Dilma Rousseff (PT) venció las elecciones con 51,64% de los votos contra 48,36% de Aécio Neves (PSDB).
El recuento del segundo turno cerró con 25,73% de votos nulos, blancos y abstenciones. La elección que terminó este domingo 16 de octubre, fue la más polarizada del país desde 1989.
Lo que hizo esta elección tan diferente fue el enorme deseo de cambio que, desde junio de 2013, late cada vez más fuerte entre los trabajadores, la juventud y los sectores populares.
Ese deseo se manifestó de manera bastante distorsionada en las elecciones, pues muchos votaron a Aécio (y antes a Marina [Silva]) creyendo en las mentiras que el tucano decía, o simplemente por la voluntad de dar un voto castigo al PT. Muchos otros votaron al PT para impedir un mal mayor, la “vuelta de la derecha”, o por miedo a que las cosas pudieran empeorar.
¿Gobernar para quién?
Después del recuento de los votos, los discursos de Aécio y de Dilma repetían las palabras “conciliación” para superar una “división del país”. El PSDB y la prensa reclamaban unión, en la práctica llamando al PT a gobernar en acuerdo con ellos.
En el acto de la victoria, Dilma comenzó agradeciendo a los partidos de su coalición (recordemos que sus alianzas van desde el PMDB de Renan Calheiros, pasando por el PP de Paulo Maluf hasta Collor de Melo, hoy en el PTB). Luego, enseguida, habló de construir puentes y una vez más extendió las manos a los banqueros y empresarios, hablando de diálogo con todos, como si eso no fuese la repetición de los doce años de gobierno del PT. ¿Qué cambio hay en eso?
La clase trabajadora y la juventud quieren la reducción de la jornada sin reducción de salarios; aumento real y sustantivo de los salarios; educación, salud y transporte público de calidad; el fin de la Reforma Previsional; el fin de la especulación inmobiliaria, de alquileres “por la hora de la muerte”1 y de falta de vivienda digna; la reforma agraria; la desmilitarización de las Policías Militares (PM’s) y el fin de la represión y criminalización de los movimientos sociales.
Nada de eso es posible de ser garantizado sin enfrentar a banqueros y grandes empresarios; sin suspender el pago de la deuda a los bancos, impedir los despidos y garantizar la estabilidad en el empleo, expropiar el agro-negocio y el latifundio, impedir la remesa de lucros de las multinacionales hacia el exterior, reestatizar las estatales privatizadas y estatizar el sistema financiero.
País dividido, pero entre patrones y trabajadores
La verdadera división existente en el Brasil no es entre el Nordeste y el Sudeste, o entre San Pablo y el Nordeste, sino sí entre aquellos que trabajan, la mayoría del pueblo, de un lado, y los banqueros, contratistas y grandes empresarios que dominan el Brasil, del otro.
Aécio y Dilma esconden esta verdadera división. Aécio representa a estos últimos y gobernaría para ellos si hubiera ganado. Pero Dilma y el PT también gobiernan en acuerdo con ellos y aplican una política económica que tiene como compromiso número uno mantener y ampliar las ganancias de esa gente.
Es por eso que los cambios para el pueblo fueron pequeños en estos doce años de gobierno, porque un puñado de capitalistas es beneficiado y se enriquece todos los días con nuestra explotación. Una parte de la clase obrera de San Pablo, que fundó el PT, está desilusionada y en ruptura con él. En estas elecciones, el Partido de los Trabajadores, además de ganar por poco, perdió en regiones claves como el ABC paulista, su cuna y antiguo bastión. En San Bernardo, el candidato “tucano” ganó 55% contra 44%, en Santo André la diferencia fue aún mayor, 63% a 36%.
Muchos todavía votaron al PT, aún no apoyándolo, para impedir una victoria del PSDB, pero una parte grande y significativa votó por Aécio o votó nulo, o simplemente no votó. Basta ver la votación de Dilma, que disminuyó mucho en relación con las últimas elecciones. En 2010, la entonces casi desconocida sucesora de Lula vencía a José Serra [PSDB] con 56% de los votos contra 43,9%, en una diferencia que daba más de doce millones de votos, casi cuatro veces más que la ventaja que le garantizó la reelección ahora.
Estos trabajadores que acabaron no votando a Dilma y escogieron a Aécio no apoyan el programa neoliberal del PSDB; ellos simplemente quieren cambios y están hartos del PT.
Ataques
Ahora está llegando una crisis y los capitalistas, además de no querer cambios en favor del pueblo, van a querer aumentar nuestra explotación, quitar derechos para dar más dinero para los bancos y también tornar nuestra mano de obra aún más barata, más precarizada y flexible para que los empresarios rebajen más nuestros salarios y puedan producir más pagando menos.
Y este gobierno, con el apoyo del PSDB y de Aécio, va a atacar nuestro nivel de vida en nombre de la “patria”, para garantizar las ganancias indecentes de los banqueros, las contratistas y las multinacionales. Viene por ahí el aumento de tarifas, los despidos en la industria están corriendo sueltos, y nadie oyó ningún anuncio de cambio concreto que nos favorezca.
El PSTU defendió el voto nulo en el segundo turno porque pensamos que solamente ese gesto político podría preparar y fortalecer la lucha de los trabajadores, ganase uno u otro.
Ahora, electa Dilma, nosotros del PSTU, decimos que somos oposición y rehacemos el llamado a organizar la lucha. Precisamos preparar las luchas contra el Gobierno Federal y de los Estados (y también contra la patronal) por los cambios que queremos y para impedir cualquier retroceso o ataque a nuestras condiciones de vida. San Pablo mismo ya comienza a organizar la lucha contra la falta de agua.
En las luchas, la otra gran tarea de la clase trabajadora es construir una alternativa política propia, independiente de la burguesía, que pueda unir verdaderamente a todos los trabajadores, la juventud, el pueblo pobre y oprimido de este país contra los ricos de verdad, los banqueros, empresarios y estos partidos patronales, de derecha y de oligarcas con los cuales el PT gobierna.
Los pobres y los trabajadores no son sólo los 51,64% que votaron a Dilma; son la enorme mayoría del Brasil. El problema es que el PT está aliado con una parte del 1% verdaderamente rico y gobierna para ellos.
No hay como derrotar a ese 1% sin que los trabajadores se organicen y luchen de manera independiente de los patrones. Y no hay otra manera de hacerlo que enfrentándose con los gobiernos de los Estados y con el Gobierno Federal.
El gobierno del PT, de compromiso y alianza con los banqueros, con el agro-negocio, con las multinacionales, con el empresariado, con Maluf, Collor, Kátia Abreu y un largo etcétera, con la represión a las luchas y a los luchadores, no hará los cambios que necesitamos.
Aquellos sectores que siguen alentando, después de doce años de gobiernos del PT, que este gobierno reelecto está en disputa y puede “ir hacia la izquierda” desarman a la clase trabajadora y hacen el juego a la derecha y a la patronal. La clase trabajadora precisa retomar la vanguardia de las luchas y el camino de la independencia de clase, y eso se reconstruye enfrentando la verdad y no sembrando ilusiones.
¡Vamos a la lucha! Los cambios vendrán de las calles, de las huelgas, de la movilización y la organización de la clase trabajadora, de la juventud y de la mayoría del pueblo pobre de este país.
Traducción: Natalia Estrada.
Notas:
1 “Por la hora de la muerte” es una expresión genérica y popular utilizada comúnmente para señalar que los productos o servicios tienen precios exorbitantes. Sería como decir: “precios de morir”, precios por las nubes”.