Con un festejo que, a los ojos de la crisis actual, no deja de parecer exagerado, finalmente Sergio Massa, que era Presidente de la Cámara de Diputados, asumió como ministro de Economía con super poderes, con medidas que, se las mire por donde se las mire, implican ajuste para el pueblo trabajador.
Luego de meses y meses de una disputa pública en el seno del Frente de Todos (FDT) que tuvo momentos de máxima tensión, la asunción de Massa y las medidas planteadas aparecen como prenda de unidad de lo que algunos llegan a mencionar como un relanzamiento del espacio gobernante que le daría esperanzas de cara al 2023. Esa “unidad” de los muchachos (y muchachas) peronistas, que por momentos pareció una utopía imposible, es sin duda lo que festeja la inmensa mayoría de la alianza de Gobierno.
¿Cambio de rumbo?
La disputa de estos últimos meses supuestamente, tenía que ver con el rumbo económico que se debía tomar y el nivel de ajuste a implementar. En este esquema, Cristina en representación del sector K del FDT, se identificaba como el sector menos condescendiente con el FMI y más proclive a medidas en favor del pueblo trabajador, mientras que Guzmán, era el sector más pro mercado.
Pero finalmente la prenda de “unidad” no implico ni un perfil mas duro con el FMI, ni medidas más progresivas, ¡Al contrario! Todos se enfilaron atrás de un plan de ajuste a fondo con el FMI y aún mayor del que anunció la provisoria y circunstancial Ministra de Economía anterior, Silvina Batakis, hace pocas semanas.
El kirchnerismo para justificar que ahora defiende un tarifazo peor que el que pretendía Guzmán (porque contemplará cualitativamente a muchos más usuarios), se ampara en que se evitó la devaluación y se anunciaron algunos posibles ingresos miserables y extras para jubilados/as y trabajadores/as formales. Pero lo cierto es que Cristina ya venía hablando en el sentido de muchas de estas medidas en sus discursos, mezclado con criticas picantes y relato épico. Basta recordar lo planteado sobre los movimientos sociales y la correspondencia que eso tiene con los anuncios de Massa al respecto.
Entonces, más que cambio de rumbo, como muchos quieren hacer aparecer, lo que hay es una intensificación y aceleración del rumbo marcado por el acuerdo con el FMI. Otra cosa no era posible en el capitalismo argentino y era de esperar de un personaje conocido por sus relaciones con la Embajada de EE. UU y “los mercados” como lo es el nuevo superministro.
Gusto a poco
Aun así, el sector patronal representado políticamente en Juntos por el Cambio (JxC), se mostró disconforme con las medidas anunciadas. Es que la voracidad empresarial en medio de una crisis que a nivel internacional se ve con una perspectiva aún más compleja, no tiene límite, y viendo como el Gobierno tendió a conceder permanentemente apuestan al todo.
El dólar soja, que fue un premio a la especulación, volvió a dar la pauta de que cuanto más se endurecen, más pueden ganar.
Para los más pobres, nada
Las medidas antiobreras y populares son tales que el sector a “izquierda” del FDT, el de Grabois, plantea que definirán si siguen al interior de la alianza o no. Principalmente porque el pedido de Salario Básico Universal, que se suponía el kirchnerismo apoyaba, fue descartado y ni siquiera se anunció una medida para los sectores de trabajadores informales, precarios, etc. que representan como mínimo al 40% de los trabajadores.
Lo único que se anunció es el “control de los planes sociales”, como si fueran la razón del déficit fiscal y no los millones que se van en subsidios a las patronales o al pago de la Deuda Externa.
La decepción que Grabois mostró y la medida que quizás, solo quizás, tomaría su Frente Patria Grande, no deja de resultar como mínimo tardía luego de 3 años de un Gobierno del que formaron parte donde la pobreza y dependencia del FMI no cesaron de crecer.
Mantener a los aliados fundamentales
Es evidente que para las insignificantes medidas respecto del ingreso del pueblo trabajador que el Gobierno va a tomar, no priorizó a los movimientos sociales y sí, “tirarle un hueso pelado” a las direcciones sindicales y a los jubilados.
Son bien conscientes que con los ataques al salario que venimos sufriendo los trabajadores y la quietud absoluta de las direcciones sindicales que les era muy difícil de sostener, y por eso llamaron a la movilización de 17 de agosto. Y garantizar la “paz social” es una necesidad fundamental para que el plan de ajuste pueda avanzar y en ese sentido las direcciones sindicales son sus aliados fundamentales: así lo vienen demostrando en todos estos años.
Ahora, la marcha convocada por la CGT y CTA, que por ahora se sostiene, tendrá un carácter contra los especuladores, sin mencionar ni un ápice al Gobierno, más que para apoyarlo.
La perspectiva
¿Se habrá cerrado la época de disputas internas? ¿Lograrán avanzar con la totalidad de su plan? En un mundo con tal grado de incertidumbre es difícil ver el final. Sí, es cierto, que la perspectiva económica mundial es cada vez más compleja y eso sin duda afecta y determina la nacional. A pesar de los festejos, en términos económicos no la tienen fácil, pero tampoco imposible si logran mantener la paz social.
Frenar este ajuste solo puede venir de la mano del pueblo trabajador movilizado, y para lograr eso es necesario romper los muros de contención que hoy son las direcciones y estructuras sindicales y sociales, que vienen dejando pasar todos y cada uno de los ataques y organizarnos desde cada lugar de trabajo o barrio para pasarlos por encima. Apoyar y unir las peleas que están en curso, organizar la bronca que se empiece a gestar, en la perspectiva de imponer una huelga general y un nuevo argentinazo, que por fin, dé vuelta la tortilla e imponga un plan de emergencia obrero y popular.