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El cerco criminal en Alepo y la trampa mortal de Ginebra

El ejército de la dictadura siria, con cobertura aérea de Rusia, lanzó una ofensiva para recuperar la ciudad de Alepo, la segunda más importante del país.

Desde 2012, Alepo está dividida en “zonas de influencia” entre las tropas de Al-Assad, las fuerzas rebeldes y, hace año y medio, tropas del Estado Islámico (EI). El combate entre estas fuerzas es palmo a palmo, casa por casa. Las tropas antidictatoriales, no obstante, deben luchar en dos frentes: de un lado, contra el eje Assad-Rusia-Hezbolá-Irán; de otro, contra las hordas del EI.
En los últimos días, aviones rusos realizan intensos bombardeos con la finalidad de despejar el camino a las tropas leales a Al-Assad y milicianos de Hezbolá. Las fuerzas contrarrevolucionarias se han apoderado de la principal carretera que enlaza la frontera de Turquía con los distritos de Alepo que siguen en manos de la oposición.
El avance dictatorial pretende cerrar un cerco en Alepo, de la misma forma que aprisiona a otras localidades donde cientos han muerto de inanición. Se calcula que más o menos cuatro millones de personas se encuentran atrapadas por el ejército sirio. Esta perspectiva, además de los intensos bombardeos, provocó la huida masiva de miles de familias sirias en dirección a la frontera con Turquía, hecho que ciertamente profundizará el dramático problema de los refugiados.

El engaño de Ginebra

El avance de las tropas dictatoriales se da en momentos en que comenzaba una nueva farsa diplomática en Ginebra, donde por tercera vez la ONU intenta reunir a representantes de Al-Assad y de los opositores para intentar una “salida negociada” a la guerra civil. El plan de negociación es conocido: consiste, básicamente, en lograr un alto el fuego para poder encarar después la formación de un “gobierno de unidad nacional” y la convocatoria a elecciones en 2017.
Los imperialismos estadounidense y europeo combinan los bombardeos contra el EI con la promoción de esta política, pero sin siquiera plantear, como hacían anteriormente, la salida previa de Al-Assad del poder.
Pero Ginebra una vez más nació muerta. El régimen sirio desconoció y tachó de “terroristas” a los “representantes” de la oposición, que a su vez habían excluido a un amplio sector de milicias que combaten sobre el terreno y a los kurdos de Rojava.
En ese marco, la dictadura de Al-Assad, sintiéndose más fuerte con el apoyo abierto de Rusia, apuesta a resolver el conflicto por la vía armada, aplastando físicamente la revolución. Al-Assad desconoció a Ginebra y reforzó la ofensiva militar.
La ofensiva sobre Alepo llevó al “mediador” de la ONU, Staffan de Mistura, a suspender hasta el día 25 de este mes las conversaciones en Ginebra.
Esta es una muestra más de por qué las milicias rebeldes árabes y kurdas no deben confiar en ningún tipo de negociación con el régimen asesino de Al-Assad. ¡No se puede negociar con quien tiene las manos manchadas con la sangre de casi 400.000 sirios!
Sostenemos que no existe una salida “diplomática” para la revolución siria. El objetivo de Ginebra es mantener la esencia del régimen dictatorial y la estructura económico-social dependiente del imperialismo en Siria. Independientemente de la discusión sobre si Al-Assad será parte y por cuánto tiempo de ese “proceso de transición”, la intención del imperialismo, con el acuerdo de Rusia e Irán, es derrotar la revolución siria, desarmar a las milicias y “estabilizar” los pilares del régimen que el pueblo sirio viene golpeando desde hace casi cinco años.

La única salida es la victoria de la revolución

A pesar de tener que luchar en varios frentes y de enfrentar enemigos superiores desde el punto de vista militar, la revolución siria continúa. Las milicias rebeldes están resistiendo la ofensiva de manera tenaz. Lo hacen como pueden, pues carecen de armas pesadas y de la tecnología militar necesarias.
La única salida progresiva para el pueblo sirio y todo Medio Oriente y el Magreb pasa por la derrota de la dictadura siria y sus aliados. Este sería un “punto de partida” esencial.
En este sentido, es fundamental rechazar cualquier tipo de “salida negociada”, pues ningún acuerdo alcanzado entre el imperialismo y los gobiernos de Rusia, Irán o Turquía puede ser beneficioso para los pueblos sirio y kurdo. Ningún tipo de “transición política” tiene ni tendrá el objetivo de atender las demandas democráticas y económicas del pueblo sirio.
De la misma forma, debemos oponernos tanto a los bombardeos rusos como a los de EEUU, Francia y el Reino Unido. También debemos oponernos al envío de “unidades especiales” norteamericanas a Siria, que, según anunció Obama, servirían de “asesores” contra el EI. Tanto los “asesores” como los bombardeos del imperialismo no tienen un objetivo “democrático” ni “humanitario”, sino el objetivo colonialista de mantener y hasta ampliar el control de los recursos de Siria.
Fuera de Siria, se impone la tarea de organizar la solidaridad activa y exigir a cada uno de nuestros gobiernos no solo la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con la dictadura de Al-Assad sino también el envío incondicional de armas pesadas, medicinas y todo tipo de avituallamiento para las tropas rebeldes. En Rusia, es necesario llamar al pueblo a rechazar la intervención de Putin en suelo sirio.
La solidaridad internacional con la revolución siria es urgente. Un apoyo decidido de las organizaciones obreras, sociales, democráticas y, por supuesto, de los partidos de izquierda, podría inclinar la balanza a favor del pueblo sirio. Es necesario convocar a manifestaciones, repudios ante las embajadas de Siria, y cualquier medida que contribuya a debilitar la dictadura de Al-Assad. Esta es una tarea inmediata.

¡Por la derrota de Al Assad, Rusia, el Estado Islámico y el imperialismo!
¡No a los bombardeos de EEUU, Rusia, Francia y el Reino Unido!
¡No a las “unidades especiales” de EEUU en Siria!
¡No al pacto contrarrevolucionario de una “salida negociada” en Siria!
¡Por la victoria de la revolución siria!