, no pueden desconocer que 30% de los embarazos anuales son no deseados y que solo en América Latina, el aborto inseguro es responsable del 17% de las muertes maternas, la mayoría jóvenes adolescentes y pobres.
No pueden tapar la existencia de la desigualdad salarial, de la que no escapa ni siquiera la meca del cine. La actriz norteamericana Patricia Arquette, ganadora del Óscar como mejor actriz secundaria, dijo en su discurso de premiación: “ya es hora de que tengamos de una vez por todas el mismo salario (que los hombres) y los mismos derechos para las mujeres en Estados Unidos de América”.La realidad en el resto del mundo es aún peor. Si esto lo dice una burguesa norteamericana que gana 35 millones de dólares (menos de la mitad de lo que recibió el ganador del Óscar) que dirán los millones de trabajadoras que tienen que sobrevivir con un salario menor al mínimo en los países del “tercer mundo”.
No pueden encubrir el hecho de que las mujeres trabajadoras están sometidas a la doble jornada. Ocho o más horas de trabajo productivo diario y por lo menos 4 horas más de trabajo doméstico, camuflado por lo que ahora los organismos patronales han dado en llamar “la economía del Cuidado”. Este trabajo no remunerado y realizado por las mujeres representa cifras enormes con relación al Producto Interno Bruto- PIB. En México equivalía en 2009 a 22,6%, en Uruguay a 30,6%, en Colombia a 17,2%, solo para citar tres ejemplos de países de América Latina.
No pueden negar que las guerras e invasiones promovidas por la propia ONU, la OTAN, los ejércitos imperialistas y las fuerzas de seguridad, por más que se oculten detrás de la máscara de “acciones humanitarias”, encuentran en las mujeres sus víctimas privilegiadas, convirtiendo su cuerpo en trofeo de guerra, en mecanismo de sometimiento, en obligación al desplazamiento, y en esclavización, como está ocurriendo en Medio Oriente, Ucrania y África.
No pueden desconocer que la inmensa mayoría de la mano de obra femenina está empleada en el sector de servicios, salud, educación, trabajo social, restaurantes y limpieza, todos asociados a los “roles” que tradicionalmente han sido designados a la mujer como extensión de su papel de madre y cuidadora y que, por ejemplo, en la Unión Europea representan 69,2% del total de los trabajadores en el sector público, y apenas 38% del empleo total. El avance de la mujer en trabajos en la industria diferente de la textil, la electrónica o la alimenticia está muy lejos de cerrar la brecha entre hombres y mujeres.
No pueden encubrir el hecho–por más discursos que pronuncien sobre las bondades de la democracia y la inclusión (burguesa por supuesto) –de que otros sectores como los negros, los inmigrantes, las diversidades sexuales, siguen siendo víctimas del racismo, la xenofobia y la homofobia. Para la muestra recordemos las protestas del año pasado en Ferguson, EE.UU., contra la violencia policial racista. Las políticas de la UE contra los inmigrantes y la islamofobia impulsada por gobiernos y grupos de ultraderecha en Estados Unidos y Europa. O la negativa a aceptar el matrimonio y la adopción por parte de parejas homoparentales.
Para compensar esta realidad incontestable, el capitalismo se ufana del avance de las mujeres en la política y nos muestra como símbolos del empoderamiento a Angela Merkel, a las presidentes Cristina Kirchner, Michelle Bachelet, Dilma Rousseff, a ministras y empresarias exitosas. De vez en cuando entregan un premio a alguna mujer de los sectores populares que, gracias a su tremendo esfuerzo, y con las políticas oficiales de emprendimiento, logró crear una pequeña microempresa. Decimos con voz fuerte: ¡ellas no nos representan! Son mujeres burguesas, que aplican los planes de austeridad contra el pueblo trabajador. Ellas no sufren la doble jornada porque pagan a un ejército de mujeres para atender el trabajo doméstico. Ellas no sufren las consecuencias del aborto ilegal porque contratan médicos y clínicas privadas. Ellas no sufren la violencia cotidiana porque contratan guardaespaldas que las cuidan.
La mayoría de los grupos feministas sostiene también que las mujeres de todas las clases debemos unirnos en una hermandad. No estamos de acuerdo. Con las mujeres burguesas solo podemos hacer unidad de acción frente a una u otra exigencia democrática, pero nada más. La lucha de clases nos coloca de manera cotidiana en lugares opuestos de la barricada, o acaso ¿será posible que las trabajadoras griegas se tomen de la mano con Ángela Merkel?
La realidad es que el capitalismo, en lugar de traer ríos de leche y miel, está profundizando y utilizando la discriminación, la opresión de sectores inmensos de la sociedad para descargar sobre los hombros de la clase trabajadora cada vez más sufrimiento y explotación, para recuperarse de la profunda crisis que lo atraviesa en todos los terrenos.Se han reactivado, bajo formas nuevas, todas las ideologías religiosas, culturales y morales que fueron sustento y legitimación de su poder, y que los trabajadores con su lucha y movilización hicieron retroceder durante periodos importantes del siglo XX. Hoy las conquistas democráticas logradas, como el derecho al aborto libre y gratuito,están siendo severamente recortadas desde los Estados Unidos, pasando por Europa y América Latina.
Hoy en Europa, así como en los años noventa en América Latina, se están ejecutando duros planes de austeridad que arrasan con derechos alcanzados por la clase obrera en su conjunto, y por las trabajadoras en el terreno de las libertades democráticas y sociales, específicas de la mujer. La ideología machista es utilizada para dividir a la clase obrera y a los trabajadores, como justificativo del desempleo, los despidos y los recortes presupuestales en los derechos sociales.
Austeridad: sinónimo de guerra social
Ningún país del mundo capitalista ha escapado a los planes de austeridad. En algunos se han aplicado de manera más profunda, en otros más lentamente. El capital imperialista a través de sus organismos multilaterales FMI, TROIKA, OCDE, se ha dado toda una política para recuperarse de la crisis económica abierta en 2007, produciendo verdaderas catástrofes sociales como en Haití y Grecia.
Los trabajadores de EE.UU y de la Europa desarrollada no podían creer que pudiesen ser víctimas de los planes aplicados en las semicolonias de América Latina, Asia y África.
Un informe reciente de Lobby Europeo de Mujeres (EWL) sobre el impacto de las políticas de austeridad con relación a los derechos de las mujeres plantea: “… las políticas de austeridad en Europa, debilitan los derechos de las mujeres, perpetúan las desigualdades de género existentes, crean otras nuevas y dificultan las perspectivas de desarrollo económico…”.
Y es que los recortes drásticos en el gasto público han provocado el despido de trabajadores del sector en donde las mujeres son cerca de 70%. Han llevado al recorte en gastos sociales que golpean los servicios de salud y educación. Han reducido los derechos que amparan la maternidad como las licencias y permisos remunerados, recortado los subsidios por hijo, disminuido los derechos de pensión, eliminado programas de apoyo al cuidado de niños y adultos mayores, y aumentado las cargas impositivas a través del IVA. Las mujeres que consiguen de nuevo un trabajo son contratadas por horas o a medio tiempo, con salarios más precarios y sin derecho a prestaciones sociales.
Luchar unidos, combatiendo las ideologías burguesas
En España, el año pasado miles de trabajadores, con las mujeres a la vanguardia, en las calles, lograron un gran triunfo. Derrotaron la propuesta del gobierno y su ministro Gallardón, de recorte al derecho de aborto. No solo se hundió la ley sino que el ministro tuvo que dimitirse. Este es el camino, los derechos democráticos de las mujeres no son solo un asunto de mujeres. Es necesario que la clase obrera asuma las banderas no solo contra la explotación y los planes de austeridad sino las de la lucha contra todo tipo de opresión capitalista. Es menester que la clase obrera y sus organizaciones pongan en práctica un programa que unifique a la clase y todos sus sectores. Las ideologías como el machismo, la xenofobia, la homofobia y el racismo son prejuicios que la burguesía implanta en la sociedad porque le son funcionales a la explotación económica y la opresión política. Son ideologías nefastas que dividen y enfrentan a los trabajadores, impidiéndoles luchar por sus intereses comunes contra la explotación capitalista, impidiéndoles su reconocimiento como clase.
Las mujeres son la mitad de la clase obrera y en sectores de trabajadores de los servicios como la educación y la salud llegan a cifras cercanas a 70%. La desigualdad salarial se expresa aquí como desigualdad del conjunto de trabajadores de la rama, sirviendo así como presión a la baja general de salarios.
Los sindicatos deben incluir las reivindicaciones del proletariado femenino, como la igualdad salarial, guarderías, derecho a las pensiones, programas de atención al menor y al adulto mayor, protección a la maternidad y el cuidado de los hijos compartido, comedores populares, socialización del trabajo doméstico, derecho a decidir sobre su maternidad, derecho al aborto libre y gratuito, derecho de adopción por parte de las parejas homoparentales.
Es preciso luchar porque en los sindicatos y en las organizaciones obreras las mujeres puedan acceder a su dirección, facilitándoles todas las herramientas necesarias para lograrlo. Es necesario dar una batalla contra el machismo y todas sus expresiones, contra la violencia doméstica y social, contra el concepto de la mujer como objeto sexual.
Luchamos por el socialismo
El sistema capitalista solo nos ofrece a los trabajadores, crisis y guerras, explotación y opresión. Muestra su verdadero rostro y confirma que las propuestas de “humanizar el capital” o lograr mejoras permanentes sin un cambio de raíz, que levantan la “democracia radical” o el falso socialismo castrochavista, son a lo sumo ilusiones efímeras.
Nosotras, mujeres socialistas, queremos ¡revolución! Queremos luchar junto a nuestros hermanos de clase de todo el mundo, más allá de las barreras raciales, más allá de las barreras lingüísticas, más allá de las fronteras nacionales, para transformar el mundo. Toda conquista, todo avance parcial logrado por las mujeres, por la clase obrera, por los sectores marginados, al día siguiente está en peligro. No hay nada duradero para los trabajadores. La lógica explotadora del capitalismo está poniendo en peligro hasta nuestro planeta.
Queremos luchar por dejar a las generaciones venideras un mundo mejor. Luchamos por una sociedad sin explotadores ni explotados, sin opresores ni oprimidos, por una sociedad socialista, pero no la del socialismo burocrático y totalitario que construyó el estalinismo y que deformó las gigantescas conquistas alcanzadas en los primeros años de la Revolución de Octubre de 1917, la que le otorgó a la mujer derechos que ni el estado capitalista más avanzado ha sido capaz de dar. Tampoco queremos como estrategia el programa de “reformas al capitalismo” que hoy pregonan la mayoría de las organizaciones de izquierda. Luchamos por reformas, sí, por derechos democráticos, por libertades, pero nuestro camino es el socialismo. Ese es nuestro grito de combate en este día internacional de la mujer trabajadora, y ese es nuestro llamado a hombres y mujeres obreros, trabajadores y oprimidos. Luchemos por construir el partido mundial de la revolución para poder hacer realidad esta meta.
¡ Viva el día internacional de la mujer trabajadora!